Por el derecho a baños gratuitos
Esta técnica social que hace voluntariado en Rutas de Calle en Antofagasta aboga por terminar con prejuicios y estigmas asociados a las personas en situación de calle. No son sucios, no son todos extranjeros, la mayoría es chileno y hombre, pero sí han aumentado los niños y mujeres deambulando por barrios y playas sin un lugar donde asearse y hacer sus necesidades.
Por Ximena Torres Cautivo
27 Enero 2023 a las 20:03
Carolina Zazzali (46) es una mujer con causa.
Una causa, que para los que tienen un techo, puede sonar trivial, pedestre, cotidiana.
Pero que es el símbolo de la dignidad perdida cuando se vive en situación de calle: la falta de un baño, de un lugar donde lavarse, donde hacer las necesidades. “Hacer que descanse el cuerpo”, como me dijo una vez un hombre que fue minero del carbón y ahora vaga sin domicilio.
–La gente critica sin saber, sin empatía. Las personas en calle no pueden usar los baños públicos de la plaza Colón, de la avenida Brasil, de los balnearios, del terminal de buses, aquí, en Antofagasta. Todos cobran quinientos pesos –explica esta técnico en trabajo social, madre de 4 hijos, que hace voluntariado en las Rutas Calle del Hogar de Cristo. Es además coordinadora de Migr-Acción, una corporación de asistencia legal para personas migrantes que creó en 2014 Ignacio Barrientos, asesor jurídico en la Defensoría Regional de Antofagasta.
Quinientos pesos son una pequeña fortuna para el que no tiene nada. Carolina comenta: “Una familia en calle: mamá, papá, cuatro niños, necesitan tres mil pesos diarios para que cada uno vaya al menos una vez al día al baño. En uno de los videos de denuncia del alcalde Jonathan Velásquez, de su campaña Cero Ruco, se ve a personas en situación de calle lavando ropa en las duchas del balneario. Eso que era denunciado por malo, a mí me parece bueno. Revela que la gente en calle quiere estar limpia, trata de estarlo como sea. Valora la higiene, pero se les estigmatiza como cochinos. Al final, al negarles la posibilidad de asearse, al cobrar por los baños públicos, terminan haciendo sus necesidades en las plazas, en la calle. A mí las chicas en la Rutas Calle me piden que les instalen baños químicos”.
–¿Qué impulsa al alcalde Velásquez con su campaña Cero Ruco?
–Busca popularidad. Y la delegada presidencial está en la misma parada. Lo que yo no me explico es cómo si el presidente Boric en campaña habló de poner la salud mental como prioridad, ahora se busca resolver el problema de las personas en calle corriéndolos, barriendo con sus escasas pertenencias, destruyendo sus rucos. La gran parte de estas personas tienen problemas graves de salud mental y se les agrede, se los deja sin nada. ¡Imagínate cómo los daña que les quiten sus cosas! Hay que hacerse cargo de la gente que vive en calle de manera seria, no tratando de hacerlos desaparecer.
Carolina reclama contra los prejuicios, el desconocimiento, la estigmatización, la xenofobia. “La gente dice que las personas de calle son sucias; no es así. Que son todos migrantes; tampoco. El 80 por ciento sigue siendo chileno, y eso lo veo por mi experiencia como voluntaria. Acá falta participación del Estado y una política en serio. Yo me involucré en esto por mi trabajo en Migr-Acción, que nació para prestar asesoría jurídica a las personas que llegaban de otros países, que no tenían ninguna ayuda en ese sentido. Pero muchos de los chilenos que viven en calle tampoco entienden sus derechos, muchos no saben leer ni escribir. No tienen reloj ni domicilio, lo que los aleja de las redes y servicios”.
–¿Cómo se combate el prejuicio?
-Mira el prejuicio es tan fuerte que muchas veces cuando se resisten a que les quiten sus cosas, cosas como un plato, una olla, un colchón, se les acusa de porte de arma blanca porque para comer suelen tener tenedor y un cuchillo. Si entraran a mi casa y me la revolvieran por la fuerza me descubrirían un tremendo arsenal de armamento en la cocina –ironiza Carolina, quien luego agrega: –Así, las personas en situación de calle van acumulando acusación tras acusación, siendo cada vez más degradados en su condición en un verdadero círculo vicioso.
POST TUMOR CEREBRAL
Carolina, la activista por el derecho a baño de las personas en situación de calle, viajó a Concepción, en 2019, antes del estallido social para conectarse y aprender del proyecto de un bus albergue para personas en situación de calle que funcionaba en la capital del Biobío. Estaba decidida a implementar algo similar en Antofagasta. “Era el proyecto de tesis con que me titulé en el AIEP como técnico en trabajo social. Un bus habilitado con baños y lavandería”.
El proyecto quedó en nada cuando le descubrieron “un tumor cerebral frontal izquierdo del tamaño de un huevo que resultó ser benigno, pero que iba creciendo y me provocaba convulsiones”.
Naturalmente, el plan del bus quedó postergado.
–Después de recorrer varias clínicas y doctores con presupuestos muy elevados llegué al Instituto de Neurocirugía en Santiago. Ahí me operó el neurocirujano Fredy Ayachs. Fue el martes 13 de diciembre del 2019. Entre la mala vibra de la fecha y el que me cambiaran a la asistente del doctor que yo conocía por otra persona, mi temor era enorme. Pero ella misma me avisó que me recibiría y acompañaría Georgina durante la operación. Ahí se disiparon todos mis temores: mi mamá, que murió en 2004, se llamaba Georgina, porque yo cada día creo más en las señales que nos mandan y en que nada es por casualidad.
A Carolina le hicieron una craneotomía. Quedó con 24 puntos en la cabeza. “Desperté bien, sin dolor, pero el segundo día fue más intenso. Me cambiaron a una sala con otras mujeres. Fue una especie de terapia de grupo; todas habíamos tenido tumores en la cabeza y nos dábamos ánimo unas a otros”. Está agradecida de su médico. De la tranquilidad que les trasmitía a todas. “Me hizo creer nuevamente en Dios. Cuando falleció mi madre, que era muy creyente y catequista de la catedral de Antofagasta, yo perdí la fe”.
–¿Cómo estás ahora?
–Recuperada, aunque no al ciento por ciento. Quedé con vista doble, diplopia, se llama. Estoy en tratamiento y me debo acostumbrar, ya que después que te abren algo que es hermético, como el cráneo, y entra aire, nada vuelve a ser igual.
LA MADONNA DE SU INFANCIA
Lo que sigue igual, intacta, es su solidaridad con los más vulnerables, los que viven en situación de calle. Y busca ayuda para reflotar la idea del bus con duchas y lavandería.
Su causa se fortaleció con la muerte de una mujer a la que conocía desde que tenía menos de 15 años. Así la describió en un texto de despedida y homenaje, cuando la muerte de María Sagua (67), una mujer de calle que fue quemada en el Mercado de Antofagasta, el primero de enero de este 2023, se convirtió en tema fugaz en las páginas de la crónica policial de los medios de comunicación locales.
Carolina escribió un conmovedor relato sobre María en redes sociales que aquí resumimos:
“A María la conozco desde chica, ella caminaba con sus tacones negros, su minifalda azul, sus medias caladas, sus ojos pintados de azul y su cigarrillo en la boca. No la reconocí en la primera Ruta Calle que hice, aunque su cara me era familiar. Últimamente, me pasa eso con personas que no he visto en años, pero sus ojos grandes y negros, su pelo crespo, lograron que la recordará.
“Ella era la Madonna morena que andaba por las calles de mi niñez. Por el Mercado, camino a mi escuela, por esos sectores deambulaba, hablando sola. Nunca supe dónde vivía, pero me llamaba la atención su estilo. Mis recuerdos son de hace unos 35 años. Ahora, era la señora María que usaba muletas, vivía en el Mercado y ya no se pintaba sus ojos grandes. ¡Tantos años viviendo en la calle sin tratamiento, sin acompañamiento!
“Hoy leerás en los medios locales que falleció una mujer. No dirán su nombre ni su historia. Habrá un gran interés, uno que jamás despertó durante su vida. La personas pasaron por su lado sin verla o ignorándola por su aspecto. ¡Qué difícil es vivir y sobrevivir en la calle! María hoy murió quemada junto a sus muletas. Hay muchas Marías como ella que viven en las calles de Antofagasta. Muchos no las quieren ver o sienten que no merecen atención. Yo creo que sí, que son personas con derechos, pero que son vulnerados a diario. Sin techo, sin atención de salud, sin baño, que es lo mismo que decir: sin dignidad”.
“Aporofobia, fobia al pobre, es lo que se vive hoy en Antofagasta”, concluye Carolina.