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“Rostros Nuevos me abrió una puerta a la esperanza”

4 Mayo 2018 a las 10:32

El Programa Hogar de Transito para la Vida Independiente, de Fundación Rostros Nuevos, está destinado a personas con  discapacidad mental, mayores de 18 años y que hayan vivido en situación de calle, es una oportunidad real de inserción en la vida de la comunidad. Es también una solución habitacional y de acompañamiento para lograr una vida independiente. Este conmovedor testimonio así lo revela.

Por Verónica Vidal

Edna Díaz es usuaria desde hace cuatro meses de este proyecto para la vida independiente de la Fundación Rostros Nuevos. Tiene 60 años, es tímida, tranquila, muy introvertida y con una situación de depresión a raíz de su historia de vida. Sus padres fallecieron a temprana edad. Ella era hija única y se casó muy joven. “A los 16 años tuve mi primer hijo”, cuenta. Su vida  ha sido más de agraz que de  dulce,  ya que  tempranamente  ha tenido que lidiar con el dolor y la muerte: dos  de sus  cuatro hijos murieron, el primero de  un ataque cardíaco y el segundo de muerte súbita. A esto se suma la pérdida de su marido, que la dejó viuda con apenas 23 años.

Entre lágrimas, recuerda: “Él murió a causa de un accidente de trabajo. Instalaba alfombras e inhaló sustancias tóxicas. Yo no me había recuperado de las muertes de mis  hijos pequeños y luego sucedió eso. Para mí fue un dolor muy  grande; quedé sola, muy joven y con dos niños. Teníamos un proyecto de vida, planes y me dejó sola”.

Trabajó por más de quince años en la Agrupación por la Vida del Hospital del Sótero del Río, a cargo de los baños. Su sueldo eran las propinas que recibía. A raíz de una grave caída, se quebró las costillas, perdió su trabajo y quedó en la calle. Así llegó a  vivir a la Hospedería de Mujeres del Hogar de Cristo, comenzando su tránsito por los distintos programas de nuestras  fundaciones.

-¿Cómo conociste la Fundación Rostros Nuevos?

-Estuve viviendo por más de seis meses en la Hospedería de Mujeres del Hogar de Cristo.  Hasta ahí llegó personal de Rostros Nuevos. Se acercaron y me hablaron de los programas y talleres que tenían  y me invitaron a conocerlos. Desde ese momento, mi vida cambió. Se me abrió  una puerta, la puerta de la esperanza.

Cristian  Moris, encargado del programa Hogar de Tránsito para la Vida Independiente, explica en qué consiste: “Es un proyecto residencial ambulatorio que acoge a un total de seis personas, hombres y mujeres, con discapacidad mental y que se encuentran en situación de calle y presentan alta vulnerabilidad. Se trata de un espacio que busca la superación de la pobreza a través de una intervención integral, que incluya salud mental, laboral, social y ocupacional, y la entrega de herramientas y habilidades para concretar la vida independiente de manera asertiva y sostenible en el tiempo. La directora ejecutiva de Rostros Nuevos, la trabajadora social María Isabel Robles, precisa qué quieres decir con “vida independiente”: “Es que las personas con discapacidad pueden vivir solos, en hogares compartidos o de regreso con sus familias o formar sus propias familias”.

 

 

-¿Qué brinda este proyecto?

Principalmente, ofrecer una alternativa de vivienda, una solución habitacional, pero también acompañamiento psicosocial para personas con discapacidad mental que han estado en calle y  requieren de un periodo de transición para la vida independiente. Es una excelente alternativa para aquellas personas que  buscan mejorar sus vidas -responde Moris.

Ese es el caso de Edna, quien cuenta: “El programa me permitió insertarme nuevamente y de a poco en el mundo laboral. Me capacitaron para  vivir en  una casa compartida. Yo estaba muy temerosa, porque no sabía cómo iba a ser la convivencia con las otras cinco personas que viven en la casa. Estaba preocupada que no me recibieran bien, pero no tuve ningún problema. Fue más  fácil de lo que imaginé. Han sido los mejores meses, ellos son mi nueva familia, los hermanos que nunca tuve. Nos ayudamos entre todos.

-¿Cómo es el día a día en la casa?

-Acá tenemos asegurada la comida y el alojamiento. Si queremos darnos un gustito entre todos juntamos dinero y lo compramos. De los seis integrantes, tres trabajan, otros vamos a talleres que se imparten en el programa Calle de la fundación Rostros Nuevos, para capacitarnos, y una compañera está terminando sus estudios. En cuanto a las tareas diarias, nos  turnamos.  Cada integrante debe cocinar al menos una vez a la semana y las demás labores de la casa son  todas compartidas.  A mí me gusta  mucho cocinar y lo bueno que a todos les gusta como lo hago.

-¿Cómo te sientes a cuatro meses de estar viviendo en la casa?

-Ilusionada, quiero terminar el curso de cuidados de enfermos que se imparte, porque es lo que más me gusta. También seguir asistiendo a los talleres: de cerámica, chocolatería, amasandería, costura, para  ser independiente y lograr algún día tener mi propio emprendimiento.

María Isabel Robles hace notar que lo fundamental que les otorga el programa a sus usuarios “es descubrir que sí tienen recursos, que sí tienen potencialidades y capacidades, que pueden soñar con un proyecto de vida personal. A veces, después de muchos años de vida dura en la calle, es muy difícil concebir un proyecto de vida que les haga sentido”. Agrega a esto “la convivencia con otros, lo que no está exento de dificultades. Hay conflictos, diferencias de opinión, pero somos capaces de ir resolviéndolos de manera acompañada. La monitora, quien está a cargo del programa, tiene mucha relevancia. Ella debe ir generando los espacios para que ese día a día sea sano, respetando las individualidades, proyectos personales, gustos, mañas que cada uno pueda tener. Por último, algo de lo que nosotros estamos convencidos es que están insertos en una comunidad que debe aprender a convivir con ellos, no desde una mirada discriminadora, sino positiva, como un vecino más de su comunidad”.

El programa, que existe sólo en Santiago, “aunque tenemos conciencia de que debería existir proyectos similares a nivel nacional”, como afirma María Isabel Robles, ha beneficiado a cerca de 40 personas desde el año 2015. La gran mayoría de ellas ha logrado la vida independiente o en su defecto concretar una revinculación familiar.  

Le preguntamos a Edna:

-¿Qué has aprendido en este hogar transitorio?

-A descubrir mis capacidades, a convivir con otros y a insertarnos en la comunidad, pero por sobre todo  a respetar. A mejorar la convivencia cada día, ya que vivir con personas con intereses muy distintos a los míos, con historias muy diferentes, con fuertes vivencias personales, es complejo. Lo más importante es agradecerle a Dios por la familia que tengo ahora con ellos. Pasé de estar sola a tener una familia; eso es impagable. Ahora no dejo de soñar que algún día estaré con mis hijos y nietos. Sueño con vivir con ellos. Quiero que mis hijos no se pierdan la posibilidad de ver a su madre. Son 60 años los que tengo, no vaya a ser cosa que cuando me vaya de este mundo, se arrepientan.

 

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