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Testimonios de personas en situación de calle: Sobre el chau-chau y el pelacables

19 Junio 2017 a las 14:07

“Después de que murió mi madre, perdí todo lo que tenía. Así fue como llegué a la calle. Andaba botado y comía las verduras maduras que botaban en la feria libre. A los tomates y a las cebollas que recogía les sacaba las partes malas y las hacía picaditas. A veces iba a la feria fluvial y me regalaban una cabeza de congrio y la cocinaba. No pasaba hambre, pero sí mucho frío”.

Es Daniel Pérez, un hombre en situación de calle, quien da testimonio de su existencia callejera en el libro “¡No calles!”, publicado en 2013. La iniciativa literaria nació en Valdivia, cuando Iván Espinoza, escritor de esa ciudad se ofreció de voluntario e inició un taller de escritura para acogidos de los distintos programas del Hogar de Cristo local.

Fue una experiencia sanadora para él y muy estimulante para sus alumnos. Hombres, en su mayoría, aprendieron a exponer las razones de su extrema situación de vulnerabilidad en elocuentes relatos mínimos, varios de ellos de una gran calidad literaria. Daniel Pérez sigue con su historia: “Para no sentir tanto frío en las noches iba al Barrio Estación y me compraba un litro de vino, luego me preparaba un chau-chau con las cosas que lograba juntar durante el día. El chau-chau lo hacía con cebollitas y tomatito, jugo de limón, ajo y harto ají bien molido, le agregaba un poco de agüita hervida y listo. Con eso podía resistir el frío y dormir hasta el otro día”.

“Chau-Chau”, se llama ese sencillo texto, que se complementa con “A mi madre, Rosalía”, cuya muerte desencadenó la precariedad y el abandono en el que vive Daniel en la húmeda y fluvial Valdivia. “Estaba delicada de mente. Y se fue no más”, concluye en ese sensible homenaje.Un 37% de las personas que viven en la calle, de acuerdo a una encuesta oficial hecha hace 6 años, arrastran pérdidas y/o quiebres familiares similares. “Muchos de los más vulnerables entre los pobres no nacieron pobres”, hace notar Pablo Walker s.j., Capellán del Hogar de Cristo. Y son muchos los voluntarios del Hogar, especialistas en rutas de calle, que refuerzan esta realidad.

Uno de ellos, Juan Carlos, nos compartió su pena por un “amigo” al que conoció en sus recorridos y que murió en 2015 a la intemperie: “Fue un sábado de octubre. Lo vimos dos veces la noche del viernes, al partir y al terminar la ruta. Estaba muy mal, con espasmos, pero no quería nada. Ni médico ni ir al hospital. Murió por la tarde. La jefa de nuestro grupo logró averiguar su nombre completo, su RUT, ubicó a su mujer, que no quería saber nada de él. Era esquizofrénico y había sido alcohólico. Su hija se había ahorcado, después de tener una guagüita. Era una tragedia familiar muy dura la que arrastraba Rodrigo, que había sido locutor de radio y era cultísimo. Para mí fue un golpe muy duro su partida”.

Drogas y alcohol son otra razón que dan las personas para explicar cómo llegaron a hacer de la calle su hábitat: un 41,5% reconoce tener consumo problemático de alcohol. Como hace notar un voluntario: “El vino de la peor calidad o el pelacables son una suerte de anestésico para soportar las bajas temperaturas y poder pasar la noche”.  Y un 19.9% dice ser adicto a otras drogas. Eso, mientras un 29,3% de las personas encuestadas declara presentar dificultad física o de movilidad, seguido por un 25,5%, que padece ceguera o dificultad para ver, aún usando anteojos, un 16,6% que reportó trastornos psiquiátricos, mentales o intelectuales, un 12,2% con sordera o dificultad auditiva, incluso usando audífonos y, finalmente, un 7% (793) con mudez o dificultades de habla, de acuerdo al segundo catastro de personas en situación de calle, realizado el 2011.

Un importante hallazgo de este catastro es que el 68.3% de las personas señala realizar alguna actividad que le genera ingresos, siendo el comercio ambulante la principal actividad. Este dato destruye el prejuicio que explica esta extrema pobreza en la flojera.

Conocer a los protagonista de esta realidad y lograr sacarlos de las calles y conseguir que se recuperen, es una de las causas más conocidas del padre Hurtado y de su obra, el Hogar de Cristo, que hoy exhibe cifras alentadoras.

Durante el año pasado, 832 personas en situación de calle de un total de 1.027 participantes de los programas Acogida Especializada, lograron obtener su cédula de identidad, ser inscritos en el centro de salud y tener acceso a información sobre servicios de alojamiento y alternativas laborales. 1.203 personas en situación de calle que han ingresado a nuestras Hospederías, de un total de 1308, consiguieron aumentar sus instancias de participación comunitaria, siendo parte de actividades grupales, como asambleas y talleres recreativos, encuentros pastorales, espacios educativos y de formación.

Otro logro estimulante, por menor que suene el número, es que  73 personas en situación de calle de un total de 267 atendidas en nuestras Casas de Acogida, lograron revincularse con su familia. Desarrollaron, repararon y/o fortalecieron sus redes familiares u otros vínculos significativos para ellos. Y lo, mejor, de un universo de 267 Personas en Situación de Calle atendidas en nuestras Casas de Acogida, 43 participantes de 50 años o más lograron acceder a una vida independiente, superando su situación de tremenda vulneración de derechos.

Y está el caso de Daniel Pérez, quien, escribiendo sus vivencias, junto a otros como él, se convirtió en autor de “¡No calles”, un libro que regalaremos a quienes participen de nuestras rutas de calle este 21 de junio en #LaNocheMenosFría.

 

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