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Carolina y Poder Femenino Sur:

“No tenemos miedo; queremos llegar a tiempo”

Bajos de Mena es una ciudad dentro de otra ciudad, un territorio aislado conocido como "el gueto más grande de Chile". En ese inhóspito lugar, vecinas han transformado un edificio abandonado en un refugio. Han creado una red de apoyo para víctimas de violencia machista sin permisos ni financiamiento, movidas solo por la urgencia de salvar vidas.

Por Matías Concha P.

27 Febrero 2025 a las 16:34

Carolina Armijo (40), fundadora de Poder Femenino Sur, nos recibe en el espacio que ellas mismas han recuperado. En cada rincón, la vida bulle: mujeres al frente de ollas comunes, niños que zigzaguean entre risas, voluntarias que ofrecen consuelo y auxilio a mujeres recién llegadas en busca de refugio. Aunque no figura oficialmente como tal, este lugar se ha convertido en un bastión contra la violencia en Bajos de Mena.

¿Cómo nace Poder Femenino Sur?

–Empezamos como un grupo de amigas que queríamos ayudar, pero nos dimos cuenta de que estábamos picando por todos lados sin un objetivo claro. Entonces nos preguntamos: ¿dónde está la verdadera urgencia en Bajos de Mena? Y la respuesta fue inmediata: en la violencia contra la mujer.

Carolina Armijo, fundadora de Poder Femenino Sur, en Bajos de Mena

Carolina Armijo, fundadora de Poder Femenino Sur, en Bajos de Mena

Poder Femenino Sur se encuentra en una zona recóndita del extremo surponiente de Puente Alto, un área conocida por sus elevados niveles de pobreza, delincuencia, hacinamiento y narcotráfico, en Bajos de Mena. El lugar carece de número o dirección precisa, una elección estratégica que refleja su misión: funcionar como un refugio para mujeres que escapan de la violencia. Aquí, el anonimato es sinónimo de seguridad.

–Hace poco armamos la pieza para una mamá que llegó con dos niños –explica Carolina–. Ellas vienen huyendo de maridos o parejas que, si las encuentran, las matan. Así de simple. En Bajos de Mena, aunque hay oficinas para la mujer en Puente Alto, Neyún y la Municipalidad, solo operan de lunes a viernes, en horarios de oficina. El problema es que la violencia no tiene horario. Las cifras son claras: las agresiones ocurren en la noche, los fines de semana, los días festivos.

UNA NOCHE, UN NIÑO LLAMÓ

El trabajo de Poder Femenino Sur comenzó con pequeñas ayudas, con mujeres que se apoyaban entre sí y buscaban soluciones en medio del abandono: ollas comunes, actividades para niños, bingos. Pero pronto se dieron cuenta de que existía una realidad aún más urgente. Entonces, una noche, un niño llamó.

—Era un niño pequeño. Había encontrado un número en un volante que tenía una mano feminista como logo. Lo reconoció y nos llamó. “Mi mamá está en el baño, mi papá le está pegando”, nos dijo.

Como explica Carolina, las redes de apoyo formales tienen protocolos, listas de espera, llamadas a Carabineros, los que a veces no llegan, especialmente en Bajos de Mena.

Ellas no. Llamaron a las que tenían auto, coordinaron un plan en minutos y salieron.

–Nosotras mismas sacamos a la mujer de su casa y la escondimos en la casa de otra compañera–relata Carolina–. Ahí nos dimos cuenta de que el sistema no cuenta con espacios inmediatos para mujeres que necesitan escapar casi corriendo de su agresor, porque están en riesgo mortal. Por ejemplo, aunque existen residencias de acogida, generalmente solo aceptan a la mujer. Pero la violencia no solo afecta a las madres. En sectores como este, las mujeres no tienen uno o dos hijos, tienen tres, cuatro, cinco. No pueden simplemente dejarlos atrás.

SI NO LO TOMAMOS NOSOTRAS, LO TOMA EL NARCO

El lugar donde estamos ahora fue pensado para ser un jardín infantil, una obra pública que prometía cambiar la realidad de cientos de niños. Pero como tantas otras promesas en Bajos de Mena, se quedó a medio camino. Pasaron ocho años, la construcción avanzó entre licitaciones fallidas y empresas que quebraron. Al final, quedó en nada: un esqueleto de concreto abandonado al polvo y al olvido.

De espacio abandonado a refugio en Bajos de Mena.

De espacio abandonado a refugio en Bajos de Mena.

–Si nosotras no lo tomamos para algo bueno, se lo toman los narcos. Y digo tomamos porque esto es una toma, las cosas como son.

La frase no es una exageración. En Bajos de Mena, el abandono estatal deja espacios vacíos que otros llenan.

—Aquí no hay bancos, no hay supermercados, no hay conectividad. Si quieres llegar a la plaza de Puente Alto, te demoras más de una hora. Esta podría ser otra comuna. Pero es un lugar que no le importa a nadie, acá la gente sobrevive, es como zona de guerra.

DESPUÉS, ¿QUÉ?

Salir de la violencia es solo el primer paso. Lo difícil viene después. Muchas mujeres escapan con lo puesto, sin un plan, sin apoyo familiar, sin dinero.

–Ahí es donde entramos nosotras –afirma Carolina.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Violencia Intrafamiliar (ENVIF), el 44% de las mujeres ha sufrido algún tipo de violencia a lo largo de su vida, un aumento de 11,4 puntos porcentuales en la última década. Y en los últimos 12 meses, el 23,3% de las mujeres reportó haber sido víctima de violencia, una realidad que se siente aún más cruda en sectores donde la pobreza y el abandono estatal son parte del día a día.

Carolina, dirigenta social en Bajos de Mena

Carolina, dirigenta social en Bajos de Mena

–Por eso nos dimos cuenta de que teníamos que ayudarlas más allá de la urgencia. Les buscamos atención psicológica, apoyo legal, pero también cosas básicas: ropa, zapatos, una cama. Y algo clave: que puedan trabajar. Por ejemplo, les enseñamos oficios, las ayudamos a armar un currículum. Si tienen que ir a una entrevista de trabajo, buscamos quién las maquille, les ponemos pestañas, las vestimos.

NO TENEMOS MIEDO

Solo en 2024, 51 mujeres fueron asesinadas por el hecho de ser mujer. En casi todos los casos, el agresor no fue un desconocido en la calle, sino la pareja o expareja, alguien que alguna vez afirmó amarlas.

–Nos hemos encontrado con cuchillos, con palos. Sabemos que en muchos casos, el desenlace pudo ser peor. La violencia no avisa, y en un país donde los femicidios siguen en aumento, cada rescate es una carrera contra el tiempo. Pero nos resguardamos. Cuando sacamos a una mujer de su casa, vamos con hombres que nos ayudan, amigos, compañeros, hombres de verdad.

¿Has sentido miedo?

–No tenemos miedo, solo queremos llegar a tiempo.

Protejamos a las mujeres de la violencia intrafamiliar en nuestro programas para personas en situación de calle. 

 

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