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El Hogar de Cristo en estos fríos días de invierno

10 Julio 2018 a las 18:27

Las personas que trabajan en la fundación no solo entregan alimento y abrigo. También escuchan las historias detrás de cada persona.

Por Israel Chávez Rojas

 

Una iniciativa del Padre Alberto Hurtado, hizo que naciera el Hogar de Cristo en el año 1944. Y ya desde hace 53 años comenzó a funcionar en la región de Atacama. Durante el invierno la fundación desarrolla el programa “Noche Digna”, que es ejecutado por la institución y cuenta con el financiamiento del Ministerio de Desarrollo Social.

Así este año, desde el pasado 20 de junio, hasta el próximo 18 de agosto, se repartirán todas las noches 15 desayunos y 15 cenas a las personas que duermen en las calles en Copiapó, al igual que en la comuna de Caldera.  Además se doblarán las 30 camas que habitualmente se disponen en la sede de la capital regional.

Las personas que llegan cada noche al hogar en busca de una cama para poder dormir cómodamente, reciben servicios de higiene, cena y desayuno. En casos donde la persona presente problemas de salud, se le entrega la atención correspondiente.

Carol Calderón, directora ejecutiva del Hogar de Cristo sede Atacama, detalla que son los hombres quienes más se acercan al lugar, “un 95 o 98% son varones, mayores de 18 años, en promedio de 35 a 40 años de edad. Tenemos un porcentaje muy pequeño de mujeres, alrededor de 2 a 3 mujeres nos solicitan algún tipo de atención durante el mes”.

 

PSC

De acuerdo al último catastro para personas en situación de calle, realizado el 2011, en la región de Atacama 282 personas se encontraban en aquella  situación.

“Nosotros estimamos que ha habido un aumento, considerando que el año pasado en el plan de invierno tuvimos un total de Rut distintos de 500 aproximadamente, pero pueden ser personas de paso”, dijo Carol Calderón. La directora ejecutiva explicó que el hogar muchas veces tiene un gran flujo de personas que llegan a la región para trabajar en temporadas agrícolas. También mencionó que “las personas en situación de calle, que llevan un año en ese estado, el deterioro físico, psicológico y biológico equivale al transcurso de 5 años. Por tanto, lo que busca este programa principalmente es poder acompañarlos en este periodo y disminuir el riesgo de que ellos puedan fallecer”.

 

Dormir bajo un techo

Una fila de hombres se forma en la entrada del Hogar de Cristo, ubicado en la Calle Ramón Freire número 415. Al entrar una funcionaria en una oficina inscribe uno por uno a las personas que llegan buscando un lugar donde poder pasar la noche. ya adentro, se puede ver un comedor vacío, en la pared hay una caricatura del Padre Alberto Hurtado en su típica camioneta verde y que tiene a su costado un extracto del capítulo diez del libro “Humanismo Social”, escrito por él.

Se observa a dos funcionarias que afinan los últimos detalles para la cena con la  que recibirán a los huéspedes. El menú de la noche es  charquicán de cochayuyo, un huevo duro, ensalada, pan y té. Las cocineras son Mireya Rivera y Edith Vedia, esta última estuvo cuatro años ayudando como voluntaria en distintos rubros al interior del hogar y hace seis años es parte de los 58 funcionarios de planta que tiene el Hogar de Cristo sede Atacama.

Las personas comienzan a entrar al comedor y cada uno saca su bandeja y un vaso con té. Al completar el comedor se pueden ver que la mayoría son varones y sólo tres mujeres son parte de la cena. Cada mesa tiene un tema de conversación distinto y entre medio se escucha a Carol Calderón, junto a Paola Díaz -directora del programa hospedería y acogida de Copiapó-, quienes entregan información al grupo.

Terminada la breve interrupción, cada mesa continúa con su tema. Para sazonar, algunos traen desde afuera el preciado ají para dar picante a la comida. Los dueños no tienen ningún problema en compartir con los demás, al igual que el pan que se ve pasar de una mano a otra.

Al final, algunos se quedan viendo televisión y la mayoría comienzan a ducharse antes de ir a dormir, de a poco el patio se llena de toallas y de hombres que esperan la hora para pasar a las habitaciones. Al ingresar a los cuartos, más de algún chiste sale y entre carcajadas todos se acuestan en una cama que está bajo techo, que es muy distinto a la realidad de otros ciudadanos que durante la noche duermen bajo las estrellas, tapados con nylon y cartón, sin quizás haber corrido la suerte de recibir una comida.

Ruta calle

Son las 18:30 horas y la noche ya oscurece a Copiapó, el frío y la humedad se hacen presentes en una jornada. Carla Escobar, asistente social, junto al conductor Juan Carlos Alday -ambos funcionarios del Hogar de Cristo- salen cargados con termos llenos de café para repartir cenas a las personas que viven en la vía pública.

Al llegar a un negocio de calle Chañarcillo, se acerca un hombre de barba larga, que viste un gorro de Chile y un chaleco reflectante, para  a recibir la primera comida de la noche. Se trata de Pedro Aguilera, más conocido como “Don Pedro”,  de 57 años que llegó desde Santiago a Copiapó. Tras su arribo a la ciudad, se dedicó a la carpintería y a la confección de muebles, con el tiempo comenzó de a poco a vender sus herramientas para comprar alcohol, hasta que se vio con las manos vacías y se dio cuenta de que había cometido un error; no le quedó otra que tomar un paño y limpiar autos en la calle para poder subsistir.

Dentro de la ruta, la siguiente parada fue “El Zócalo”, una antigua discoteque abandonada -frente a la rotonda de la salida norte de la ciudad-, y que habitualmente es ocupada por personas sin hogar. Tras unos minutos parados llega el “Tío Lalo” un hombre de más de 50 años que mantiene siempre una sonrisa. Entre risas lo primero que se habla, antes de entregarle la comida y café, es sobre un mensaje de Whatsapp que circuló la noche anterior donde se daba por muerto al “Tío Lalo”, el aclaró que era un malentendido o la broma de algún compañero de calle.

Calle Viel también es parte del recorrido, lugar donde se encuentra un ruco a un costado del río Copiapó. El sitio es oscuro, por lo que se necesitan  linternas e incluso la luz del vehículo. Una mujer sale a recibir la cena y hace pasar a los miembros del hogar de Cristo. En su interior había cinco hombres que estaban dispuestos a comenzar a dormir, pero al ver a Juan Carlos, la conversación nace en torno al mundial y la eliminación -ese día- de Colombia.

Rodrigo Toledo es el encargado de la presentación, así cada uno de los presentes fue conocido por su nombre: José, César, Elvira del Carmen, Marcos y Mario. El hombre también habló de la lluvia que cayó durante la mañana, “la mayoría somos sureños no le tenemos miedo a la lluvia, pero si nos llega de bandeja el río, ahí es donde podríamos quedar más tímidos, pero somos valientes”, comentó. Dice que comenzó a beber luego de una ruptura amorosa y terminó en la calle a raíz de eso.

Elvira del Carmen habla con Carla, le comenta que ya casi no tiene zapatos, ella la escucha con atención y lo anota en una libreta que la mantiene en sus brazos durante todo el recorrido.

Ambos -Carla y Juan Carlos- se muestran preocupados por una joven de nacionalidad Argentina, que está embarazada y que frecuenta la Plaza del Minero y que no tiene donde vivir, así que deciden ir a ver cómo está. Al llegar al punto se enteran que la niña se fue a un hogar, eso hace que queden más tranquilos y deciden ir hasta una bencinera que está en el sector de Rosario. Al estacionarse reparten una ración de comida a un joven que frecuenta el lugar, también a un hombre de más de 50 años que se queda por un tiempo hablando con ellos mientras se toman café. una tercera persona se acerca pidiendo algo para comer. Fue la parada más rápida de la noche.

El último punto visitado es un ruco que está a un costado del río, entre la Avenida Henríquez y Calle Vicuña, el lugar es de difícil acceso para la camioneta. La entrada tiene un letrero que dice “Somo de Temuco”, haciendo referencia a que la mayoría son de esa parte del sur de Chile. Ninguno de ellos quiere fotografías, pero uno se identifica como “Cobreloa” y comentó que “de repente duele con tan solo saber que a veces se anda pato”, también hace mención que muchos trabajan en las parras. El frío, a ellos no los perdona, cuando esto ocurre, comentan, se tapan con un cartón.

Ellos son los últimos del recorrido de la noche, la despedida entre quienes viven en aquel lugar y los enviados del Hogar de Cristo comienza, lo que da término a una noche más de repartir alimentos y una buena conversación con los que más lo necesitan, en el frío invierno, que hace más dura la vida de la calle.

 

Fuente: Diario de Atacama. 

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