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Geraldine Gutiérrez:

Lo bueno de lo malo

Tiene 19 años y está tratando de sacar primero y segundo medio en la escuela Padre Hurtado de Renca. Repitió sexto básico, el año en que su mamá cayó presa. No fue al colegio en pandemia. “Me la pasé en la casa con mi pololo”, cuenta y agrega que hoy irá a verlo a la cárcel. Hoy, la flamante presidente del centro de alumnos de su colegio, tiene clara una cosa: no quiere ser delincuente, porque ha aprendido de lo malo.

Por Ximena Torres Cautivo

30 Septiembre 2022 a las 11:31

Su campaña estuvo centrada en una simple promesa: ayudar a los compañeros que tienen necesidad económica a no ser humillados por eso.

Así lo explica la flamante presidenta electa del Centro de Alumnos de la Escuela de Reingreso Padre Hurtado de Renca. Linda, bajita, menuda pero curvilínea, vestida enteramente de blanco, Geraldine Gutiérrez (19), que cursa primero y segundo medio en modalidad dos años en uno, escribió así su propuesta electoral en los carteles que hay pegados en una pared de la escuela: “Realizar ventas y rifas para ir en ayuda de los compañeros que más necesitan”.

 

Ahora, mientras algunos estudiantes ensayan la consabida cueca dieciochera y el cielo deja caer una lluvia torrencial, explica:

–Yo no tengo mala situación económica, pero veo aquí a muchos niños que necesitan apoyo, que andan con las mismas zapatillas viejas, que no traen colación, y otros les tiran la talla, a lo mejor no es en mala, pero una nota que eso a las personas les duele. Yo trato siempre de no burlarme de la gente. Quizás porque he tenido momentos malos cuando me ha tocado estar en otras casas, por eso mi idea es hacer rifas y ventas para los que tienen necesidad de verdad. Pienso ayudarles con cajas de mercaderías, buenas colaciones y también a que anden bien tapizaos.

“Tapizarse” en jerga local, juvenil, informal es vestirse con ropa cara y de marca, un tema del que Geraldine sabe, porque sueña con ser modelo y le encanta la estética. Ella puede y siempre anda de punta en blanco (sobre todo hoy). También quisiera estudiar kinesiología o una palabra que le cuesta pronunciar y es muy específica: “ar-se-na-le-ría”, como dice con dificultad.

¿Por qué una joven con recursos económicos y tanta claridad de propósitos está en primero medio a los 19 años? De a poco, Geraldine va soltando prendas, repitiendo con fuerza que ella, de lo malo, ha aprendido.

–Repetí curso dos años seguidos y otros dos no estudié. Eso fue por el tema de la pandemia. Yo estaba en el Colegio El Bosque de Renca y con mi familia nos íbamos a cambiar de casa, pero tuvimos unos problemas, las cosas se complicaron y nos quedamos sin colegio, yo y mis hermanos.

Geraldine vive con su mamá y la pareja de ella, al que llama y quiere como si fuera su padre biológico. Dice que lo conoce desde que ella tenía 13 y que él se encargó de celebrarle su cumpleaños número 14. En la casa están sus tres hermanos, de 3, 4 y 13 años. “Los dos chicos son del mismo papá, la pareja actual de mi mamá, y al papá de mi hermano de 13, lo mataron. Fue asesinado. Él era delincuente. ¿Me entiende?

“Yo repetí el sexto básico. Mi mamá estaba presa, cuando repetí. Estuvo presa tres años. Yo era rebelde entonces; como ella no estaba conmigo, no tuve a nadie que se hiciera cargo de mí. Estaba un pololo de ella que se quedó con nosotros, pero nos pegaba. A mí y a mi hermano de 13. Todos sabían que nos maltrataba, pero él les pasaba plata y nadie decía nada. ¿Me entiende?

Poco a poco vamos entendiendo.

–¿Por qué estuvo presa tu mamá?

Por tráfico de drogas. Ella cayó en eso por la vida que le tocó. Ahora ya no lo hace. Tiene una botillería en Conchalí, y está proyectando abrir otra, en una casa que tenemos en Renca. Ella lo único que quiere es darles una buena vida a sus hijos. Siempre se ha preocupado de nosotros. Nunca dejó que viéramos cosas malas, aunque nos criamos en un mundo difícil. Mi mamá sufrió mucho maltrato. Aunque tiene hermanas, nunca le han servido de apoyo. A los 14 años, quedó embarazada de mí; me tuvo a los 15. Muy joven, tanto que ahora la gente cree que somos hermanas.

–¿Qué edad tiene ella?

A Geraldine le cuesta sacar esa sencilla cuenta, ya nos había dicho que es mala para las matemáticas. Se sorprende, cuando le decimos que su mamá tiene 34, casi como si hubiéramos hecho magia. “A mí siempre me ha costado la matemática, aunque la profe Lorena La historia me gusta, aunque igual es complicada”.

Dice que lo que más lee es el celular. Claramente, los libros no han estado nunca cerca de ella. Su interés por las carreras del área médica, nació de su reciente poco paso por el quirófano.

Clonazepam y bebidas gaseosas

–Ando fajada casi siempre, porque hace poco me hice una lipoescultura. Fue en la clínica Monteblanco, justo cuando cumplí 18. Me llaman la atención los que trabajan operando.

–¿Por qué siendo tan linda, tan bien hechita, te operaste?

–La verdad es que primero yo quería ponerme implantes en… el poto –susurra, como quien hace una confesión infamante. Luego explica: –Después pensé que sería muy exagerado. Yo me descuidé durante la pandemia. Pasaba encerrada en la casa con mi pololo. Era flaca igual, pero menos, estaba más gordita y medio deprimida. Al final, me sacaron 500 gramos en total.

La operación se la pagó su mamá. “Ella sabe que siempre me ha gustado el modelaje, la estética. Me pagó también un curso de colorimetría. Sé hacer mechas, balayage, colores”.

–¿Cómo es la relación con tu mamá?

–Yo la admiro; es una mujer fuerte. Con todo lo que le ha pasado, siempre se da fuerzas y nos ha sacado adelante. Siempre nos ha dado plata, incluso cuando estuvo presa. Entonces me pagó un curso de modelaje, pero las clases eran los días de visita en la cárcel de Rancagua y yo prefería ir a verla, así es que no terminé el curso.

Geraldine cree que a su mamá “no le ha servido Dios y eso que lo ha necesitado tanto”. Y afirma: “Yo sí creo mucho en Dios. Soy cristiana evangélica, desde chica”.

Pero tampoco a ella le ha servido siempre; ha tenido momentos muy complejos. Tempranas crisis de pánico. “Yo, le confieso, probé la droga. Tomaba Clonazepam; una vez me intoxiqué y tuvieron que llevarme al hospital. Después fumaba marihuana. Hoy mi único vicio son los cigarros. Hubo un tiempo en que era adicta a las bebidas gaseosas. Tomaba tanto que me dolía el pecho. Era una época en que sufrí mucho, el tiempo en que mi mamá estuvo presa”.

–¿Nunca estuviste en el Sename?

–Intentaron llevarnos. A mí y a mi hermano, el que ahora tiene 13, pero había familia que nos podía cuidar. Yo no habría podido vivir sin mi hermano, me siento responsable de él, aunque nos llevamos pésimo, porque es súper atrevido. Le va mal en el colegio, está casi repitiendo. Yo creo que está en la edad del pavo, y no puede vivir sin su teléfono. Eso yo creo que es muy dañino para los niños. Bueno, a veces todavía me dan crisis de pánico. Siento que me van a matar en los lugares más raros y se me aprieta el pecho. Hay algo con el mundo en que vivió mi mamá, que marca, lleva a otras cosas. A mi padrastro, al hombre que considero mi papá, le pegaron un balazo cuando vivíamos acá en Renca. Fue una venganza. No sé. Ahora él no puede caminar bien.

“No quiero caer presa”

Geraldine conoce más gente presa que en libertad. El mundo del hampa la ha envuelto desde siempre. Eso cree que la marca, pero al mismo tiempo la ha fortalecido:

–La gente no te mira bien, pero a uno se le abre la mente. Madura más rápido. Entiende el mundo. A mí muchos me piden consejo. Yo soy trabajadora. Acá hay chicos que salen de clases y van puro echarse y a mirar el teléfono a sus casas. Yo no. Llego a puro hacer aseo. Soy lunática del aseo. Yo veo algo cochino y no puedo parar de limpiar.

Hoy, anda como dijimos con el mejor de los outfits. Toda blanca y “sin faja”, nos comenta. ¿Por qué? “Hoy voy a ver a mi pololo a la cárcel y, como te revisan al entrar, la faja es una molestia.  Él está preso porque se portó mal. Ha tenido una mala vida. Nunca ha estado con sus papás. Lo condenaron por porte de drogas”, dice mostrándonos la foto de un joven, casi un niño, con jockey.

Cuenta que no lo conoció de la mejor forma. “Él iba a venderle cosas a mi papá”.

–¿Cosas robadas?

–Cosas robadas de oro. A mí me gusta mucho el oro. De mona, nomás, creo. Mi mamá le tomó cariño al Gabriel, así se llama. Yo creo que lo ve como un cabro chico, pacquiao en la vida. Y lo quiere. Se ve mucho reflejada en él, porque él tampoco ha tenido apoyo de nadie de su familia.

–¿Y está de acuerdo en que sean pololos?  

–Al comienzo, no, pero ahora no pone problemas. Yo sé que él es bueno, lo he visto llorar, sé que lo único que quiere es una familia. Veo como cuida a mis hermanos chicos. No es violento. Él es el primer hombre con que he estado. La primera vez que tuvimos relaciones le conté a mi mamá y sé que me quiere.

–¿Qué opinas del feminismo?

–Esas son las que quieren que la mujer sea libre en todo sentido. Eso me parece bien, pero no me gustan porque están a favor del aborto y yo creo que eso es un crimen. Yo me valoro a mí misma. Me doy mi lugar y me hago respetar. Gabriel a mí me respeta, nunca me ha levantado la mano ni dicho un garabato. Yo eso no se lo aceptaría.

Geraldine afirma que ha sufrido acoso de los hombres desde niña. Que en cosas feas que le pasaron cuando chica radican sus crisis de pánico. Nos cuenta cuando un hombre mayor la tocó en la piscina de Lo Velázquez, donde había ido con un grupo de amigos. Tenía 15 años. Y dice que nadie hizo nada, salvo su padrastro. “Yo le conté y ubicó al tipo y le sacó la cresta. Cuando pasa algo así, te sentís sucia, muy mal. Por eso puedo ponerme en el lugar de las personas que han sido violadas o  humilladas”.

Por eso ahora no quiere que sus compañeros de la Escuela de reingreso Padre Hurtado sean humillados por su pobreza. Y es la recién electa presidenta del Centro de Alumnos. Supo de la existencia de este establecimiento por su amigo Javier.

“Él es como si fuera otro hijo de mi mamá. Yo me crié con él. Es porfiado. Se fue por malos caminos. Cuando mi mamá estuvo presa, él también cayó a la cárcel por no sé qué cuestiones con unos gallos de Cerro Navia. Mi mamá tuvo que pagarle el abogado. Después entró acá y logró aprender harto”.

–¿Qué esperas tú del colegio, qué futuro te imaginas?

–En esta escuela, en el tiempo que llevo, he aprendido más que en cualquiera otra que estuve. Te explican de otra forma, tienen paciencia y están encima de ti. La profe Lorena me hace integración y me enseña matemáticas. Es buena. Yo he vivido muchas cosas malas en mi vida, pero creo de lo malo también se aprende. Yo ahora soy una persona adulta y sé que no quiero una vida delictual para mí. He tenido mucha familia presa, he conocido hartas cárceles y no pienso ensuciar mis papeles y caer presa. Y para eso tengo que esforzarme, terminar de estudiar, sacar el cuarto medio, pese a lo mucho que me cuesta concentrarme. Pero tengo algo muy claro en mi mente: no quiero ser una delincuente.

 

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