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Lina Arrieta:

Buen viaje a una tierramarillana imprescindible

Es fundadora de la sede de Hogar de Cristo en Atacama, específicamente en Tierra Amarilla. Aunque se ha comprometido más que nadie con los dolores y necesidades de las personas de la comuna, ahora, junto a su marido, vuelve a la tierra de su padre. A Bilbao, España. Después de luchar contra el desastre medioambiental que provoca la explotación minera, ha decidido privilegiar la calidad de vida de los años que les quedan.

Por Ximena Torres Cautivo

17 Junio 2023 a las 20:53

. “¿Cómo una comuna tan rica puede ser tan pobre?”.

Esta es la pregunta que resume las preocupaciones y acciones que ha desarrollado la ingeniera química Lina Celestina Arrieta (72), quien se define como tierramarillana “de tomo y lomo”. Eso aunque su padre vasco se haya asentado en la comuna de la región de Atacama, separada por 14 kilómetros de Copiapó, hace no tanto.

Llegó en 1916, casi adolescente. Tenía apenas 16 años, porque nació con el siglo 20. Ahí se dedicó a producir vino y miel de abejas.

Ella, hace 36 años, en el campo familiar, junto a su marido, Esteban Sánchez, construyó la casa donde criaron a sus dos hijos. La hicieron a pulso, con pino oregón proveniente de las salitreras desmanteladas, la llenaron de muebles acogedores, la rodearon de un jardín y la poblaron de flores.

Hoy está tan despoblada como las prósperas oficinas salitreras de antaño.

AL PUEBLO DE LOS ABUELOS

“Regalé todo: muebles, plantas, recuerdos. Y aunque estoy con el corazón dividido, hemos decidido poner en venta el campo y volver a la tierra de mi padre, a España”, dice, enérgica.

Junto a Esteban, productor de uva de mesa, terramarillano de tomo y lomo también, han resuelto radicarse en Bilbao, España. Sus hijos, Francisco Javier (43) y María José (36) viven y trabajan en la ciudad de Getxo, en el País Vasco.

Estando allá, dice, quizás ellos se compren un lugar en Yurre, ahora Igorre, el pueblo de sus abuelos paternos, pero en esta etapa inicial vivirán en la ciudad de Bilbao.

Su padre se llamaba como la calle: José Arrieta, aunque es sólo alcance de nombre. Él era un hombre de la tierra, que vino a América, impulsado por un tío cura y no el diplomático uruguayo al que tributa esa avenida de Peñalolén.

José Arrieta Beascoechea se casó en Tierra Amarilla con Ignacia Herrera Villalba, hija de agricultores locales, en 1951, y pronto nacieron cuatro hijos, dos hombres y dos mujeres. Lina es la tercera. Hoy sus padres y sus abuelos paternos están enterrados en el mausoleo del pueblo, porque su padre se los trajo a Chile a pasar el final de sus días.

“Nunca se acostumbraron ni hablaron otra cosa que euskera. Es que el país vasco y Atacama no tienen nada que ver”.

Ahora, para poder exhumar sus restos y llevárselos de vuelta, le exigen tanto papel y de tanta gente, que no lo logró hacer, lo que sí consiguió con los de sus padres. Es una tarea pendiente que deberá acometer allá.

–¿Se acostumbrarán ustedes allá como no se acostumbraron ellos acá? 

Lina ya dijo que tiene el corazón dividido. Su vida está absolutamente ligada a los últimos 36 años de Tierra Amarilla. Su profesión de ingeniera la relaciona con los entresijos de la explotación minera y la consecuente contaminación ambiental de la comuna. Su religiosidad la compromete con el bienestar de las personas, sobre todo de las más vulnerables, que no pueden llegar y partir, cuando por edad, enfermedad, agotamiento, tendrían que irse con camas y petacas a tierras más benignas, tal como están haciendo ellos.

–Esteban tiene 83 años, yo 72 y me jubilé por invalidez por problemas en una cadera, los hijos están lejos y, aunque ambos hoy estamos bien, somos autovalentes, llegará el día en que necesitaremos ayuda. Aún no dependemos de otros, pero no será así para siempre.

CUANDO SE NOS HUNDA EL PISO

Lina ha sido, desde 2019 a la fecha, presidenta del Consejo Regional del Hogar de Cristo, también es directora del Consejo Económico de la Diócesis de Atacama. Antes ha estado a la cabeza de la Asociación de Productores y Exportadores Agrícolas del Valle de Copiapó.

En su largo currículum, las palabras “directora”, “coordinadora”, “gestora”, “encargada”, “líder” en campañas de reconstrucción a causa de toda serie de catástrofes y emergencias, “responsable” de la Subsecretaria de Desarrollo Regional, “organizadora comunal”, “facilitadora”, se repiten hasta el agotamiento, revelando que es una mujer que no para.

Una a la que cuesta seguirle el ritmo. Estuvo a un tris de ser alcaldesa de la comuna, pero terminó como concejala.

Sus causas han estado enfocadas siempre en los más desvalidos, como los migrantes que empezaron a llegar con la producción de uvas en el valle hace tres décadas. Temporeros extranjeros que no tenían dónde dormir y que ella, con ayuda del párroco local, terminó acogiendo en una pequeña hospedería que crearon a puro ñeque. Luego vino un programa de acogida para niños. Y, después; el proyecto que la mantuvo activa durante 12 años: el centro residencial para personas con consumo problemático de drogas, Anawin.

Detrás de todo ese esfuerzo la motivación es la misma: ayudar a los que están mal, tienen necesidades sociales, familiares, económicas.

Dice Lina:

–Acá se ha hecho todo pésimo. Ésta, como ya dije, es una comuna muy rica, con enorme riqueza minera, pero la explotación ha sido sin ninguna consideración por las personas. Muchas faenas partieron antes de que hubiera ni un rastro de legislación ambiental. Acá deberíamos tener de todo: un buen y gran liceo, un estupendo CESFAM, pero no hay nada de eso. Solo un socavón enorme, que nos tiene a todos convencidos de que en cualquier momento se nos va a hundir el piso. Realmente, todos en Tierra Amarilla piensan que se nos va a hundir el piso.

Habla del famoso e impresionante socavón que apareció de pronto en la comuna. Lina afirma:

–A la minera Candelaria, responsable del famoso socavón,  le han mandado cerrar la operación de manera temporal; a mí me parece que debería ser clausurada para siempre. Tierra Amarilla está tan degradada como Puchuncaví, pero su realidad se conoce menos.

Están más lejos de Santiago.

Y están parados sobre un verdadero “queso suizo, lleno de agujeros”, afirma gráficamente. Y agrega: “Vivimos entre tronaduras de uno y otro lado y encerrados entre dos montañas, respirando un aire absolutamente contaminado, que enferma a los niños y a los adultos mayores. Realmente, los viejitos no podemos vivir aquí; el aire está saturado de contaminantes”.

UN JOVEN Y AGRADECIDO ALCALDE

Lina integró el Consejo Ecológico de la comuna a partir de 1989 hasta 2005. Y su conciencia medioambiental se ha ido haciendo cada vez mayor. “Muy temprano, me empecé a dar cuenta de que la industria minera lo estaba haciendo todo realmente mal”, comenta y luego dice: “Lo que más amo y me toca del Evangelio es la creación de la naturaleza. La magnífica naturaleza que hemos destruido. Desgraciadamente, porque los seres humanos somos una mala concepción de Dios”.

–Eres muy católica. ¿De dónde viene esa religiosidad tan profunda?

–Cómo Dios entró en mi corazón, no sé, pero siempre trato de mirar a los otros con la misma piedad que Dios me mira a mí. Ahí está todo lo que impulsa mi actuar. Y eso se relaciona con el bichito de la conciencia social, con tener como principio central que los seres humanos no pueden pasar por encima de otros seres humanos. Eso es inaceptable. Me duele que no nos podamos respetar y que no sea el bien común lo que guíe la acción de los que tienen más poder.

Comenta que en Tierra Amarilla ha habido varias autoridades acusadas de colusión. Y cita dos dichos populares: “Pueblo chico, infierno grandes” y “A río revuelto, ganancia de pescadores”.

Pese a su postura crítica y frontal, la comunidad de Tierra Amarilla, liderada por el alcalde actual, Cristóbal Zuñiga, comunista, estudiante de trabajo social y la autoridad comunal más joven de Chile, lamenta la partida de esta ciudadana comprometida que ha liderado tantas iniciativas.

Hace un par de semanas hubo una misa-despedida-homenaje, organizada por el Hogar de Cristo de Atacama en la iglesia de Tierra Amarilla, que la misma Lina contribuyó a restaurar.

Fue celebrada por el capellán local, Willly Andrade. Y por el capellán general del Hogar de Cristo, José Francisco Yuraszeck. El “padre Pepe” viajó especialmente para no perderse ese espacio de agradecimiento para una mujer que fue fundadora y consejera de la sede de la fundación en Tierra Amarilla.

Asistieron participantes de programas que tiene Hogar de Cristo en Atacama, en la ciudad, en Copiapó y en Vallenar. Y también estuvo presente el alcalde, así como ejecutivos de Pucobre, empresa minera que apoya programas sociales en la región.

En la ocasión, el joven edil emocionó al dar su testimonio como niño acogido en el Centro Abierto que lideraba la ingeniera química. Y se comprometió a tomar el testigo de Lina en varias de las batallas que ella ha librado.

CARIÑOSA, ATENTA, MOVIDA

Los niños vulnerables, los adultos mayores en pobreza y abandono, las personas en calle. Y, especialmente, quienes están siendo devastados por el consumo de droga en la región y para quienes existen escasos programa de apoyo terapéutico y rehabilitación.

En este último afán, mantuvo una relación estrecha con el director social nacional del Hogar de Cristo, el psicólogo Paulo Egenau. Trabajaron juntos por lograr el financiamiento para construir una sede que aloje el Centro Terapéutico Anawin. Aunque la fundación de Alberto Hurtado ya no operará ese programa, en su misa de despedida, el alcalde insistió en que sacará adelante ese sueño.

Para ella, fue una batalla de 12 años, quizás una de las más importantes, entre tantas otras.

Ahora Lina elige por ella y su marido y emigra este lunes 19 de junio a España. Deja atrás amigos, colaboradores, admiradores de su capacidad de trabajo y su impresionante compromiso social. A una comunidad que la echará en falta, porque, como dice el capellán José Francisco Yuraszeck:

“Lina estuvo por más de 30 años atenta a los dolores y necesidades de las personas de Tierra Amarilla, muy vinculada a la causa de Alberto Hurtado, su inspirador. Yo he sido testigo de la gratitud que sienten la comunidad por esta mujer cariñosa, atenta y movida”.

Sin duda, no hay reemplazo posible para Lina.

 

Si la historia de Lina Arrieta te ha inspirado y quieres imitar su compromiso social, involúcrate aquí. 

 

 

 

 

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