–Soy un buscador.
–A ver, profundicemos.
–Siempre ando buscando, siempre quiero más. Pienso que no logro todavía morder en profundidad el misterio de la vida. Y eso me mantiene joven, porque siento que siempre estoy empezando, que todo está por hacerse. También me defino como una persona que valora mucho el trabajo y la entrega de los demás. Si hay algo que me emociona es cuando a alguien le va bien. Bien, en el sentido amplio de la palabra. Bien porque es capaz de entregarse, de dar a los demás. En ese sentido, le tengo mucho aprecio a la mujer chilena. A la madre de familia, que está sola y que logra sacar a su familia adelante con una dignidad extraordinaria. Eso me emociona mucho.
–¿Y cuál sería su pecado capital?
–Que nunca estoy satisfecho. Nunca estoy del todo contento. Me falta reconocer más todo lo que he recibido. Eso me entristece, porque habiendo tenido y teniendo tanto en el ámbito familiar, educativo, profesional, no lo he valorado lo suficiente.
El cardenal Fernando Chomali en su oficina del Arzobispado de Santiago. AGENCIA BLACKOUT
Fernando Chomali (68) está en su oficina del Palacio Arzobispal, al lado de la Catedral de Santiago. Desde octubre de 2023, es el arzobispo de Santiago de Chile, reemplazando al capuchino español Celestino Aós, que gobernó la iglesia santiaguina, entre 2019 y 2023.
Chomali es puro power.
El que se visibilizó aún más al ser el único cardenal chileno que participó del reciente cónclave, donde fue elegido el agustino estadounidense Robert Prevost para suceder al papa Francisco. Hoy, día por medio, sale entrevistado u opinando en la prensa.
¿Cuánto ha cambiado la vida de este ingeniero de 68 años, hijo de dentista, ex alumno de la Alianza Francesa, de origen palestino, poeta cuando el tiempo se lo permite, desde que dejó el arzobispado de Concepción para asumir el de Santiago? Así responde:
–Llevo dos años y algo aquí, y la verdad es que no ha cambiado nada. Yo hago exactamente lo mismo que he hecho siempre. La única diferencia es que si en Concepción decía veinte veces al día “no puedo”, acá lo hago doscientas veces. Me levanto temprano en la mañana, rezo, hago deporte, tengo una agenda completa todo el día y me acuesto en la noche, cansado, ofreciéndole a Dios todo lo que pude hacer. En Concepción, en Santiago, donde sea que esté, el día tiene 24 horas y, por lo tanto, hago lo mismo. Pero la demanda de atención es mucho más alta acá, lo que significa que más gente queda postergada, por así decirlo, y tengo que optar. Hay que estar optando permanentemente.
El cardenal Fernando Chomali fue el único chileno presente en el Cónclave que escogió a Robert Prevost como sucesor de Jorge Bergoglio.
Fernando Chomali ha contado infinidad de anécdotas sobre el cónclave. Ha descrito decenas de veces la sencillez del nuevo papa, León XIV, que lo invitó a su mesa la noche tras ser electo, por ejemplo. Ahora le pedimos una síntesis de lo más sustantivo que le dejó esa experiencia.
–Quedé admirado de la cantidad de gente que lloraba a Francisco, el papa difunto. También me admiró la sencilla solemnidad de su funeral. Me resultó admirable el maravilloso espíritu de fraternidad que primaba entre los cardenales. Éramos todos de lugares, de culturas, de historias, de experiencias tan distintas, pero se percibía la unidad y la hermandad. La verdad es que llegué de regreso a Santiago con mucha fuerza para promover eso: la unidad y la fraternidad.
–La ocurrencia de lavar la camisa blanca en la tina de su habitación en el Vaticano la noche antes del cónclave y subir la imagen a redes sociales, ¿cómo surgió? ¿Por qué lo hizo?
–Mira, lo que pasó es que había que ponerse la sotana todos los días y eso exige camisa blanca. Yo no tengo costumbre de usar sotana y el calor en Roma esos días era enorme. Yo andaba con sólo dos camisas blancas y estaba obligado a lavar una a diario. Ser cardenal no quita la responsabilidad que tiene todo ser humano de lavar su ropa, su camisa, de andar limpio. Yo hacía mi pieza, mi cama a diario, no me complica eso. Y fue una ocurrencia con algo de humor también. Como para representar que las cosas serias y preciosas, como elegir un nuevo papa, se dan en el ámbito de la normalidad. De la humanidad.
El papa Francisco tenía eso, afirma. “Él sostenía que la autoridad se gana sirviendo. Y es así. Él marcó un cambio. Su figura representa un antes después dentro de la iglesia”.
–¿En qué consiste ese antes-después que marca Francisco?
–Yo resumo su visión del mundo en dos partes. Una tiene que ver con que hay mucho católico desencantado y él trató de sumarlos, de re encantarlos a través de la misericordia. Por eso insistía tanto en el todos, todos, todos, porque se daba cuenta que había mucha gente que se sentía excluida de la iglesia. Y lo segundo es la idea de ganar autoridad sirviendo. No hay otra manera de ser sacerdote, diácono, arzobispo, cardenal, papa, que no sea sirviendo a los demás. A él le molestaba la superioridad del clericalismo. Y usaba expresiones tan impresionantes, como “los quiero con olor a oveja”, “no quiero sacerdotes perfumados”, “no los quiero en autos elegantes”. Eso, sin lugar a dudas, marca una diferencia y él dio el ejemplo.
Afirma que Francisco era un intelectual, aserto en el que no todos están de acuerdo. Pero Chomali insiste en que “el papa era un gran intelectual, pero que se daba cuenta de que la vida pastoral, se juega en el área chica”.
–También era un gran metepata. Metía la pata con frecuencia. Su viaje a Chile, en el verano de 2018, es una dura demostración de eso.
–Él se reconocía, digamos, muy espontáneo. Pero ¡quién no mete la pata!
Fernando Chomali hasta ahora no ha metido la pata. Pero ha sido de una franqueza bien notable. Hace un mes o más dijo en una entrevista, a propósito de las burlas a la fe pública, como el escándalo de las licencias médicas fraudulentas, donde hay toda suerte de funcionarios y autoridades involucradas, que “Chile va camino de pasar de democracia a cleptocracia”.
–¿Mantiene la crítica a los políticos que vienen a servirse a sí mismos y no a servir a los más necesitados?
–No es que lo diga yo, la realidad es porfiada y, ante los escándalos, la gente se siente estafada. Cuando la gente ha restado meses, años, haciendo fila para una operación y lee que en tal hospital se opera de inmediato a los parientes de directivos y funcionarios, es impresentable. Vivimos en una suerte de hipocresía colectiva que nos ha hecho mucho daño. Por eso, creo que hoy lo que necesitamos en Chile son héroes y santos, los que lamentablemente están muy ausentes.
–Usted, que es un usuario intensivo de las redes sociales, ¿comparte con el párroco de Olmué, el sacerdote Enrique Opaso, que la toxicidad, frivolidad e irresponsabilidad de esos medios han dañado gravemente a nuestra sociedad?
–Mire, el trigo y la cizaña crecen juntos. Si uno no está en las redes, va a estar otro. Por lo tanto, es mejor estar. A mí no me toma más de cinco minutos hacer un tuit y con esa acción logro llegar a mucha gente a la que de otra manera no llegaría. La Santa Sede sacó un documento sobre las redes sociales, donde sostiene que son un eficiente método de evangelización. Creo que el padre Opaso tiene razón sobre la odiosidad que impera en las redes sociales, pero yo he optado por estar en ellas y usarlas positivamente.
–Monseñor, ¿usted se define como un hombre de izquierda o de derecha?
–Me defino como una persona que cree que la verdad es sinfónica y que cada uno puede hacer un aporte. Tanto la izquierda como la derecha tienen antropologías, en mi opinión, erradas. Antropologías materialistas que no se condicen con la dignidad del ser humano. Pienso que hay principios básicos, los de la doctrina social de la Iglesia, que son los que debiesen iluminar al país. El primero es la dignidad de la persona humana, el respeto a la vida, desde momento de la fecundación hasta la muerte natural. El derecho de los padres a educar a sus hijos, la libertad de emprendimiento, la promoción de la libertad religiosa como una forma importante de vivir. Pienso que estos principios son los que nos pueden llevar a una sociedad fraterna donde nadie sobra.
–¿Qué expectativas tiene sobre la próxima elección presidencial?
–Las elecciones son procesos complejos, porque las discusiones, los desencuentros, están presentes todo el tiempo. Pero los papas pasan, los presidentes pasan, los cardenales pasan, todo pasamos… Y, al final, lo que queda es lo que hemos ido decantando en el tiempo. En ese sentido, me esperanza la solidaridad que surge en Chile frente a los problemas serios, a los dramas naturales. Independientemente del gobierno que haya, Chile va a mantener su tradición democrática a través de elecciones que son impecables. Poner la confianza en un presidente, me parece un poco ingenuo, hay que poner la confianza en lo que se ha ido decantando en 200 años de historia chilena: tradición democrática y tradición cristiana.
Más que en el presidente electo, el cardenal pone su confianza “en el Espíritu Santo, que va conduciendo la historia de una manera misteriosa, pero muy real”. En eso cree.
Fernando Chomali ha sido claro en su condena a los que está sucediendo hoy en Gaza. Sostiene que “el gobierno de Israel es un fracaso que se traduce en muerte, en más violencia. Cualquier persona de buen corazón, independiente de la religión que tenga lo, tiene que condenar de manera absoluta”.
Lamenta la aparición de grupos religiosos y políticos radicalizados, a los que considera “lo más peligroso del mundo”. Afirma: “La libertad religiosa es un principio que tenemos que cuidar como parte de la democracia. Por eso me gustan mucho los dones del Espíritu Santo, que nos dan prudencia, sabiduría, inteligencia para discernir”.
–En Chile, las iglesias cristianas gozan de mejor salud que la iglesia católica. ¿Cómo se explica ese crecimiento?
–He conocido mucha gente que ha encontrado en la iglesia evangélica acogida y ayuda. Eso es muy notable. Las personas privadas de libertad, por ejemplo, encuentra en ella fraternidad y un camino de transformación. Pero yo estoy preocupado de cómo cautivar con mi testimonio a los católicos de buena voluntad para que vuelvan a la iglesia. Mi mayor preocupación es esa mucha gente que ha dejado de creer. Los que piensan que pueden vivir sin Dios, sin ser parte de una comunidad, y que creen que pueden batírselas por sí mismos.
Fernando Chomali es asertivo, directo, claro. Y ha logrado a partir de esa personalidad convertirse en un potente vocero de la iglesia católica. AGENCIA BLACKOUT
–¿Cómo piensa atraer a esas ovejas?
–Un experto me decía una vez que a la iglesia necesitaba una buena estrategia de marketing. Yo pienso que no. Lo que la iglesia necesita son testigos. Testigos del Evangelio. Y eso, créeme, es mucho más difícil que preparar una gran estrategia de marketing, porque eso toca tu vida y no siempre estamos dispuestos a vivir con coherencia nuestro nuestra vocación.
–Muchas gracias, cardenal. Una duda antes de terminar: ¿cuál es el trato correcto para dirigirse a usted?
–Hay distintos tratos en distintos lugares. Por ejemplo, mi familia, mis amigos, la gente de confianza, me trata de Fernando y eso me parece excelente en una conversación como ésta, tan grata y tan profunda. Cardenal, está bien, perfecto. En Roma, a los cardenales los tratan como eminencia reverendísima. A mí la verdad que más que como me nombren, me importa que en toda relación humana haya mucho respeto. Alguien me puede tratar de “eminencia reverendísima”, pero me puede despreciar y pelar, mientras otra que me dice Fernando me respeta como ser humano y, al final, eso es lo que vale en las relaciones humanas. El trato en la iglesia responde a largas tradiciones, y yo no soy nadie para desecharlas.
–A usted le carga el pelambre. ¿Por qué?
–La verdad es que el pelambre hace mucho daño. El Papa Francisco decía que la lengua era una piedra muy pesada. El daño que hace es enorme, sobre todo en un país con problemas tan complejos, como son la migración, la segregación social. Son temas que no han sido tratados con la profundidad que merecen. Ha habido y hay mucha frivolidad para abordar esas temáticas -concluye Fernando Chomali.