Hogar de Cristo

Mujeres Bacanas 2023

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María Tapia

Dirigenta vecinal

Dirigenta vecinal

Fundadora del primer comité que se creó en el campamento Manuel Bustos, de Viña del Mar, hace 21 años, María Tapia es una activa luchadora por los derechos de más del mil familias que llegaron a instalarse en ese lugar en 2001. El comité Villa La Pradera Unida se compone de 148 familias, pero ella siempre incluye a todas las demás en sus demandas. Su sector es el primero en lograr después de dos décadas que se esté urbanizando. Crearon el comedor solidario cuando el estallido social y la pandemia dejaron a muchos a sin trabajo. Así, tras ver el abandono de muchas personas mayores que apenas subsisten con pensiones miserables, María Tapia tocó las puertas del Ministerio de Desarrollo Social, para que se instalara un programa de ayuda para ellos. El 22 de marzo, se inauguró el primer Programa de Atención y Cuidados Domiciliarios del campamento Manuel Bustos, a cargo de Hogar de Cristo. “Pido que este programa se extienda a todos los campamentos de Chile”, le dijo al ministro Jackson durante la inauguración. Sin duda, María Tapia es una mujer bacana.

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Pascuala Vásquez Aldana

Dueña de casa y madre

Dueña de casa y madre
Pascuala es madre abnegada, crio buenos hijos luego siguió con sus nietos. Una mujer premiada muchas veces premiada públicamente, porque “nos enseñó valores y nos hizo personas de bien”.

Bacana trabajó en lo que fuera siempre para que nos faltará nada, nos dio educación. Y aunque ya no está entre nosotros, “sus hijos y nietos valoramos ser profesionales y que viva en nuestros corazones, porque se merece esto y mucho más”.

 

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Isabel Ossa Guzmán

Escritora

Escritora
Ha dedicado su carrera como escritora a relevar las vidas de diferentes chilenas de la historia a través de la publicación de varios libros sobre este tema y de la visita gratuita a cientos de establecimientos educacionales de Chile para educar a niños, niñas y jóvenes sobre el impacto que ha tenido la figura femenina en la sociedad.

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Karen Valdivia

Directora Fundación

Directora Fundación
Después de la muerte de su padre, Miguel Valdivia, fundador de la Fundación Cristo de la Noche, Karen asume su gran legado: ayudar a dignificar la vida de las personas en situación de calle.

Su trabajo comienza en la comuna de Renca, levantando una olla común por dos años que alimentó tres veces por semana a 80 vecinos que se encontraban sin trabajo por la pandemia. Lideró la coordinación de dos albergues y realizó rutas calle para asistir a los más necesitados.

En  2022, replica el trabajo de la fundación en la comuna de Puerto Montt, región de Los Lagos. En esa ciudad sureña, comienza a realizar una ruta calle dos veces por semana. El clima es extremo, con lluvia y frío. Logran asistir a 50 personas en situación de call, entregándoles almuerzo. En julio de ese mismo año asume la coordinación del primer albergue de la fundación en esta nueva región. Actualmente, es directora de la Fundación Cristo de la Noche y tiene a diez personas en proceso de rehabilitación, donde les ayudará en su proceso de nivelación de estudios y preparándolas para una transformación en sus vidas con el inmenso amor de Dios.

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Lorena Elizabeth Bravo

Referente social

Referente social

La Capitana
Lorena es una mujer luchadora, muy comprometida con las necesidades de la gente, realiza mucha ayuda solidaria. Es una mujer  joven pero con muchos valores, emprendedora y siempre atenta con aquel vecino que necesite ayuda. Destina la mayor parte de su sueldo a ayudar a las personas. Es una mujer como muy pocas.

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Nayadeth Honorato

Dirigente social

Dirigente social

Nayadeth Honorato es presidenta de la Junta de Vecinos Ignacio Carrera Pinto 16-3. Se trata de una mujer esforzada con vocación de servir a su comunidad. Comenzó a trabajar primero ayudando a preparar fiestas navideñas. Luego se hizo conocida por su labor social hacia los demás, transformándose en una Bacana por el aporte que a diario entrega a sus vecinos, en su nuevo rol de presidenta de la junta de vecinos Ignacio Carrera Pinto 16-3.

Actualmente se siente bacana, ¿porque ayuda a los demás!

 

 

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Audilia Bravo Venegas

Dueña de casa

Dueña de casa
Ella es Audilia, mi madre. Ella es una persona bacana, ya que se encuentra dando la pelea a un cáncer a la médula de carácter terminal.

Lleva 3 años luchando con su tratamiento paliativo a través de transfusiones y miles de remedios para aliviar el dolor. Es bacana porque lucha día a día y Dios le ha dado una segunda oportunidad para disfrutar de la vida, su esposo, sus hijos y nietos.

Es maravillosa, un ser de luz, de amor. No ha sido un camino fácil, pero con su alegría y forma de ver la vida, mi madre convierte su enfermedad en mariposas de amor.

Te amo, mamá. Gracias por ser mi orgullo, mi ejemplo de mujer, mi gran guerrera. Sigamos luchando tomaditas de la mano que así todo será más fácil.

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Katherine Lavín

Asesora del hogar y escritora

Asesora del hogar y escritora
Este es el testimonio de una madre que creyó en sí misma para cambiar su vida. El nacimiento de Bastián, su hijo menor, fue el motivo para decir “hasta aquí llegó”. Sacó toda su fuerza interior, su resiliencia, para comenzar un nuevo tratamiento. En el Programa Terapéutico Residencial de Quilicura encontró el lugar para poder rehabilitarse junto a su guagua. Ahí tuvo el apoyo no sólo de un gran equipo de terapeutas, sino de sus compañeras, mujeres tan luchadoras y bacanas como ella.

Por María Luisa Galán

“Estar hoy con Bastián, verlo todos los días al despertar, es una motivación para seguir luchando”, cuenta Katherine desde el Programa Terapéutico Residencial del Hogar de Cristo, ubicado en Quilicura. Tiene 37 años y cuatro hijos: una adolescente de 17 años, una niña de 7, un niño de 3 y una guagua de un poco más de un año que por doce meses la acompañó en su proceso terapéutico por consumo problemático de drogas.

“Ha sido muy especial. Es una motivación diaria para seguir en el proceso. Estuve en otro programa, que era privado, pero no me dieron la posibilidad de estar con mi hija que hoy tiene siete años. Entonces tuve que entregarle la tuición a mi mamá y hoy voy a tener que recuperarla, porque fue a través del juzgado”, cuenta Kathy, como le dicen sus cercanos, sobre estos meses junto a Bastián, el más pequeño de sus retoños.

Su consumo problemático fue de cuatro años, el último tiempo el más “heavy” porque estuvo en calle. Su punto de quiebre, el día que dijo no más, fue el 23 de marzo del 2021, cuando nació Bastián. “No quería tener más hijos. No tenía qué darles a mis otros hijos, así que menos quería otro. Quería abortarlo al principio, pero no tuve el corazón. Después pensé en darlo en adopción, pero mi pareja me decía que no, que lo criaríamos juntas. Tenía una pareja mujer en ese tiempo. Pero yo quería puro seguir consumiendo. No fui a ningún control, ecografía, nada. No sabía ni cuando me iba a mejorar. No tenía ropa, ni calcetines, ni pañales. Consumí hasta las dos de la mañana. A las 5 ya no daba más de las contracciones y unos vecinos me llevaron a la posta de Colina. Ahí lo tuve, sin anestesia. Me pusieron en la camilla, rompí fuente y Bastián ya venía saliendo”, cuenta.

“Bastián cambió todo. Me lo pusieron en el pecho y me dije no puedo darlo”, nos cuenta con  la voz entrecortada. “Al principio no lo quería mirar porque estaba con la idea de darlo, pero después lo abracé, le hice cariño y dije no. Es mío, mi tesoro, no puedo no tenerlo. Me llevaron al hospital y ahí me dieron la opción de este lugar donde podía estar con mi hijo. Dije que sí, al tiro”.

El 29 de marzo del 2021, seis días después del nacimiento de su última guagua, ingresó a la residencia de Quilicura. Bastián quedó internado un mes para chequear que estuviera bien. Chochea: “Es una bendición porque a pesar de tener consumo de pasta base durante todo el embarazo, nació sano. No tiene nada. Es muy habiloso, muy inteligente. Y que me hayan dado la posibilidad de estar en el Programa de Quilicura y con él, es una bendición. Amo a todos mis hijos, pero a él más porque llegó en mi peor momento y me hizo cambiar mi vida”.

Sigue: “Tuve demasiada ayuda allá. Las chicas se encariñaron con este guatón; fue el regalón de todas. Como llegó chiquitito, vieron todo su crecimiento. Me ayudaron cuando me quería dar una dicha tranquilla o hubo días, al principio sobre todo, que no andaba muy bien y mis compañeras me lo veían”, recuerda Katherine, quien agrega que su consumo problemático tiene como raíz una serie de hechos traumáticos que marcaron su infancia y adultez.

Compañeras y equipo del Programa Terapéutico Residencial de Quilicura.

Sobre el Programa de Quilicura, sólo tiene parabienes. “Las comodidades que tuve ahí ni en el centro privado que estuve, que mi mamá pagaba por 350 lucas, tenía estas comodidades. Una habitación para mi sola, estar con mi hijo, tener un psicólogo, un terapeuta en rehabilitación, un terapeuta ocupacional. Y eso que el otro era pegado. Esto que tiene el Hogar de Cristo es maravilloso, cuesta mucho encontrar centros así”.

En Chile existen dos posibilidades de tratamiento provistos por el gobierno de forma directa o indirecta, ya sea ambulatoria o residencial. Uno es a través de un plan general mixto orientado a hombres y mujeres sobre los 18 años afiliados al Fondo Nacional de Salud (FONASA). El otro está enfocado exclusivamente en la población femenina, también mayor de edad, perteneciente a FONASA, donde aquellas embarazadas o con hijos menores de cinco años, pueden hacer un tratamiento residencial junto a los niños.

ME SENTÍA LA PEOR

-¿A una mujer, mamá, que consume, la discriminan más que a un hombre?

-A la mujer que consume pasta base la califican de pelá; eso es lo primero, y como mamá, peor es la descalificación. El hombre que deja a su hijo por drogarse, da lo mismo, mal padre, no más. Pero la mujer es la peor del mundo. Y una se siente así. Me sentía la peor mujer, mamá, hija, de todo por estarme drogando y que mis hijos estuvieran con mi mamá. A la mujer es mucho lo que la discriminan. La apuntan con el dedo y cuesta mucho después salir de esa estigmatización, subir la autoestima, pararte, volver a creer en ti. Eso cuesta muchísimo.

“Estuve cuatro años en consumo y abandoné a mis hijos. En Programa pude resignificar mi vida, salir adelante, empoderarme como mujer, mamá e hija. Y para mí, mi mujer bacana es mi mamá porque a pesar de todos los conflictos que hemos tenido, hemos podido resolver los conflictos entre madre e hija. Ella se ha hecho cargo de mis hijos, lo que ha sido muy importante porque si no estarían en el SENAME. Del equipo terapéutico, para mí la bacana es Griselda, porque fue mi terapeuta y me ayudó mucho. Si me tenía que tirar las orejas porque había hechos cosas mal, lo hacía. Así también me felicitaba. Gracias a ella y a mi esfuerzo, soy lo que soy. Pero todas son bacanas, por su constancia por enfocarnos y tirarnos para arriba día a día”.

De acuerdo a un estudio realizado el 2020 por la Dirección de Presupuesto (DIPRES) del Ministerio de Hacienda en conjunto con el Centros de Estudios de Justicia y Sociedad de la Universidad Católica, 1 de cada 4 mujeres abandona su terapia. “En este tema se observó una diferencia de género, pues son en su mayoría las mujeres quienes se vieron imposibilitadas para continuar en el programa por tener que hacerse cargo del cuidado de sus hijos e hijas. En general, señalan que no tienen a alguien más que acudir para que puedan apoyar la tarea de cuidado, por lo que han tenido que hacerse cargo por sí solas. Para ellas, el tiempo que implica el tratamiento se interpone con algunas tareas familiares y de cuidado. Otras señalan que a lo anterior se suma el tener que cumplir con responsabilidades laborales. La incompatibilidad de responsabilidades hace que finalmente opten por retirarse del programa”, señala el estudio.

 

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Jetzibel Escobar

Apoderada Jardín Infantil y migrante

Apoderada Jardín Infantil y migrante
Jetzibel Escobar tiene 27 años, es caraqueña. Aunque terminó la enseñanza media en su país y soñaba con estudiar informática, la paupérrima situación económica de su país, la obligó a migrar. “Trabajaba de 8 a 8, todos los días, y no me alcanzaba para comprar una arepa”. Salió de Venezuela con su hijo Iván, de 5 años. Vivió un año en Perú, pero como su madre estaba en Arica, donde vende zapatillas en El Agro de la ciudad, se vino caminando por el desierto y entró ilegal a Chile. Aunque se autodenunció ante la PDI al llegar hace 4 años, aún no obtiene residencia.

Acá formó familia con un cubano, también migrante pero con su situación regularizada. Raúl es el padre de la pequeña Camila, que asiste al jardín infantil Granito de Arena del Hogar de Cristo, en la población Nueva Esperanza de Arica. Viven en el Valle de Azapa. Ella añora la lluvia y el verde de su país, pero sabe que debe pensar en sus hijos. No en ella, como todas las mujeres migrantes que hemos conocido y a las que Jetzibel Escobar representa.