¿Es Chile un país católico?
Si el gran activista social y fundador de Hogar de Cristo estuviera vivo, quizás la pregunta que haría sería otra: ¿Es Chile un país justo? Quisimos saber las razones detrás de este libro publicado por la Editorial Splendor, en 1941, tres años de que naciera su gran obra social –el Hogar de Cristo– hace exactamente ocho décadas.
Por María Teresa Villafrade
22 Octubre 2024 a las 20:07
Cuando Alberto Hurtado publicó su libro “¿Es Chile un país católico?”, el que según su biógrafo Jaime Castellón SJ fue “el que más gustó, el que tuvo más detractores, el que más polémica produjo y el más leído entre todos los que publicó”, lo hizo como resultado de un estudio sobre la realidad chilena que inició cuando él formaba parte de la Acción Católica (AC).
Castellón escribe en “A Dios desde los descartados”:
“El padre Alberto Hurtado hizo un estudio sobre la realidad chilena para exponer los desafíos que los jóvenes de la AC tenían por delante. Con ese propósito envió una encuesta a los párrocos del país. No todos respondieron, pero sí los suficientes como para tener un panorama”.
Agrega que en su análisis consideró el aporte de los párrocos y las palabras del magisterio de la Iglesia, pero no consultó a los dirigentes del Partido Conservador ni tomó en cuenta las declaraciones públicas de esta u otra tienda política.
Entonces, el libro más leído y polémico de Hurtado fue fruto de una investigación cuyo propósito, tal como señala él mismo autor en sus primeras líneas es “estudiar la situación de Chile desde el punto de vista católico, con la mirada fija en el porvenir, que esperamos ha de mejorar mediante nuestros esfuerzos sostenidos por la gracia divina”.
El biógrafo Jaime Castellón señala que “él hizo notar la profunda división que había entre los diversos grupos sociales. Mientras unos pocos gozaban de riqueza, bienestar y cultura, un proletariado muy numeroso vivía miserablemente, sin posibilidades de ascenso social”.
Según las estadísticas, en 1939 la cuarta parte de la población adulta era analfabeta; un 42% de la población en edad escolar no recibía instrucción y solo un 5% de los niños que empezaban sus estudios en las escuelas los terminaban. Esto tenía como consecuencia una desoladora situación de las familias pobres, cuyo peso solía recaer en las mujeres, a su vez carentes de educación.
La mortalidad infantil era altísima: un 20% de los niños moría antes de cumplir un año y casi la mitad, antes de los 9 años.
Alrededor de un millón y medio de chilenos, es decir, casi una cuarta parte de la población carecía de una vivienda digna. Muchas familias contaban con una sola pieza y a veces allí dormía más de una familia. No tenían luz, agua ni servicios higiénicos. Las basuras las tiraban al patio. El piso, casi siempre de tierra, en invierno permanecía humedecido por las goteras. Ahí pasaban el tiempo, amontonados junto al brasero.
Todos estos hechos fueron denunciados por Alberto Hurtado en su libro que agotó su primera edición a fines de 1942.
“El libro marcó un hito en la pastoral de la Iglesia chilena, por su mirada valiente y escrutadora de los signos de los tiempos, su llamado a la conciencia apostólica de los católicos chilenos y por su explicitación de una verdad ignorada por la mayoría acerca de la descristianización del país”, señaló Jaime Castellón.
En 1944, cuando el Hogar de Cristo abrió sus puertas, para Alberto Hurtado estaba claro que no era caridad lo que se estaba haciendo sino “el pago de una deuda” con los más desposeídos y descartados de la sociedad chilena.
En los primeros cinco años de su existencia, el Hogar de Cristo atendió a 400 mil personas. Sus servicios se fueron ampliando, mejorando y diversificando, llegando a construir una verdadera red de solidaridad.
El presupuesto anual rondaba los 3 millones de pesos. Los gastos fijos mensuales sumaban unos 100 mil pesos. A ello había que agregar por lo menos un millón en construcciones y unos 400 mil en reponer material de ropa, etc. Las entradas eran 100 mil de subvención fiscal; 85 mil de subvención municipal; 200 mil de arriendos; unos 150 mil se esperaban en dulcería y la tienda; unos 200 mil de coronas de caridad; 250 mil de colecta anual; 150 mil de beneficios; entre 350 y 500 mil se esperaba como renta de las acciones del Hogar Obrero.
Los recursos no alcanzaban para atender a tantos sufrientes. En marzo de 1950, Hurtado escribió una carta a los agricultores de Chile pidiéndoles su colaboración. Les dijo:
“No es posible socorrer al hambriento solo con buenas palabras y un poco de simpatía, es por esto que son innumerables las instituciones que piden a los agricultores algo de sus cosechas para poder realizar sus obras caritativas. Hoy es el Hogar de Cristo que llama a sus puertas […] A guisa de mero informe podemos comunicarle que se han dado en promedio 14 mil alojamientos mensuales, con sus respectivas comidas y desayunos. Cientos de piezas de ropa han calentado los cuerpos amoratados de frío durante el largo invierno y las visitadoras y religiosas no han descansado buscando trabajo, solucionando situaciones, curando enfermos y cerrando por última vez los ojos de los que han llegado arrastrándose para morir en Hogar de Cristo”.
Un total de 300 camas ocupadas y largas filas de gente pidiendo dormir bajo un techo, era el panorama diario en las inmediaciones de Chorrillos 3828 (hoy llamada Padre Hurtado). Por eso, en los corredores hay quienes duermen envueltos en una frazada, pero llega un momento en que no hay colchón ni frazada.
Cuando se acercaba la Navidad de 1948, el padre Hurtado escribió una columna en el diario El Mercurio, solicitando la colaboración de la gente para conseguir 100 colchones, 300 frazadas, 400 sábanas, 100 catres y 100 almohadas.
A 80 años de su fundación, las urgencias de la pobreza son distintas pero siguen siendo urgentes. Te invitamos a seguir apoyando la causa social más longeva y grande de Chile.
Créditos fotografías blanco y negro: Memoria Chilena