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Brigitte Schumy:

“El dinero no vale nada si no lo compartes”

Así piensa la chilena que llegó a Alemania en 2002, con dos hijas y su mamá. A los 46 años, se formó como educadora social para personas con discapacidad, luego se dedicó a cuidar niños en su casa y ahora, acoge a dos madres ucranianas con sus cuatro hijos adolescentes. En total seis personas que solo quieren volver a sus hogares en Odessa, una vez que termine la guerra. ¿Por qué Brigitte quiso ayudarles? Aquí lo contamos.

Por María Teresa Villafrade

13 Abril 2022 a las 19:31

“Llegaron sin nada, absolutamente nada. Entre los vecinos les hemos recolectado ropa, zapatos, porque salieron de Ucrania en un auto con muy poco. Yo me puse a comprar un montón de cosas por E-Bay y cuando fui a buscarlas y contaba que era para las familias ucranianas, me hacían descuentos o de frentón querían regalármelas”, cuenta Brigitte Schumy (63), desde Bensheim, la ciudad donde vive en Alemania, dando cuenta de la enorme solidaridad que ha despertado en el pueblo alemán, la desgracia de los desplazados desde Ucrania.

Brigitte dice que cuando partió la guerra de Rusia contra Ucrania, no dudó un segundo en hacer algo por ayudar a los migrantes ucranianos, en su mayoría mujeres con hijos y personas mayores, que huyen para sobrevivir. Su vocación social viene de familia: su padre de nacionalidad austríaca, fue director en Chile de SOS Kinderdorf, entidad financiada por Austria que ayudaba a colegios vulnerables y entregaba becas a los estudiantes más pobres.

Si bien ella trabajó como auxiliar de vuelo de Lufthansa, a los 46 años decidió formarse como educadora social –parecido a trabajadora social- y tuvo que esforzarse mucho para sostener a su familia. Llegó a vivir a Alemania en 2002, con sus dos hijas y su madre.

“He trabajado toda mi vida teniendo muy poco. Mi papá me ayudó con el pie para comprar mi casa y viví siempre con miedo a quedarme sin nada. Me ocupé en hogares para personas con discapacidad los fines de semana, limpié casas de personas mayores y cuidé niños en mi casa, de 0 a 3 años. Fue una etapa muy dura, pero feliz. Cuando murió mi padre, fue un shock para mí la herencia que me dejó, era mucho dinero”, relata.

LOS ALTRUISTAS ANGELINA JOLIE Y BRAD PITT

Admite que siempre envidiaba a estrellas altruistas como Angelina Jolie y Brad Pitt por la gran cantidad de donaciones que podían hacer. “Encontraba que ellos tenían mucha suerte de poder ayudar. Ahora que recibí esta herencia, me dije que el dinero no vale nada si no lo compartes. Siempre he estado atenta a dónde puedo cooperar”.

Tanto así que a una amiga con 5 hijos le regaló 15 mil euros para que hiciera piezas en el entretecho y pudieran dormir todos más cómodos. “Cuando tú ayudas, es tanto más lo que recibes de agradecimiento, de alegría, que eso no lo paga nada, es tanto el bienestar que siento que es casi como si hiciera las cosas para mí. No quiero que mis hijas sientan miedo, que fue lo que yo tantos años sentó. Miedo de no poder pagar algo que se echara a perder, de no tener con qué mantenernos, pero tampoco quiero que se vayan de vacaciones a todo lujo. La mayor, Carolina será madre en mayo y vive en una casa que yo compré y renové, pero igual tiene que pagarme un pequeño arriendo”, revela.

Cuando se produjo la guerra en Siria, pensó en albergar migrantes, pero explica que, a diferencia de lo que sucede con los ucranianos, llegaron muchos más hombres que mujeres con hijos. “Las diferencias culturales eran más grandes. En cambio, con Ucrania hay más afinidad y  llegan muchas madres solas con sus hijos, porque los hombres se quedan allá defendiendo su país”.

CONTACTO POR FACEBOOK

Brigitte Schumy escribió a varias organizaciones que estaban brindado ayuda a los refugiados ucranianos y se inscribió. Explica que ha sido tremendamente difícil organizar este millonario flujo de migrantes, que se estima en cuatro millones 270 mil personas. Específicamente ella ofreció espacio para una familia de 6 personas en dos distintos departamentos, pero ubicados en el mismo terreno.

“Tengo el departamento en el primer piso de mi casa donde vivió mi mamá, fallecida hace un año y medio, que tiene dos habitaciones grandes, un living, cocina y baño muy cómodo. Además, otra casita al lado, el antiguo garaje, en el mismo terreno, que tiene de todo también. Solo puse como condición que fueran familias o parientes conocidos que necesitaran seis camas”.

No pidió que le pagaran arriendo, solo los gastos comunes. “Muchos conocidos me dijeron que yo era tonta, que el Estado alemán paga todas esas ayudas y que mejor pusiera que recibo lo que la gente pueda aportar. Y esperar a ver qué pasa. El municipio me escribió y ahí supe que había gente que había arrendado verdaderas pocilgas a los migrantes. Hay de todo. Por eso, ahora el proceso estaba más demorado porque debían visitar antes las casas”.

Una amiga de su hija vio en Facebook que había una familia ucraniana compuesta por 6 personas que estaba buscando dónde vivir. Se encontraban en un albergue provisorio cerca de Stuttgart, donde compartían espacio con otras cientos de personas. “Lógicamente se sentían incómodos y entonces los contacté y les dije que podían venir a Bensheim. Ellos habían entrado al país el 8 de marzo por Münich, en un auto Nissan, desde Rumania”, detalla.

Llegaron hace apenas dos semanas a su casa y la familia está formada por Ilia, una madre de 53 años, y su  hija de 14 años, y por su prima hermana Alina, de 42 años, con sus tres hijos de 12, 14 y 16 años. “Ambas mamás se criaron juntas porque la madre de Ilia murió cuando ella tenía 4 años y fue adoptada por su tía, la mamá de Alina. Ilia tiene otro hijo en Odessa, de 33, y una hija casada que también migró pero vive más al sur de Alemania. Lo triste es que el papá de una de ellas, un adulto mayor, no pudo viajar y quedó al cuidado de una vecina”.

UNA APP PARA CONVERSAR

La comunicación no es fácil porque el grupo familiar habla ruso. Por lo tanto, usan una app que les traduce lo que dicen. “Ellas lo único que quieren es volver a su país, no pretenden quedarse. Ilia tiene una casa en Odessa que acaba de refaccionar y teme que los ataques la destruyan, porque ya no le queda ningún dinero. El 99% de los ucranianos usan sus tarjetas de crédito y pueden sacar euros, pero además tienen suerte de que en Alemania hay un estado social y deben registrarse para recibir la ayuda”.

Ahora, ella está abocada a poner en clases de boxeo, de karate y de baile a los adolescentes, según sus propias aficiones. “Las mamás no pueden trabajar porque no hablan el idioma y no tienen una profesión”, explica.

Para Brigitte la única salida posible a esta crisis es que la gente tome conciencia y haga el bien. “Cada vez que haces algo por otra persona, por la naturaleza, por los seres vivos, todo esto sube en forma de cristales y luego, ese cristal baja y el bien se expande. Mientras más personas hagan esto, mayor es el cambio de conciencia”, explica.

Se dio cuenta de esto cuando contaba a otros lo que estaba haciendo. “Si te abres, te das cuenta que hay mucha gente que quiere hacer el bien”. Sus vecinos han venido a donarle muchas cosas y ella las recibe agradecida y encantada.

REVISA AQUÍ EL ULTIMO PROGRAMA HORA DE CONVERSAR QUE TRATÓ EL TEMA “VIVIR EN ZONA DE CONFLICTO”

 

 

 

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