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A 25 años de la muerte del cardenal Silva Henríquez:

“Un país donde reine la solidaridad”

Recordamos hoy a quien fuera un soporte moral en los tiempos más duros de nuestra historia reciente. Raúl Silva Henríquez murió con el siglo 20 –el 9 de abril de 1999– y fue protagonista de casi treinta años de historia. Su trabajo en defensa de los derechos humanos a través de la Vicaría de la Solidaridad habla de una Iglesia muy distinta a la que conocemos hoy. Intriga pensar cuál sería hoy su mirada al respecto.

Por Matías Concha

9 Abril 2024 a las 17:21

Raúl Silva Henríquez, nacido el 27 de septiembre de 1907, fue arzobispo de Santiago en uno de los periodos más convulsionados de la historia de Chile. Fue además el decimosexto de los 19 hijos del matrimonio formado por Ricardo Silva Silva y Mercedes Henríquez Encina. Su padre fue un acaudalado agricultor de la zona central de Chile. No en vano, su biógrafo lo considera “un patricio”.

En mayo de 1961, el papa Juan XXIII lo designó arzobispo de Santiago, sucediendo al cardenal José María Caro. Sorprendentemente, solo un año después, en febrero de 1962, el mismo Papa elevó a Silva Henríquez al rango de cardenal, otorgándole el capelo cardenalicio en marzo del mismo año.

Vicaría de la Solidaridad

El cardenal Silva Henríquez, cuyo pensamiento siempre estuvo marcado por su apertura al diálogo, estableció en 1976 la Vicaría de la Solidaridad, ubicada en el Arzobispado de Santiago, a un costado de la Catedral Metropolitana. Durante sus 16 años de existencia, la Vicaría dedicó sus esfuerzos a otorgar asistencia jurídica, económica, técnica y espiritual a las personas perseguidas por el régimen militar y sus familiares, además de defender sus vidas y promover apoyo social a los más pobres.

Mi sueño de Chile

Su sensibilidad quedó reflejada en el segundo párrafo de la memorable carta titulada “Mi sueño de Chile”, en noviembre de 1991, donde señalaba: “Quiero que en mi país todos vivan con dignidad. La lucha contra la miseria es una tarea de la cual nadie puede sentirse excluido. Quiero que en Chile no haya más miseria para los pobres. Que cada niño tenga una escuela donde estudiar. Que los enfermos puedan acceder fácilmente a la salud. Que cada jefe de hogar tenga un trabajo estable y que le permita alimentar a su familia. Y que cada familia pueda habitar en una casa digna donde pueda reunirse a comer, a jugar y a amarse entrañablemente”.

Reconocimientos

En 1971, Silva Henríquez recibió el Premio de Derechos Humanos otorgado por el Congreso Judío Latinoamericano y, en 1978, fue honrado con el Premio de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, entre muchas otras distinciones. Su obra más importante, la Vicaría de Solidaridad, también fue galardonada en 1986 con el Premio Príncipe de Asturias. El día de su funeral, el 9 de abril de 1999, miles de personas corearon en las calles: “Raúl, amigo, el pueblo está contigo”, un testimonio espontáneo del sentimiento de los chilenos hacia la obra del cardenal.

Un autentico patricio

El periodista y Premio Nacional de Periodismo, Ascanio Cavallo es una de las voces más autorizadas para recordar a Silva Henríquez, ya que fue su biógrafo a expresa solicitud del cardenal. Se reunió con él regularmente durante un largo período y escribió un texto que lo pinta tal cual fue. Entrevistado en el sitio de la Conferencia Episcopal en 2013, Cavallo dijo de él.

-Él hablaba así. Decía: “Mi familia tiene 400 años”. Era un patricio, digamos. Se sentía parte de las familias fundadoras de Chile, de una manera distinta de la aristocrática, aunque yo creo que tenía algo de aristocrático, pero él decía: “Yo sé lo que es mi país, yo sé lo que es mi pueblo”. No hablaba de la élite. Pero por supuesto que era el comportamiento de un aristócrata, de alguien que siente que aunque no tenga un centavo, esta tierra le pertenece entera porque llegó hace 400 años. No tenía límites para sentirse identificado con Chile y con su pueblo. Eso que a otros sacerdotes les daba un poco de pudor, cómo ser tan patudo para querer representar a Chile. El Cardenal no tenía ningún problema en hacerlo.

El alma de Chile

Cavallo desarrolla qué era para el cardenal Silva Henríquez su doctrina republicana del “alma de Chile”.
“Fue en una homilía, si mal no recuerdo, pronunciada el año 67 o el 69, coescrita por varias manos, que define la tradición de Chile sobre la base de la libertad, que él la hace equivalente a la democracia, sobre la base del cristianismo. En el fondo, la misión por los pobres y la lucha por la igualdad, lo que hoy llamaríamos integración, porque él estaba pensando en los indígenas. Siempre estaba pendiente de esas fallas en la inclusión.

Este 9 de abril

En que se conmemora su legado en el día de su fallecimiento el año 1999, cabe repetir la pregunta: ¿Cómo visualizaba el Cardenal Silva Henríquez el futuro de Chile y el lugar de la Iglesia en éste?

Así respondió en 2013 Ascanio Cavallo:

“Eso lo conversamos mucho, ese era su tema. Él siempre le atribuyó una cierta centralidad a la Iglesia en el desarrollo en Chile, pero yo diría que no era la centralidad de las instituciones, sino más bien de la presencia de la Iglesia sobre todo en los sectores populares. Él tenía una contradicción con eso, que yo he terminado entender después, que era que él favorecía la presencia de la Iglesia en los sectores de la pobreza más dura”.

Continúa: “Pero sabía, al mismo tiempo, que muchos de esos sacerdotes terminarían inclinándose a la izquierda, terminarían en las cercanías de ideologías más bien marxistas. Entonces, por un lado, alentaba esa cuestión y, por otro, tenía un cierto temor de que la Iglesia se desviara. Para él fue muy dura la experiencia de Cristianos por el Socialismo, algo que nunca le gustó. A mí me da la impresión de que él quedó muy herido porque ellos fueron poco delicados —en una época donde nadie era delicado, para qué estamos con cosas—, entonces él le atribuye una centralidad a la Iglesia pero de esta manera. No era realizar al modelo aristocrático de la Iglesia, que disputaba cargos de gobierno, donde el Nuncio era casi un ministro más, donde se negociaba el nombramiento de Obispos, yo creo que eso no le interesaba nada. Su tema era una Iglesia metida en el corazón del pueblo, cosa que él mismo hizo en una época distinta, en La Cisterna o en Valparaíso, cuando la izquierda todavía no era fuerte y había menos riesgos”.

Cabe la pregunta, cómo vería hoy ese hombre patricio y valiente a la actual Iglesia. Obviamente, nunca sabremos la respuesta. A un cuarto de siglo de su desaparición terrena, vaya este recuerdo de un hombre fundamental en la historia del siglo 20 de Chile.

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