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Miguel Kiwi:

“Me dijeron que si tenía más de 75, debía llevar el certificado de un psiquiatra”

A los 80 años, fue noticia nacional, cuando su banco no le quiso renovar la tarjeta de crédito por su edad. Ahora, a los 83, al aún profesor de física cuántica le piden probar que está en pleno uso de sus facultades para un trámite notarial. Adalid de “los vejetes esforzados”, alza la voz contra las odiosas discriminaciones y habla de todo: de lo que ha hecho y de lo que no hizo en su vida.

Por Ximena Torres Cautivo / Publicada por El Mostrador

17 Julio 2021 a las 18:13

A los 80 años, fue noticia nacional, cuando su banco no le quiso renovar la tarjeta de crédito por su edad. Ahora, a los 83, al aún profesor de física “Quizás haya sido un error del jurado”, dice con humor y mucho de antihéroe el físico e ingeniero Miguel Kiwi Tichauer (83), cuando le celebramos el Premio Nacional de Ciencias Exactas que obtuvo en 2007. Es un hombre alto y largo que ha superado dos cánceres, que sigue activo y reconocido como académico e investigador, que lleva 58 años de fructífero matrimonio con la ceramista y escultora Ruth Krauskopf, con quien tiene 3 hijos: Ilka, que es psiquiatra, y Marcos y Jan, matemáticos ambos, uno de la Universidad de Chile y el otro de la Católica, respectivamente.

Por eso, la canción que elige a la hora de buscar una que lo interprete es “Gracias a la vida”, de Violeta Parra, cuando lo invitamos a conversar en “Piensa en Grandes”.

–Soy un privilegiado y un agradecido de lo que tengo –declara. Y agrega: –Me tomo las cosas con calma. Creo que el humor salva siempre y si de algo me arrepiento es de haber dejado pasar ciertas oportunidades, lamento haber perdido algunas en la vida.

Si pudiera volver atrás, ¿qué momento de su vida elegiría?

–Me gustaría volver a los 17. Esa es una edad fantástica, maravillosa, me encantaría volver a ella– dice sin dudar, revelando de nuevo su condición de violetólogo, de aficionado a Violeta.

Hace tres años, cuando el profesor Kiwi tenía 80 años, tuvo que viajar a un congreso científico y quiso renovar su tarjeta de crédito, pero el banco se negó a hacerlo por su edad. Su caso fue noticia nacional. Y, aunque finalmente viajó con un cartón flamante y le pidieron disculpas, el episodio lo llevó a acuñar el concepto “vejetes esforzados” para agrupar a los que, como él, trabajan toda la vida, cumplen con todas sus obligaciones y aun así son discriminados y mal tratados por el sistema. Hoy dice sobre el asunto:

–El de los vejetes esforzados es un club que yo inventé y del cual me declaré presidente, además. Entonces traté de defender los derechos de la gente que, como yo, seguimos tratando de hacer nuestras vidas, pero que, en razón de nuestra “avanzada edad”, estamos sujetos a esas discriminaciones odiosas. Recién ayer tuve que ir a firmar un mandato a una notaría y por escrito me dijeron que si tenía más de 75 años, tenía que llevar un certificado de un psiquiatra que avalara que me encontraba en buen estado mental. No lo llevé, no me lo pidieron, pero me lo hicieron notar.

 –¿Cómo se sintió: dolido, ofendido? Porque a mí me parece infamante. Más tratándose de un profesor de física cuántica, como es usted, pero también para cualquier persona grande. 

–Me duele, tal como me duelen tantas otras discriminaciones odiosas, como la de género o la por la orientación sexual de la persona o por lo que sea; esas son situaciones que deben hacer pensar a la gente.

–Cuando sucedió lo de su tarjeta de crédito, usted dijo que los adultos mayores, pasada cierta edad, en Chile son desechables, ¿sigue sosteniendo lo mismo o ha habido algún cambio esperanzador? 

–La pobreza es un drama inexcusable, más duro y complejo cuando sé es viejo. Cuando yo me encuentro aquí, en mi oficina, y miro la cordillera y mi jardín, al que puedo salir a pasear para despejarme, me siento un privilegiado. Sobre todo, cuando me comparo con gente que está sola en una pieza, con escasos recursos económicos, con los achaques propios de la edad. La edad avanzada en pobreza y soledad es dramática, horrible. Las sociedades deben hacerse cargo del alargamiento de la expectativa de vida, de las cual los físicos somos bastante responsables, porque hemos desarrollado cosas como el ultra sonido para las resonancias magnéticas, que son exámenes que contribuyen a que los diagnósticos mejoren y la vida se prolongue. Ahora de lo que se trata es de lograr que esa mayor expectativa de vida vaya aparejada con condiciones dignas. Y eso es responsabilidad de todos, aunque los privilegiados debemos ser aún más responsables.

–Le insisto: ¿ve algún cambio esperanzador en ese sentido?

–Creo que sí, que hemos avanzado en visibilizar el problema. De hecho, yo estoy participando en un grupo que está presentando un proyecto de ley para impedir estas discriminaciones por edad. Creo que el problema se está haciendo notar y eso es muy importante.

–¿Qué es lo mejor de tener muchos años?

–Sin duda, los nietos. Uno debería pasar por los nietos sin tener que pasar por los hijos… Un amor sin responsabilidades, es fantástico.

DULCE Y ÁCIDO

Fue recién a comienzos de los 80, que los chilenos conocimos el kiwi, la fruta neozelandesa cargada de vitamina C, que empezó a cultivarse en grandes cantidades en nuestro país. Este hecho agrícola-económico, sin duda, marca un antes después en la vida del profesor Kiwi y su familia.

–Eso facilitó mucho el que la gente aprendiera cómo se escribía nuestro apellido, también en esos años me llegaban muchos llamados vinculados a seminarios y jornadas sobre el kiwi y me tenía que pasar mucho tiempo dando explicaciones. Kiwi, además de la fruta, es probablemente un apellido polaco acortado. Mis padres, al igual que los de mi mujer, son judíos que llegaron a Chile como sobrevivientes del Holocausto. La familia de mi padre era de una zona de Alemania que hoy corresponde a Polonia. Y como curiosidad: en finlandés kiwi quiere decir “roca”.

–¿Cómo marca su vida eso de ser hijo de sobrevivientes del Holocausto?   

–Siento el haber nacido en Chile como un privilegio y una responsabilidad. Como la responsabilidad del inmigrante, que se basa en lo que se puede ofrecer y lo que se  puede recibir a cambio. Soy  un agradecido de Chile, como tantos otros que han encontrado aquí su hogar. Les recuerdo que Einstein también fue un refugiado cuando llegó a Alemania, y volvió a serlo cuando salió de Alemania a Estados Unidos. Es crucial entender que las migraciones son parte de la vida humana y que especialmente hoy es muy importante tener la mente abierta, sin prejuicios respecto de quienes llegan como migrantes.

–¿Cuál es su posición frente a un tema tabú, pero que cada vez está más presente, dado el aumento de la expectativa de vida: el de la eutanasia?  

–Bueno es tabú porque aquí prima lo conservador, porque para todos es difícil enfrentar la muerte,  incluso para uno. Pero en el tema de la eutanasia a mí me parece que uno tiene que poder elegir no seguir viviendo, cuando se convierte en una carga para los demás, en un factor de ruina, para mantener una vida que no es vida. A mí me parece que la decisión de dejar la vida cuando se pierden las capacidades debe ser tomada por cada uno en pleno uso de sus facultades y luego ser respetada por los demás. Yo se lo he dicho así a mis hijos y a mi mujer.

–¿Lo tiene por escrito?

–No, pero lo he dicho repetidamente, todos ellos lo saben. Estoy esperando que salga la ley, que se legisle, y si no sale pronto ese texto, lo voy a hacer, a dejar hoy mi decisión por escrito.

–Políticamente, ¿cómo se define?

–De izquierda, siempre he sido de izquierda.

–¿Cómo se aproxima un científico a la política? ¿Tiene una hipótesis de lo que nos está pasando como sociedad hoy en Chile?

–No me próximo a la política como científico; me aproximo como ser humano. Como ser humano, tengo responsabilidades, deberes, una posición, que, como le decía, siempre ha sido de izquierda. Creo que tenemos una gran oportunidad con la redacción de una nueva constitución, pero también veo la complejidad del desafío, no creo que sea posible sacarla adelante en un año. Yo he asistido a muchas reuniones, he estado en muchos consejos territoriales, y sé que los comienzos suelen ser muy caóticos, lo que da la sensación de que ¡chuta no vamos a llegar ninguna parte!, pero, poco a poco, las cosas se van ordenando, la gente va tomando posiciones razonables. A mí me gustaría una constitución que no entrara en demasiados detalles, pero que fijara las cuestiones esenciales, como los derechos del agua y mecanismos que hagan nuestra sociedad más solidaria.

Fue Yasna Provoste la ministra de Educación que le informó en 2007 al profesor Miguel Kiwi que había ganado el Premio Nacional de Ciencias Exactas. Fue justo antes de que fuera destituida e impedida de ejercer cargos públicos durante 5 años, y mucho antes de que estuviera como expectante candidata presidencial, además de presidenta del Senado.

–¿Qué imagen tiene de ella?

–Cuando estaban por censurarla, tuve varios contactos con ella. La apoyé con fuerza, porque  tengo una muy buena opinión de Yasna Provoste. Y espero finalmente poder votar por ella si llega el caso para presidenta.

–Profesor, hace un rato nos dijo que se arrepiente de haber dejado pasar ciertas oportunidades en la vida. ¿Nos puede decir a qué oportunidades se refiere?

–Me arrepiento de no haber aprovechado muchísimas oportunidades en todo sentido y también de no haber buscado más entendimiento. A veces, dije: “Este tipo es un idiota y no estoy dispuesto a discutir con él”. De eso me arrepiento, de no haber tratado de llegar a más acuerdos, de no haber buscado más entendimientos en vez de convertir todo en un conflicto.

–Ya, pues, cuéntenos: cuáles son esas oportunidades que dejó pasar.

De todo tipo: profesionales, personales, sentimentales… Cuando era joven, quizás fui muy conservador y dejé cuestiones por ahí dando bote.

 

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