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Personas en Situación de Calle

Vivienda Primero llega a Coquimbo: Todo sobre una singular mudanza

Este dispositivo social, que entrega una vivienda compartida para dos personas mayores de 50 años con más de 5 viviendo en la calle, está presente en las regiones Metropolitana, Valparaíso, Maule, Biobío y Los Lagos. Ahora se implementa en la Cuarta Región. Favorece a 20 hombres en Coquimbo y La Serena. Diecinueve de ellos eran usuarios frecuentes de las hospederías del Hogar de Cristo. Conocimos en profundidad a cinco de ellos y a los responsables de poner en marcha este revolucionario cambio: pasar de un ruco a una vida digna.
Por Ximena Torres Cautivo
Julio 16, 2025

“El viejo de los globos”, como se hace llamar Raúl Funes (57) –y como también lo conocen los hinchas de Coquimbo Unido–, luce como el más próspero de los jubilados de Miami. Después de vivir por décadas en situación de calle y haber sido usuario regular de la Hospedería del Hogar de Cristo en La Serena los últimos 3 años, ahora nos recibe en su moderno departamento de grandes ventanales.

Ubicado en primera línea, junto a la Avenida del Mar, conversamos en su balcón del piso 18, con amplia vista al Océano Pacífico. Son las seis de la tarde, el astro rey está bajando rápidamente y la puesta de sol en el mar de la Bahía de Coquimbo promete ser digna de un catálogo inmobiliario.

Desde el piso 18, la vista a la Bahía de Coquimbo es una belleza. Raúl Funes reflexiona. “Más de alguien dirá qué tremendo premio para esos torrantes”. Por eso se empeña en aplicar lo que le enseño la calle: pasar inadvertido. Siempre sonreír. Él es uno de los 20 favorecidos con Vivienda Primero en Coquimbo.

Un lujo. Un sueño. Una notable oportunidad que este hombre comparte con Irenio Alarcón (51), penquista. Irenio, hombre triste por antonomasia, que cayó en el consumo y terminó viviendo en la calle por tremendas penas de amor, es justo lo opuesto al alegre y positivo Raúl Funes. Mientras Raúl está con shorts y camiseta de fútbol, Irenio parece vestido para ir a un matrimonio… o a un entierro. Quizás por estar en las antípodas, los especialistas pensaron que serían los mejores roommates, compartiendo este departamento playero.

Irenio Alarcón es el compañero de departamento de Raúl Funes. Ambos dicen que están aprendiendo a convivir en armonía. Irenio es de Concepción, pero se arraigó en el Norte Chico y hoy es otro de los beneficiarios de Vivienda Primero.

Ambos integran el grupo de 20 hombres mayores de 50 años, con al menos 5 viviendo en calle, que el equipo social del Hogar de Cristo en conjunto con los expertos de la Subsecretaría Regional de Desarrollo Social y Familia, seleccionaron para iniciar en la región de Coquimbo el revolucionario programa Vivienda Primero. Con presencia en cinco regiones, ahora debuta en Coquimbo, con un total de 6 casas y 4 departamentos que albergan a 20 personas. Son dos por vivienda. Hombres, todos. Diecinueve de ellos han pasado por alguno de los dispositivos calle que ofrece la obra de Alberto Hurtado: hospederías, rutas calle, programas de emergencia.

Juan Contreras, el autoproclamado mejor vendedor de parches curita del mundo y su amigo Juan Díaz, están ubicados en un condominio de departamentos en La Florida, un sector nuevo al interior de La Serena. Alfonso Rojas y Jorge Núñez comparten armoniosamente una casa de dos pisos en un plácido barrio alejado del mar en Coquimbo. Cerca de ahí, está la flamante vivienda de un piso de Feliciano Rute. Con 77 años, es el mayor de los 20 beneficiados, y vive con un amigo poco comunicativo, que prefirió no ser entrevistado. Tampoco quiso posar para las fotos Petaco, el gato que tenían en la Hospedería Betania, que cerrará sus servicios próximamente. Su cierre es parte del cambio de estrategia social del Hogar de Cristo, que busca implementar ayudas que no sean meros paliativos, sino que logren la real inclusión de las personas en situación de calle. Como sucede con Vivienda Primero.

El gato Petaco, pese a lo huraño, es el mejor amigo de Feliciano y se mudaron juntos. A todos estos hombres, 5 de un total de 20, los visitamos para conocer sus historias y comprender la tremenda logística que hay detrás de una mudanza tan especial y masiva.

PASAJE A JERUSALÉN

Dicen que casarse, ser padres y mudarse son algunas de las situaciones que generan mayor estrés en los seres humanos. Pero ¿qué conciencia de mudanza puede tener alguien que ha vivido durante años en la calle? ¿Personas que no han contado ni siquiera con una llave para abrir una puerta? ¿Que han olvidado cómo es dormir en una cama, encender el calefón, tener servicios higiénicos, convivir con vecinos?

¿Cómo se implementa un cambio de domicilio tan singular? ¿Con qué criterio y qué dificultades enfrentan los encargados de acomodar en una vivienda a dos personas que no son familiares? ¿Cómo se convence al administrador de un edificio que los arrendatarios serán buenos vecinos cuando han dormido por años en hospedería, albergues, bajo los puentes o en un improvisado ruco? ¿De qué manera se selecciona a los beneficiados?

Son decenas las preguntas que surgen frente a la implementación de Houssing First o Vivienda Primero, programa social que el Ministerio de Desarrollo Social decidió traer a la región de Coquimbo. Y que ya está siendo operado por el Hogar de Cristo.

La iniciativa propone ofrecer una vivienda digna y permanente como primer paso a las personas en situación de calle, sin condiciones previas como la abstinencia de drogas o alcohol. La lógica es que las personas no pueden resolver problemas de salud mental, adicciones o trabajo si antes no tienen un hogar seguro. Este modelo se opone al enfoque tradicional de “escalera”, que exigía progresos sucesivos para “merecer” una vivienda. Su creador, el psicólogo estadounidense Sam Tsemberis dice: La solución a la falta de vivienda es la vivienda. Los servicios son opcionales, la vivienda no”. Esta frase rompe con la lógica asistencialista clásica: la vivienda no es una recompensa, es un derecho básico y punto de partida para cualquier proceso de recuperación e inclusión.

El trabajador social Omar Jeraldo conoce a todos los que solían acudir a la Hospedería Carmen Goudet y que hoy forman parte del programa Vivienda Primero de Coquimbo.

El año pasado, el trabajador social del Hogar de Cristo, Omar Jeraldo, quien conoce a varios de los hombres seleccionados, ya que eran usuarios de la Hospedería Carmen Goudie de Coquimbo, nos habló de uno en particular: Raúl Funes, “el viejo de los globos”. Destacó “su autonomía, perseverancia y capacidad de autogestión”. Nos contó que Raúl era muy querido en la hospedería. Que habían intentado que viviera con unos familiares, pero no resultó. “No es fácil para una persona que ha pasado en la calle, solo, por tantos años, convivir con otros”, dijo. También comentó otras de sus muchas virtudes personales:

-Raúl, siendo que es un hombre tan solo, con una historia dura, con antecedentes delictuales que ha logrado limpiar, no mendiga. Trabaja en albañilería cuando surge alguna peguita. Y, como tiene una discapacidad, ha sido capaz de ahorrar parte de esa pensión en una libreta. Él se inscribió en un Comité para la Vivienda. Postuló y logró ser tratado como cualquier ciudadano. Ahora va avanzando su postulación al subsidio. Todos esperamos que pronto logre tener su casa.

Eso fue a mediados de 2024, hoy Raúl es el flamante beneficiario de Vivienda Primero en Coquimbo, asiste a clases de inglés y espera que eso le ayude a llegar a Jerusalén, tierra que siempre ha soñado conocer.

MANSO PREMIO PA´ESOS TORRANTES

En su balcón con vista al mar, Raúl nos explica:

-Sé que por ahora esos terrenos de Israel son peligrosos, pero cuando pasen los vientos de guerra, iré a la tierra donde caminó el Señor. Yo no tengo religión, pero soy un agradecido de Dios. He estado como cinco veces en la UCI, donde siempre llegué casi muerto, hasta que un día pensé: No soy un gato, no tengo siete vidas, debo cambiar. Desde entonces dejé de tomar y de fumar pasta base. Tomé esa decisión después de quebrarme la columna. Me caí de una altura de un par de metros, estaba enfermo de curado. Ese accidente me salvó la vida, porque me obligó a cambiar.

Es simpático y elocuente. Dice que la calle le enseñó a tratar siempre de caer bien. Hay que saludar, sonreír, no comprarse problemas. Pero tampoco hay que dejarse atropellar. “La calle está llena de curados, de drogados, de gente que anda buscando camorra. Por eso a choro, choro y medio, pero sólo cuando no queda otra. Lo mejor es virarse. Pedir por favor y amoldarse”.

-Ahora te estás amoldando a compartir una casa con tu compañero Irenio Alarcón. ¿Cómo está resultando la convivencia?

-Uno se tiene que adaptar, acomodarse a los horarios y costumbres del otro y complementarse. Yo siempre en mi vida he tratado de molestar lo menos posible y aquí aplico eso. También sé que habrá gente que dirá “manso premio que les dieron a esos torrantes”, y trato de llamar lo menos la atención posible. Veo la piscina allá abajo y, aunque ahora no me meto porque es invierno, dudo que lo haga en verano, porque la gente puede que desconfíe de mi aseo personal. Estar en este lugar tan lindo es un sueño para cualquiera, pero para uno que vivió botado en la calle, tapizado en sebo, cuidando sus pocas cositas para que no te las robaran, esto, es mucho más que un sueño. Es algo que requiere disciplina y humildad.

Raúl Funes en su dormitorio en suite. Cree que Vivienda Primero ahora que llegó a Coquimbo le será importantísima, pero su sueño es lograr el subsidio para tener una casa propia.

El mayor hincha de Coquimbo Unido nos muestra su dormitorio en suite, que también tiene balcón con vista a la bahía. Dice que no lo sortearon. Que se dio así y que él le ofreció a su compañero Irenio cambiar, ya que el segundo dormitorio no tiene balcón ni el baño en suite.

Conversando en confianza, cuando le preguntamos por qué no ha tenido hijos ni mujer, con una sinceridad que conmueve, nos dice:

-¿Sabe?, yo estoy usado apenas un 10 por ciento más o menos sexualmente hablando. O sea, no he tenido tantas relaciones amatorias. No me gustaba eso de montarse encima, así a lo bruto, sin sentimientos, en la calle. Quizás ahora tenga más posibilidades. Quién sabe. En todo caso, yo ahora pienso que si me sale el subsidio y puedo optar a una casa mía, el cupo en este lugar fabuloso quedaría para otro.

Su compañero Irenio, que está hoy tan elegante, explica que no siempre viste tan formal. Hoy es especial porque hará una disertación frente a su curso. Estudia primer año de la carrera Técnico en Rehabilitación en el centro de estudios CEDUC de Coquimbo y sueña con egresar y trabajar ayudando a otros. Él ya no consume drogas y sólo esporádicamente toma alcohol.

Ha logrado superar la muerte de su amada, una mujer a la que conoció por Facebook y que casualmente había sido pareja de un primo suyo. “Dejé Conce por ella. Acá supe que padecía sordera a causa de los golpes que le había dado mi primo, que era un cafiche explotador. Yo la amé. Nos amamos. Llegamos a arrendar juntos una pieza, pero ella enfermó. Necesitaba un trasplante de riñón. Murió hace dos años y eso me llevó al consumo y a vivir en situación de calle hasta que el Hogar de Cristo me salvó”, dice, con esa melancolía que lo atraviesa.

Nos muestra su habitación pintada de azul, como el océano, que desde hace dos meses alguien puso frente a su ventana. Su informe social destaca el interés por aprender, por trabajar y por sacar ese cartón que al cabo de dos años lo calificaría “para ayudar a rehabilitar a otros como yo”.

Cómo se arma la convivencia en esta revolucionaria experiencia de Vivienda Primero en Coquimbo. No es tarea fácil y para eso cuentan con el equipo psicosocial que los apoya. Es el caso de Raúl e Irenio.

20 ENTRE 983

María Teresa Moreno, trabajadora social, que es la jefa de operación territorial del Hogar de Cristo en Coquimbo, se convirtió en experta en corretaje de propiedades estos últimos seis meses. Cuando se supo que la fundación sería la responsable de la puesta en marcha de Vivienda Primero en la región, empezó a buscar viviendas. Asegura haber visitado unas 60. Con un presupuesto de 500 mil pesos mensuales de arriendo por vivienda, debía encontrar 10 para acomodar a 20 arrendatarios muy particulares. En el camino, aprendió mucho.

Como que es más práctico y fácil encontrar casas para este perfil. Por eso, de las 10 viviendas, 6 son casas. “Las administraciones de los edificios son mucho más exigentes. Tienen reglas muy estrictas de convivencia. A uno de los beneficiados tuvimos que cambiarlo, porque su moto eléctrica para discapacitados empezó a generar problemas de dónde la cargaba o estacionaba. Además, hay mucho prejuicio, mucho. Cuando decía que era para un programa social del Hogar de Cristo ya empezaba la reticencia, pero después, cuando explicaba que en esa casa vivirían dos personas mayores con experiencia de vida en calle, era todavía peor. A esas dificultades, se suma que el costo se eleva porque hay que pagar gastos comunes”. Cuenta que aprendió a seducir con argumentos. Más prácticos que solidarios:

-Les decía a los corredores o directamente a los propietarios de las viviendas: “El Hogar de Cristo tiene estándares de transparencia más altos que los demás empresas y más que los de un particular. O sea, nosotros pagamos los dos meses de garantía, no nos atrasamos ni un día en el pago del arriendo. No nos atrasamos nunca. Y damos garantía de que al irnos dejaremos la propiedad mejor de lo que estaba al recibirla. En esto está nuestra reputación de por medio”. Eso es lo que convence.

El equipo a cargo de la implementación de Vivienda Primero en Coquimbo lo integran el psicólogo Kevin Castillo, la terapeuta ocupacional Natalia Rojas y la trabajadora social, Tamara Mancilla.

El joven psicólogo Kevin Castillo es el encargado de la operación de Vivienda Primero en la región. Como cree firmemente en los resultados del programa, se la juega en cada detalle. En su auto, se lo ha pasado yendo y viniendo del Home Center a los distintos puntos de La Serena y Coquimbo donde se ubican las 10 viviendas. Como muchas son nuevas, le ha tocado comprar muebles, electrodomésticos, ropa de cama, ollas, platos, vasos. Y, además, hacer de electricista, gasfìter, pioneta. En estas tareas y en las de apoyo sicológico y práctico, lo acompañan una trabajadora social, Natalia Rojas, y una terapeuta ocupacional, Tamara Mancilla. Ellas se ocupan de conectar ahora mismo a Feliciano Rute, el mayor de los recién mudados, con los especialistas médicos del Centro de Salud Familiar correspondiente. En eso estaban, cuando pasamos a visitarlo; coordinando unos trámites para una inminente operación.

Todo el equipo involucrado entrega datos: de los 20 beneficiados, 10 tienen algún tipo de ingreso estable: pensión por invalidez, discapacidad mental, subsidio calle, la que sirve para financiar los gastos cotidianos. La mitad también algo sabía de la existencia de Vivienda Primero y en las hospederías preguntaban con interés si alguna vez llegaría a la Región de Coquimbo, que tiene oficialmente 893 personas en situación de calle, según el Censo 2024.

Kevin Castillo junto al trabajador social Héctor Toro. Él estaba a cargo de la Residencia Betania de La Serena. Hoy centra sus expectativas en programas como este Vivienda Primero que llega a Coquimbo con una propuesta mucho más integral y menos asistencialista,

Dice Kevin Castillo:

-Es muy emocionante ser parte de esto. Yo soy soltero. Nunca había armado un closet, instalado un refrigerador, perforado paredes para acomodar estantes, pero he hecho todo eso, además de dar contención a los chiquillos y acompañarlos en sus procesos de instalación y en sus trámites para reinsertarse socialmente. Ahora mismo me he pasado el día conteniendo a Irenio, quien al parecer va a reprobar un ramo de su carrera. Eso lo tira para abajo, como a cualquiera, pero en su caso la sensación de frustración se agrava por su historia y sus características de personalidad.

No sólo Kevin Castillo, todos sentimos lo mismo esta tarde en que culminamos la visita a cinco hombres que han dejado de vivir en la calle: Irenio debe recibir todo el apoyo posible para que termine su carrera técnica. Eso es parte sustantiva de Vivienda Primero, una política social que no es un parche, sino una solución definitiva e integral para los más pobres entre los pobres.

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