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Padam La Ligua:

¿Arrendarías tu casa a un adulto mayor en situación de calle?

La historia de Luis Díaz González es conmovedora por donde se la mire. Dejó de vivir bajo un puente en la entrada de La Ligua y hoy arrienda una acogedora casita en Valle Hermoso, donde es tratado no solo con dignidad sino con cariño por parte de la familia propietaria del lugar que hoy habita y de todos sus vecinos.

Por María Teresa Villafrade

31 Agosto 2023 a las 14:33

Aunque cueste creerlo, Rosa Ester Meneses (61) no dudó un segundo en arrendar su propiedad amoblada a un hombre que estaba viviendo bajo un puente en Quebradilla, sector que está a la entrada de La Ligua, región de Valparaíso.

“Yo vengo de una familia muy humilde, muy pobre, ¿cómo iba a dejar que este caballero viviera así? En esa época estaba lloviendo como nunca antes por aquí”, recuerda ella.

Sin saberlo, Rosa estaba dándole una oportunidad única a Luis Díaz González (69), una persona que llevaba cuatro años subsistiendo en un ruco debajo del puente en esta comuna famosa por sus hermosos tejidos. De hecho, una fábrica de tejidos fue la que permitió que Rosa, su marido y sus 4 hijos salieran adelante.

La trabajadora social Elsa Ovalle, jefa del programa de atención domiciliaria para adultos mayores (PADAM) de Hogar de Cristo en La Ligua, cuenta cómo comenzó esta increíble historia de solidaridad y superación.

“Una voluntaria de nuestro PADAM fue la primera en hablarme de Luis. Ella me contó su caso, que él estaba viviendo debajo de un puente por acá cerca. En ese tiempo teníamos las primeras lluvias después de 10 años de sequía, entonces lo conocí totalmente empapado”, relata.

De ese primer encuentro, Luis Díaz le contó que a los 7 años, su abuela materna lo echó de la casa junto a sus hermanitos, a quienes no volvió a ver hasta más grande.

Luis Díaz junto al equipo PADAM de La Ligua: la trabajadora social, Elsa Ovalle (izquierda) y la técnico social Karina García.

“Anduvo en situación de calle, trabajó mucho tiempo de feria en feria, pero principalmente fue temporero. Tuvo al menos siete hijos, según ha reconocido”, explica.

A Elsa Ovalle le llamó mucho la atención la distribución de su ruco: tenía dormitorio, baño, cocina y lavado de ropa, todo muy ordenado y limpio.

“Empezamos a conversar con él para saber qué quería hacer, porque nos ha pasado en otros casos que tú puedes querer hacer muchas cosas, pero si la persona no lo acepta, entonces no se le puede imponer. Después de apoyarlo y de conocerlo, nos dijo que le gustaría replantearse y vivir en una casa decente”, agrega.

La urgencia que tenían por encontrarle una vivienda, dado los temporales que se avecinaban, las motivó a entablar contacto con la fundación La Ligua Solidaria y, simultáneamente, a postularlo a las ayudas estatales.

“Afortunadamente, la fundación amiga se comprometió a pagar el canon de arriendo ya que nosotras no tenemos presupuesto. Estábamos con temporales encima y la idea es que él no siguiera mojándose y viviendo en esas condiciones. Nos costó encontrar el arriendo, porque no es fácil que una persona arriende a alguien que vive en situación de calle”, admite.

Gracias a los contactos de la fundación La Ligua Solidaria, se produjo el milagro y apareció en escena, Rosa Ester Meneses Palacios, propietaria que estuvo dispuesta a arrendarle a Luis Díaz. Eso, sin tener certezas de por cuánto tiempo la fundación podría pagar los 200 mil pesos mensuales hasta que él accediera al subsidio de arriendo por parte del Estado.

COMO UN HIJO MÁS

Nacida y criada en Valle Hermoso, un pueblo al interior de La Ligua, Rosa Ester cuenta que está por cerrar la fábrica de tejidos que fue el sustento de toda su familia. “Solo nos queda una hija en la universidad, a la que le faltan dos años para terminar su carrera. Los demás son todos profesionales independientes”, señala.

Recuerda perfecto que fue una amiga la que le contó del caso de una persona que vivía debajo de un puente y necesitaba arrendar. “Yo le dije que sí, que estaba dispuesta. Incluso la casa estaba amoblada, pero no me importó. Lo único que me interesaba era que ese caballero no estuviera expuesto tan cerca del río”, agrega.

Por esas cosas de la vida, un hermano de ella que trabajaba en labores agrícolas de temporero había conocido a Luis Díaz trabajando juntos en la recolección de papas.

“Mi hermano, al igual que Luis, es alcohólico, entonces los dos engancharon súper bien. Por fortuna, ninguno toma en exceso. Mi hermano vive con mi mamá, al lado de la casa que le arriendo a él”, explica.

Luis Díaz muestra orgulloso la cocina de su vivienda arrendada con subsidio.

Rosa Ester dice que ha sido una muy buena experiencia, porque Luis es un hombre limpio, ordenado. Tanto su madre como su hermano lo han acogido como uno más en la familia. Se acompañan y se ayudan en todo.

“A mi mamá le dice mamá, incluso él le va a buscar los remedios, le dejé esa tarea para que se sienta parte de la familia. En el día de la madre, la saluda como un hijo más”, dice.

La familia Meneses en pleno con Luis, celebrando cumpleaños de la madre de Rosa Ester.

En la casa que le arrienda a Luis Díaz había cable, pero decidieron sacarlo porque él no sabía usar el control y se desperfilaban los canales a cada rato.

“Lo bueno que don Luis no fuma, toma pero llega a un límite y se va a acostar. Lo de fumar puede ser peligroso porque si queda una colilla encendida, se puede producir un incendio”, precisa.

Rosa Ester con su madre, su hermano y Luis Díaz.

Antes, él iba seguido a La Ligua, ahora prefiere quedarse más en casa. “Lo único que le pedí era que no llevara gente extraña a la casa y nunca lo ha hecho”, dice Rosa Ester.

En la población Miramar de Valle Hermoso todos lo conocen. “Un día se desmayó estando en la calle y de inmediato me llamaron los vecinos tras socorrerlo. Es una persona muy querida por toda la comunidad”, señala.

Así cocinaba antes Luis Díaz en un ruco debajo del puente.

La trabajadora social, Elsa Ovalle, cuenta que si bien, él ya no es participante del PADAM, igual siguen vinculados. Tras lograr que Luis obtuviera una pensión y el subsidio de arriendo además de una excelente red de apoyo comunitario, la misión está más que cumplida.

“Es un caso de éxito gracias a que se le ha dado la oportunidad que necesitaba, en el momento preciso”, concluye Elsa Ovalle.

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