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Leontina Quintana

Cuidadora

Leontina Quintana, de 61 años, es la cuidadora de su madre desde hace seis años. “Antes tenía más energías, era más joven, pero ahora yo también soy mayor y me cuestan las tareas físicas. Me duelen la espalda, las manos. Es un tema bañarla, hacer las camas, poner las cremas, levantarla. También me frustra, lo que más me duele es verla con dolores, porque quiero esté bien, pero los remedios demoran mucho en hacer efecto, entonces me angustia ver cómo sufre”.

Leontina desarrolla todas las tareas de cuidado en torno a su madre, desde los trámites hospitalarios para exámenes, tratamientos e internacionales, hasta su higiene, alimentación, medicación, contención emocional. “En la cuarentena fue súper difícil explicarle que no se podía salir. Ella tiene demencia, entonces pensaba que la tenía encerrada en la casa, era un drama el tema”, señala Leontina. “No fueron pocas las veces que tuve que correr a buscarla porque se había escapado a la calle”.

En Chile, el 72% de las personas que cuidan gente postrada, discapacitada o dependiente, son mujeres. De ellas, casi el 70% padece el “síndrome del cuidador”, un estado de profundo desgaste a nivel físico, emocional y mental. “El 2021 fue muy complicado, prácticamente no había stock de remedios, era muy difícil conseguirlos, a eso hay que sumarle que yo también soy una persona mayor, entonces el estrés es doble”.

Esta realidad oculta hizo que Hogar de Cristo conformara la “Red de cuidadoras Pedro de Valdivia” en Lanín, Temuco. La organización está compuesta por cuidadoras pertenecientes a cuatro programas de la ciudad: el Cesfam Villa Alegre, el Pedro de Valdivia, el programa de Apoyos Familiares Domiciliarios (PAFAM) y el Programa de Atención Domiciliaria del Adulto Mayor (PADAM), estos últimos pertenecientes a la Fundación Hogar de Cristo. Entre otros objetivos, la red busca el reconocimiento formal del rol del cuidador y una estructuración de redes de apoyo para que estas personas puedan capacitarse, informarse sobre sus derechos y descansar un poco de las pesadas mochilas que cargan.

“Desde que conocí las experiencias de las otras cuidadoras, me siento menos sola, más comprendida, ahora entiendo que esto no sólo me pasa a mí”, revela Leontina Quintana, quien hoy es miembro de la Red de cuidadoras Pedro de Valdivia. “Muchas de las chiquillas me dicen que baje las revoluciones, que me detenga. Ahora, gracias a los talleres he conocido a mujeres admirables, que son felices con los pocos minutos que tienen para distraerse, mientras cuidan de otros”, concluye.