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La realidad de la exclusión en Chile

25 Agosto 2016 a las 20:42

Hay barreras culturales en nuestra sociedad que tienden a ser más segregadoras. Nos cuesta reconocer al otro como igual, validar su realidad, sus opciones y reconocer la dignidad y respeto que todos merecemos.

La exclusión social debe entenderse como una relación entre la sociedad y las personas, donde la sociedad pone barreras a los individuos para que estos participen de los ámbitos más importantes para vivir en colectividad. “Es una relación entre la sociedad y las hombres  porque esas barreras se dan en las relaciones sociales que las mismas personas tienen entre sí y en todos los niveles, por lo cual la exclusión social es un fenómeno en que todos somos responsables”, explica Paulo Egenau, director social del Hogar de Cristo.

A nivel macro, la exclusión social se aprecia cuando los sujetos no acceden  o hacen de forma precaria a la educación, salud, economía, política, cultura o a los derechos. “Pero también hay exclusión cuando una escuela selecciona a una familia por condición socioeconómica, cuando un hospital no quiere atender a una persona por estar en situación de calle, cuando en una empresa no se contrata a una persona por su orientación sexual  o cuando un municipio no permite a pobladores de campamentos a establecerse en su comuna” prosigue Egenau.

En Chile, “según la última medición de la encuesta CASEN y si se considera tanto a las personas que son pobres por ingreso y/o a las personas que son pobres por falta de acceso a la educación, la salud, la vivienda o el trabajo o bien lo hacen de forma precaria, tenemos que más de 5.000.000 de personas se encuentran en situación de exclusión social”, comenta el director social del Hogar de Cristo.

Población excluida
Dentro de estos 5 millones que conforman a las personas en situación de exclusión y que corresponde a casi un tercio de nuestra población, se puede distinguir a un sector en particular como “el más marginado”. Si se considera a las personas “que no sólo tienen pocos ingresos para participar en la economía, sino además, no acceden a la salud, educación, vivienda o trabajo, se tiene a casi un millón de personas, correspondiente al 5,5% de la población y que podemos considerar como los más excluidos de la sociedad”, señala Paulo Egenau.

Para Catalina Justiniano, directora ejecutiva de Fundación Junto al Barrio, “los más excluidos son los que aún no cuentan con políticas públicas que los amparen desde el Estado. Por poner dos ejemplos: las personas en situación de calle que por estar fuera del sistema, no pueden soñar con acceder a un techo digno; o los migrantes que viven en la informalidad siendo extremadamente vulnerables. Si miramos los barrios, nos encontramos con comunidades que viviendo tan segregados, están completamente invisibilizados y muchas veces viviendo una realidad paralela totalmente fuera del sistema”.

Para la Red Apostólica Ignaciana de Estación Central (RAIEC) “las obras que forman parte de nuestro quehacer se dan en torno a cuatro rostros específicos: migrantes, adultos mayores, personas en situación de calle y jóvenes”, comenta María Luisa Moreno, coordinadora de la RAIEC.

Justamente uno de los grupos que se considera excluido en Chile son las personas migrantes, que llegan a Chile con un mayor riesgo de vivir situaciones de exclusión social pues tienen que iniciar una vida desde cero donde, en general, no conocen la idiosincrasia del país, no tienen vínculos ni redes de apoyo y las empresas están desinformadas. “Esto causa situaciones complejas como que un migrante, para poder acceder a una visa temporaria por motivos laborales tenga que presentar un contrato de trabajo. De esta forma, el acceso a un empleo con contrato de trabajo se hace un camino duro, fomentando situaciones de vulnerabilidad como es trabajar sin contrato, explotación laboral, entre otros factores de riesgo”, señala la profesional de la RAIEC.

El trabajo, para acabar con la pobreza y la exclusión en la que viven más de 5 millones de personas en nuestro país, debe darse en todos los niveles.  No sólo depende de que las políticas públicas, que de aquí en adelante se diseñen, estén pensadas en mejorar el acceso universal a los derechos y ámbitos más importantes de la sociedad, sino además pensar en forma más específica en los grupos más vulnerables, dando cuenta de su heterogeneidad, necesidades y requisitos, siendo abordadas desde una perspectiva integral y que cuenten con los recursos suficientes para ser implementadas. “Se hace urgente que la ciudadanía se involucre de una manera más cercana con estas realidades, rompa con los prejuicios y barreras que nos separan de quienes viven en circunstancias menos favorables a las nuestras y brindarles más y mejores oportunidades de participación e inclusión”, expresa el profesional del Hogar de Cristo.

Iniciativas

Actualmente el Hogar de Cristo cuenta con nueve líneas de acción a través de las cuales busca hacerse cargo -en parte- de la pobreza, exclusión y vulneración de derechos que afecta de diversas formas a este millón de personas más excluidas en el país.

A modo de ejemplo, Paulo Egenau relata que los niños y niñas que asisten a los Jardines Infantiles y Salas Cunas del Hogar de Cristo, utilizan la Metodología Montessori para propiciar su desarrollo integral, mientras que en un Centro Diurno a través de la mantención de las capacidades físicas y cognitivas, los adultos mayores aprenden cómo prevenir o retrasar su deterioro.

La Fundación Junto al Barrio por su parte, es otro ejemplo de cómo se puede reconstruir el tejido social y aumentar la cohesión en barrios vulnerables que sufren de exclusión y abandono. “Nuestra estrategia es promover el fortalecimiento de las organizaciones, activar la participación y levantar a la comunidad mediante transformaciones físicas de su espacio comunitario. La clave está en que el protagonismo lo tienen los vecinos. Un ejemplo exitoso fue la experiencia en Playa Ancha, Valparaíso, donde trabajamos desde el 2012 hasta el 2015. Las primeras acciones, definidas por los propios vecinos, se centraron en recuperar la dignidad de la comunidad, mediante mejoras de los bloques de vivienda del condominio social. Mediante una tarea que involucró a muchos actores, el barrio se llenó de colores que cambiaron el estado de esos vecinos y los movilizaron a seguir impulsando otras acciones”, detalla Catalina Justiniano.

Los expertos concluyen que es fundamental entender que la exclusión comienza revirtiéndose desde el seno familiar. Por tanto “es un llamado de atención a abrirnos y mirar con respeto a todos los grupos, en especial a los diferentes a uno, incentivar una visión empática y comprensiva que nos permita agudizar la mirada de ciertos hechos para entender que la raíz de lo que nos separa es la injusticia”, opina la directora ejecutiva de Junto al Barrio. Si nos hacemos cargo como sociedad de esa injusticia, podemos proponer soluciones desde la otra vereda.

Susana Pérez: “Todos los días doy la lucha por salir adelante”
Susana Pérez vive junto a su esposo Edmundo Aravena y sus seis hijos. Exequiel (17), Kimberly (13), Karin (9), Ricardo (7), Johan (5) y Rosita de un año quien asiste al Jardín Raíz de Sueños del Hogar de Cristo. Además de Marjorie (22), su hija mayor y Alonso, su nieto de un año quien también participa en el jardín. Susana es una mujer de mucho esfuerzo, su infancia fue muy precaria, pero a pesar de la compleja situación económica pudo salir adelante. Es una madre protectora de sus hijos y llegó al jardín infantil del Hogar de Cristo el año 2011 en el cual se integró de inmediato a la comunidad del programa, participando y apoyando a las tías del jardín, incluso los veranos se ofrece para cuidar el jardín, mantenerlo limpio y regar las plantas en el periodo de vacaciones.

“Nunca he abusado de las oportunidades que entregan las instituciones. No me gusta dar lástima ni ando pidiendo favores ni ayudas. Todo lo que tengo me lo he ganado con mi trabajo”, señala.
No obstante Susana tiene sueños por cumplir: “sacar mi cuarto medio a través de la municipalidad de Puente Alto y poder formar una empresa de repostería. Por eso estoy postulando a proyectos de emprendimiento del Fosis para poder trabajar desde la casa y aportar de manera más constante en lo económico”.

En la actualidad, su gran pena pasa por la condición de su hijo Exequiel. “Él tiene 18 años, es drogadicto y desde hace años hemos hecho de todo para poder sacarlo de esa condición, pero sin éxito. Aunque no pierdo la esperanza, hemos sentido la discriminación en torno a él, en el colegio por ejemplo, no obstante sigo luchando cada día”, relata.

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