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Nelson Alvarado:

El alma del Comedor Esperanza en Ancud

Fue trabajador del Hogar de Cristo y aunque se convirtió en emprendedor, mantiene vivo su espíritu solidario y se desvive para atender a más de 50 personas que acuden diariamente al Comedor Esperanza, en Ancud, y que solventa gracias al aporte de la comunidad. ¿Qué lo mueve? “Entregar a los demás lo que yo más pueda”, dice.

Por Valentina Miranda G.

1 Junio 2023 a las 19:56

Es temprano en la mañana y, como cada día, muchos adultos mayores y algunas personas en situación de calle se acercan a las dependencias del Hogar de Cristo de Ancud.  Van en busca de un desayuno caliente que les dé la energía necesaria para comenzar el día. Muchos de ellos se quedarán allí hasta la tarde y sólo partirán después de haber recibido su almuerzo y cena. Es que el comedor Esperanza se ha convertido en su hogar. El lugar donde se acompañan, se entretienen, comparten sus alegrías y penas y dejan atrás la soledad que suele estar demasiado presente en sus vidas.

Este comedor funciona hace cuatro años gracias a una iniciativa de Nelson Alvarado (51), un antiguo trabajador del Hogar de Cristo que después de muchos años de estar en la institución, se independizó y hoy es propietario de un local de comida rápida. “Pero quedé con esa vocación de servir a los demás”, dice.

Es tal su compromiso con las personas más necesitadas, que hace unos años se llevó a vivir a su casa a 10 adultos mayores que iban a quedar en la calle. “Desarmé mi living y comedor para hacer dormitorios. Los tuve un buen tiempo en mi casa, hasta que hice la conexión con sus familias para que se los pudieran llevar. Así empezó todo esto”.

-¿Cómo partió con el Comedor Esperanza?

– Cuando estaba empezando la pandemia, bajé al centro y vi que había mucha gente en situación de calle, que no había comido. Tengo una camioneta roja y un local de comida rápida, entonces preparé 15 almuerzos y los fui a repartir con la camioneta. Después fueron 20 almuerzos y así sucesivamente. La radio Energía supo lo que yo estaba haciendo y me apoyaron pidiendo mercadería, abarrotes, contando lo que yo hacía para que la gente pudiera colaborar.

Un día, en pleno invierno, fui como a las 7 de la tarde a dejar comida a gente que estaba durmiendo en la playa. Encontré a un matrimonio y dos personas más. No daban más del agua, tenían sus cosas nadando y tomé la decisión de llamar a Ruth Caicheo, encargada del Programa de Atención Domiciliaria para Adultos Mayores –Padam– del Hogar de Cristo. A Dios gracias, me respondió altiro y abrió el comedor, se comunicó con Carabineros, con la municipalidad y ahí se abrió el albergue. En ese minuto no había ninguno en Ancud. Ella hizo la gestión con el jefe de Hogar de Cristo en Castro, para que me pudieran prestar sus dependencias. Y ahí empecé a dar almuerzo todos los días.

Nelson explica que todo es financiado con la ayuda de la comunidad y que el Hogar de Cristo, además de facilitar la infraestructura, paga el agua y la luz.

En estas dependencias funciona también el Padam y un albergue 24/7 que es administrado por el municipio. “Es una casa comunitaria donde se acogen a todas las personas en situación de calle, ellos tiene su almuerzo con mucha dedicación y preocupación de las personas voluntarias y con aporte de la comunidad. Lo que nosotros hacemos es facilitarles este espacio y colaborarles con los gastos básicos”, explica Ruth Caicheo.

Antonio Cortés, jefe de operación social territorial de Hogar de Cristo en Chiloé, confirma que están determinados a convertir la sede en un centro abierto a la comunidad y el territorio. “Las iniciativas de los voluntarios y nuestros programas se complementan pues van todas en beneficio de los más vulnerables”, dice.

“ESTÁN FALTOS DE AMOR”

 El comedor ya lleva cuatro años funcionando y actualmente entregan desayuno, almuerzo y cena a unas 55 personas en promedio. Nelson cuenta con la ayuda de Pilar López, quien también trabajó en el Hogar de Cristo, y de sus sobrinos que se hicieron cargo de su negocio, porque él prefiere estar en el comedor prestando ayuda.

“La mayoría de los que llegan acá son adultos mayores y ahora también familias completas. Este año va a ser cada día peor, la economía no está buena (…) A veces nos cuesta mucho. El mes pasado estuvimos súper bajos en alimentos porque nunca pensamos que iba a llegar tanta gente. No me quedó otra que andar golpeando puertas para que me den un kilo de azúcar, de arroz o alguna cosita. Se hicieron varias campañas y quedamos bien abastecidos. También del Hogar de Cristo de Castro y de Quellón nos hicieron una donación de carne, pollo y otros alimentos. No nos están dejando solos. Cuesta mucho remar solo cuando hay mucha gente arriba del bote, pero cuando tienes gente que te ayuda a remar, se hace todo mas fácil”.

-¿Cuáles son las mayores necesidades de las personas que vienen al comedor?

Ellos están faltos de amor. Pueden encontrar comida en otro lado, pero el amor, el cariño no lo encuentran en ningún lado. Están muy solos, y en el momento que abrimos el comedor fue como abrir su casa. Pasan todo el día acá. Cuando vienen muy sucios pasan a la ducha, se les consigue ropa, calzado, por eso estamos haciendo campaña de ropa y calzado también.

-¿Y qué le gustaría hacer ahora que ya está funcionando el comedor? ¿Cuáles son sus sueños?

-Me gustaría sacarme el loto y hacer una casa grande, muy grande, donde los pueda tener a todos ellos y entregarles todo el cariño y amor que necesitan. Yo no recibo dinero, sino donaciones que me trae la comunidad, dependo totalmente de su generosidad.

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