Me confiesa que lloró en el mismo pasaje del libro que yo. Es que a quién no se le caen las lágrimas frente a una madre perdida en la bruma del Alzheimer. José Francisco Yuraszeck (48), terminó de leer recién “El loco de Dios en el fin del mundo”, el best seller del escritor Javier Cercas que detalla genio y figura del papa Francisco, publicado semanas antes de la muerte del jesuita argentino Jorge Bergoglio.
José Francisco Yuraszeck, el capellán del Hogar de Cristo es jesuita. Conoció a Bergoglio y, como él, es parte de una de las congregaciones más poderosas del mundo, la Compañía de Jesús. En Chile, recién en junio, hubo cambio de provincial, que es la autoridad local de la congregación. El que manda “en la provincia de Chile”, como dicen ellos. El muy quitado de bulla Gabriel Roblero fue sucedido por el también discreto y silencioso Juan Cristóbal Beytía. O sea, está más que justificado plantearle a un jesuita activo y comprometido qué significan estos cambios para la Iglesia Católica y para su feligresía. Eso hicimos en Hora de Conversar el miércoles 9 de julio.
–¿Qué significó para la compañía de Jesús tener durante casi 13 años a un jesuita en el trono de San Pedro?
–Bueno, pasamos por distintos sentimientos. Al principio, hubo mucha sorpresa, pero después nos fueron entusiasmando mucho sus gestos, sus palabras, sus encíclicas. Francisco vivía nuestra misma espiritualidad, nuestra manera de entender el mundo y también nuestra manera de entender cómo debe actuar la Iglesia. Estar mucho más atenta a la compasión y a la misericordia que a otras cosas. Creo que eso es lo que más ha trascendido y trascenderá de él: sus potentes señales de lo que significa seguir a Cristo, poniendo por delante a las personas, actuando con compasión y misericordia.
Personaje lleno de contrastes el difunto papa Francisco, magníficamente retratado por Javier Cercas en “El loco de Dios en el fin del mundo”.
–¿Representa una pérdida de poder, de influencia, no tener a uno de los propios liderando la Iglesia?
–La verdad es que esas cuestiones hay que mirarlas en perspectiva. Doce, casi 13 años de papado, no son nada al lado de los dos mil años de historia de la Iglesia. Es verdad que los jesuitas tenemos una cierta vocación de poder, pero es algo asociado al servicio. El papa Francisco nombró a muchas personas y acudió a los que conocía y tenía más a mano, a los jesuitas. Pero no es por un asunto de poder o ego, sino de servicio. Eso es lo que nos mueve.
En “El loco de Dios”, Javier Cercas cita al columnista chileno Rafael Gumucio, quien definió al papa Francisco simplemente como “un argentino malas pulgas”, dando cuenta del dispar carácter de Francisco. ¿Cómo lo ve el jesuita chileno José Francisco Yuraszeck?
–Como todas esas cosas: “un loco de Dios”, como se definía a sí mismo san Francisco de Asís. Como un porteño malas pulgas. ¿Quién era realmente? Un ser lleno de complejidades, como se refleja en el libro. Durante un periodo largo, tuvo desavenencias con la Compañía de Jesús. Estuvo muy lejano de ella. Después asumió como arzobispo de Buenos Aires. Cuando eso pasa, la persona deja de estar sujeta a la obediencia del superior provincial o del general de la Compañía. Pero en sus más de 12 años de papado, se produjo una cercanía y una vuelta a sus raíces más fundamentales. Fue el primer papa jesuita de la historia de la Iglesia y no creo que haya otro más… –aventura “el padre Pepe”, como lo llaman. Al menos, que a él te toque ver en vida, precisa.
-¿Hay más jesuitas ahora que antes de Francisco? ¿Tuvo impacto su papado en despertar vocaciones?
–Hasta ahora, no. La verdad es que toda la Iglesia está con una sequía de vocaciones evidentes, no sólo la Compañía de Jesús. A propósito de la muerte de Francisco, he percibido una especie de valoración de virtudes como la compasión y la misericordia, de atreverse a hablar de Jesús en esas claves. Acá los tiempos ni siquiera son agrarios. Se siembra y la cosecha tarda tres, cuatro años. Así es que habrá que ver.
Y hace una precisión: “Vivimos una crisis de vocaciones en todo orden. La vocación del compromiso para toda la vida, la vocación de la paternidad, la vocación por la honestidad o por cualquier compromiso definitivo ciertamente está en crisis. Los jóvenes no se casan, prefieren tener perros a hijos, no nacen niños. Hay consideraciones de tipo ecológico en esto, pero lo concreto es que hay una crisis de vocaciones generalizada”.
El jesuita, Bergoglio, y el agustino, Prevost. Argentino uno, estadounidense con nacionalidad peruana, el segundo.
–Pasamos de un papa jesuita, Jorge Bergoglio, a un papa agustino, Robert Prevost. ¿Qué significa concretamente el cambio para los feligreses?
–Los agustinos son una congregación incluso más antigua que la Compañía de Jesús. Son un poco más tradicionales. Lo que me parece interesante es que el papa León XIV, siendo nacido y criado en Chicago, Estados Unidos, la mayor parte de su ministerio, de su trabajo, lo ha desarrollado en distintas partes del mundo.
–Pasó de Chicago a Chiclayo, en Perú.
–Sí, pero también fue superior general, no sé si se llama así el rol entre los agustinos, pero ese cargo le permitió visitar prácticamente todo el mundo. Estuvo varias veces en Chile. Es un hombre globalizado. Habla varias lenguas, lo que le va a permitir una comunicación directa. Creo que continuará varias acciones del papa Francisco, pero también me parece que será muy libre. El hecho que haya elegido al el nombre León es elocuente. León XIII fue el gran impulsor de la doctrina social de la Iglesia, la que sintoniza con lo que queremos hacer en el Hogar de Cristo, inspirados por el humanismo social de Alberto Hurtado.
En el verano de 2018, el papa Francisco visitó el Hogar de Cristo. Lo vimos de cerca. Y fuimos testigos de la fallida visita pastoral que hizo a Chile, donde todo salió mal, le comentamos al capellán José Francisco Yuraszeck. Así responde:
–Estábamos en un momento muy crítico de la iglesia chilena, sobre todo por lo relacionado con la crisis de los abusos. Y uno de los principales protagonistas del viaje fue el obispo Juan Barros de Osorno. Eso nunca debió ser así. El fondo de la visita del Papa era promover unidad y fue empañado por el protagonismo de Barros. Cuando vino Juan Pablo II a Chile, yo era un niño, tenía 10 años, pero recuerdo la fuerza de su convocatoria en las calles abarrotadas de gente. Acá fue ciertamente un fracaso, pero, en cierto sentido, cristalizó algunas de las transformaciones que eran necesarias en la iglesia chilena. Marcó un cierto remezón, el que culminó en la pedida de renuncia a todos los obispos del país.
Sostiene que “eso que pasó hace 8 años está dando sus frutos. Aunque, insisto, la Iglesia es un animal lento y para ver cambios hay que tener un poquito de paciencia”.
–Volvamos a la Compañía de Jesús. Ahora recién acaban de cambiar al responsable de la provincia de Chile, como dicen ustedes. Gabriel Roblero cumplió seis años a cargo y ahora asume el recién nombrado Juan Cristóbal Beytía. De nuevo, ¿qué importancia tiene eso a los católicos?
–El superior general que está en Roma, el padre Arturo Sosa, nombró a Juan Cristóbal Beytía. ¿Qué significa? Que sale uno y entra otro. Y que todo cambio es oportunidad de una cierta renovación. Generacionalmente, son más o menos de la misma edad, pero tienen experiencias distintas. La decisión del padre general está relacionada con los desafíos actuales de la compañía de Jesús en Chile.
El capellán del Hogar de Cristo, José Francisco Yuraszeck, junto al arzobispo de Santiago, Fernando Chomalí, único chileno que participó del cónclave donde Robert Prevost salió investido como papa León XIV. AGENCIA BLACKOUT AGENCIA BLACKOUT
–¿Cuáles son esos desafíos?
–El primero es al que hemos llamado redimensionamiento. Cuando yo entré a la Compañía de Jesús hace 25 años, éramos 200. Ahora somos la mitad. Tenemos que pensar la manera de seguir adelante con nuestra misión en los lugares y obras donde se nos requiere siendo menos. Ese es un súper desafío. Otro, muy grande, es cómo logramos transmitir la fe a las siguientes generaciones. Ahí hay una crisis mayor en la iglesia. Por la creciente secularización de Chile y por el desprestigio de la iglesia. Necesitamos nuevos jesuitas para que se hagan cargo de la misión. Ahí hay una parte que le corresponde al Espíritu Santo, pero tenemos que ayudarlo.
–Complejo, porque no tienen buena prensa. Existe una animadversión evidente contra la Compañía de Jesús. Por un lado, hay quienes los acusan de “buenistas” y eso se refuerza con la imagen de que son en su mayoría hijos de la elite. Es tu caso.
–Primero cada uno es como es y de dónde viene. No tengo ningún rollo con los motes y las caricaturas. Creo que esa cierta animadversión nos la hemos ganado por ciertas posturas que hemos tomado. Particularmente relacionadas con la migración en Chile, con el tema de los campamentos, con el trabajo con las personas en situación de calle. En Chile se ha instalado la aporofobia, una bronca irracional contra el pobre, el distinto, el extranjero. El Servicio Jesuita al Migrante, Techo, el Hogar de Cristo son vistos como responsables del fenómeno migratorio, por ejemplo. Yo pienso que eso es injusto y falso, pero si se nos ataca por defender a los más pobres, bienvenido sea el ataque.
Pese a la mala prensa, a la aludida animadversión, al que se les asocie con causas impopulares, como el masivo fenómeno migratorio, José Francisco Yuraszeck insiste en que el Hogar de Cristo, por ejemplo, ha mantenido la lealtad de sus socios y voluntarios. “Siento que seguimos contando con la confianza de las personas, a diferencia de otras organizaciones, como el poder legislativo, el sistema judicial. Eso lo constatamos mes a mes en la forma de donaciones y aportes que nos permiten, no sin dificultad, seguir trabajando por los más pobres entre los pobres. Hay ahí una confianza evidente, pero a la crisis de credibilidad de muchas instituciones y a eso que llamas mala prensa. Es una dualidad llamativa que da para pensar”.
Aporofobia, la fobia a los pobres, es un concepto que acuñó la filósofa española Adela Cortina hace décadas. La usó por primera vez en 1995. En 2017, la palabra fue incorporada a la Real Academia de la Lengua para designar algo más amplio que la xenofobia o el clasismo. El padre Pepe la cita para designar el rechazo a aquellos que en esta sociedad del intercambio, del dar y recibir, no parecen tener nada que ofrecernos. Los pobres. Los nadies, como decía Galeano.
Ahí caben los migrantes, con los que trabaja el SJM; los sin casa, a los que atiende Techo; las personas en situación de calle, por las que trabaja el Hogar de Cristo; las comunidades mapuche de Tirúa, donde la Compañía de Jesús tiene un grupo de tres sacerdotes acompañándolas, bajo en nombre Fundación Licán. Eso entre otras varias obras sociales que se dedican a apoyar a los más vulnerables.
El capellán José Francisco Yuraszeck está en su cargo desde 2018. AGENCIA BLACKOUT
–¿Cuál es el sentido de esas fundaciones diversas? ¿Qué buscan y cómo lo hacen?
–Mira, en términos globales hay tres conceptos, tres acciones, que toda obra social vinculada a la Compañía de Jesús, debe tener. Primero, inserción o cercanía con las comunidades más sufrientes. Segundo, reflexión, para profundizar en la causa de ese sufrimiento. Y, por último, incidencia, que es aportar a la transformación de las políticas públicas, de las leyes, de las instituciones. De eso se trata. De lograr que toda la sociedad vea esos dolores para procurar juntos, sector público, empresas, sociedad civil, mundo académico, abordarlos y resolverlos. Inserción, reflexión e incidencia.
En agosto, cuenta el jesuita, se presentará un libro titulado “Cartografía Social de Chile 2025”, que esta primera vez estará centrado en temas vinculados a habitabilidad y territorio. Uno de sus capítulos mostrará donde están las principales brechas sociales en todo el país. Dónde se requiere más ayuda y apoyo para superar carencias profundas. No suelta prenda sobre cuáles son esos territorios y falencias, pero sí reflexiona sobre cómo le resulta a su orden, la Compañía de Jesús, el trabajo social:
–No siempre lo hacemos bien, pero tratamos de hacerlo lo mejor posible. Además, las sociedades van cambiando. Me parece que ahora ha cambiado el favor del viento. Si antes había un deseo de ser compasivo con quienes viven en campamentos, hoy priman el miedo y la desconfianza, que generan segregación. Estamos en el imperio más de lo negativo que de lo misericordioso.
El rechazo, la aversión, el miedo y la hostilidad hacia las personas en situación de pobreza o vulnerabilidad se extrema en el caso de los migrantes. “Se les denuesta, aunque la mayoría son seres humanos honrados que huyen de situaciones terribles. En lo político, económico y social. Personas que vienen y desean sacar adelante a sus familias, ganándose honradamente la vida”, dice, sabiendo que su discurso es impopular. Pero de eso se trata la misericordia.
–Lo que nosotros buscamos en poner al centro a las personas para ayudarlas a que rompan el círculo de la pobreza y salgan adelante. ¿Cómo no les vamos a atender una mano si son personas y ya están aquí? Lo mismo sucede con quienes viven en campamentos, o están en situación de calle, o han sido abandonados por estar enfermos y ser mayores. Buscamos apoyarlos para que se integren a la sociedad y sean un aporte. No como sujetos de beneficencia, sino como participantes activos para la transformación de la sociedad.