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“Ángel para un final” feliz

en la Hospedería de Valparaíso

Gracias a las clases voluntarias de Orlando Guajardo, los usuarios de la Hospedería de Valparaíso, en su mayoría en situación de calle, están aprendiendo a tocar instrumentos que nunca antes soñaron: batería, guitarra clásica, bajo, trompeta, teclado, saxo alto, saxo menor y flauta traversa. Cada viernes, los aprendices le ponen música a sus vidas. Esta es la historia del excepcional taller.

Por María Teresa Villafrade

12 Julio 2021 a las 16:37

Hace poco más de un mes, el conductor y dueño del furgón que trabaja para la Hospedería Mixta del Hogar de Cristo en Valparaíso, Orlando Guajardo, ofreció dar clases gratuitas de música a los usuarios, hombres y mujeres que han vivido en situación de calle y que luchan por superarse.

La jefa de la Hospedería, la trabajadora social Daniela Moreno, no dudó en aceptar el ofrecimiento dado que era muy necesario generar un espacio de esparcimiento. “Me hizo mucho sentido, en especial ahora que tenemos a usuarios más jóvenes”, dijo.

Nunca imaginó que hasta las auxiliares se entusiasmarían y hoy ya son nueve los integrantes de este improvisado taller de música en el que el profesor Guajardo ha aportado todos los instrumentos: batería, guitarra clásica, bajo, trompeta, teclado, saxo alto, saxo menor y flauta traversa.

“Vi una carencia en la Hospedería, en los chiquillos y chiquillas que están faltos de afecto. Por eso hablé con la jefa y le conté que en mi vida me he hecho de un montón de instrumentos, los tengo guardados, ofrecí hacer este taller y ella aceptó feliz. Nunca pensé que iban a querer participar tantos: son nueve en total, tres tocan la guitarra, una el teclado, Héctor, la trompeta, y hay dos auxiliares que quieren cantar”, relata el entusiasta profesor.

Llevan tres semanas practicando con sus instrumentos de cuerdas, percusión y bronce. “Generalmente les hago las clases los viernes, cuando tengo tiempo, desde las cuatro de la tarde hasta las nueve de la noche, porque se motivan tanto que no quieren parar”.

Orlando confiesa que se cansó de ejercer la docencia en los colegios: “Los cabros chicos hacen lo que quieren ahora, existe cero respeto por el profesor. Yo tengo dos hijas, de 14 y 12 años, me pregunté qué les iba a dejar en el futuro y entonces hablé con la directora del colegio, me finiquitaron y me compré el furgón”, explica.

Orlando Guajardo y su furgón en el que trabaja para Hogar de Cristo.

Al principio, cuando comenzó a trabajar en la hospedería, fue chocante para él conocer el mundo de las personas en situación de calle. “Admito que fue algo muy doloroso e impactante, pero me gustó la labor que hace el Hogar de Cristo con ellos. Llevo ya año y medio trabajando aquí. Sin duda, lo más difícil fue hacer las rutas calle el año pasado en plena pandemia y en pleno invierno, pero con todas las medidas de seguridad, logramos salir adelante”, agrega.

ÁNGEL PARA UN FINAL

Orlando es profesor de historia, pero estudió un año en la Escuela Moderna de Música y después tuvo que congelar. “Yo toco todos los instrumentos, soy autodidacta, y sé leer partitura. A los chicos de la hospedería les enseño un método que es la digitación con números que ellos aprenden súper rápido y que reemplaza la partitura. Están muy contentos y entusiasmados, no pueden creer sus logros”.

-¿Qué cambios has notado en las vidas de los participantes del taller de música?

-Cuando partimos, noté una gran entrega de su parte, fue algo novedoso y especial que se engancharan tanto. Siempre trabajé con jóvenes y lo que más me ha llamado la atención es lo educados y respetuosos que son conmigo. Siento que a ellos les sirve como pasatiempo, desahogo, diversión, están felices. Quieren salir de su estado actual, salir del tema del consumo y la música es muy terapéutica, a todos se les ha despertado una auténtica pasión por ella.

Dado que el profesor ha facilitado los instrumentos para que puedan practicar en la Hospedería todos los días si así lo requieren, el espacio se inunda con la melodía de la canción de Silvio Rodríguez y que popularizaron Los Bunkers, “Ángel para un final”.

“Nuestra meta es poder presentarnos a fin de año, en la ceremonia de Navidad y en cualquier sede del Hogar de Cristo en Chile tocando esta canción que es muy bonita. Estamos ensayando ese tema, a todos les gusta”.

Gustavo en la trompeta, Héctor en el bajo, Margarita en la guitarra, Inger en la batería y Úrsula en el saxo alto, dan vida a la canción cuya letra cala en el alma: “Cuentan que cuando un silencio aparecía entre dos, era que pasaba un ángel que les robaba de la voz, y hubo tal silencio el día, que nos tocaba olvidar, que de tal suerte yo todavía, no terminé de callar…”

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