"Quisiera morir en una de nuestras salas Padre Hurtado”
Hablando de cómo pensar en grande, en los grandes de Chile, el ingeniero pondera el trabajo de cuidados paliativos de fin de vida que se entrega en estas salas, donde, asegura, su fundación es pionera. También rescata la atención domiciliaria que ofrecen y lamenta que la pandemia la haya entorpecido, y las iniciativas innovadoras en que están embarcados para mejorar la calidad de vida de los adultos mayores.
Por Ximena Torres Cautivo / Publicada por El Mostrador
28 Junio 2021 a las 16:07
Juan Cristóbal Romero Buccicardi (47) es ingeniero. Desde 2014, dirige el Hogar de Cristo y en su escaso tiempo libre, escribe poesía; es un reconocido autor y ahora trabaja en un proyecto poético que quiere que sea importante sobre un poco difundido conflicto vinculado a la usurpación de tierras en La Araucanía: la masacre de Ránquil, que equipara a la de la Escuela de Santa María de Iquique, contada por Luis Advis y cantada por Quilapayún en los años 70. El interés por esta matanza de 500 campesinos pehuenches, ocurrida en 1934, en la zona de Lonquimay, se le activó junto con el “estallido social” de octubre de 2019.
Pero su mayor ocupación por estos días es dar a conocer el segundo fondo concursable de innovación social Piensa en Grandes, una iniciativa que partió en 2019 y que se suspendió a causa de la pandemia en 2020. El propósito de la alianza público privada de la que participan Hogar de Cristo, AFP Habitat y Vinson Consulting es apoyar financieramente y en términos de gestión proyectos innovadores, posibles de realizar y de escalar, que busquen mejorar la calidad de vida de las personas mayores. En la primera versión, las dos ideas ganadoras fueron: G Care, un dispositivo digital que “avisa” de cualquier accidente que sufra el adulto mayor, “el reloj de Dick Tracy”, lo llaman informalmente; y Caminatas Paso a Paso, que mantiene a las personas vitales con ejercicio físico en grupos y metas concretas en número de pasos. Pese a la pandemia y a las cuarentenas que recluyeron durante meses a los mayores de 75, sus gestoras lograron idear fórmulas remotas, videos y actividades en comunas con más apertura, y han logrado crecer y cerrar contratos con municipios y una red de parques. G Care ya está comercializándose y siendo usado por adultos mayores de los programas de atención domiciliaria del Hogar de Cristo con muy buenos resultados. Ahora los proyectos incipientes pueden ganar 5 millones de pesos y mentoría por 6 meses, y los que están más desarrollados, en etapa de piloto, hasta 20 millones y un año de apoyo profesional. Se puede postular ahora mismo y el cierre de las postulaciones es el primero de agosto. En septiembre se anunciarán los preseleccionados y el primero de octubre, que es el Día Mundial de las personas mayores, será el día del pitch de los seleccionados, la deliberación y el anuncio de los ganadores.
De todas las novedades que ofrece el fondo Piensa en Grandes este 2021, cuyas bases y formularios de postulación están disponibles en www.piensaengrandes.cl, nos habló el director del Hogar de Cristo, pero donde más se detuvo es en la actual realidad de los grandes de Chile, donde inscribe a los músicos de Congreso, un grupo musical que lo inspira. “En los años 80, cuando era un escolar, me arrancaba al Café del Cerro a escondidas de mis papás los fines de semana. Me iba solo hasta Bellavista en vez de ir a las fiestas. No era un panorama muy habitual para los escolares de entonces, pero a mí me gusta la música y entonces tenía una banda en el colegio. Descubrí que Congreso estaba ahí, en el Café del Cerro, un escenario más reducido, donde se podía estar en contacto con las bandas, conversar con los músicos. Ese fue un descubrimiento muy importante para mí. Ahora los miro y los admiro, todos ya con más de 60 años, tocando tal como hace 25. O mejor. Son pura energía. Además es un grupo que se comunica mucho con lo americano y en muchas de sus canciones está muy clara la conciencia de esa raíz que todos compartimos”.
-Un tema de los países de este rincón del mundo es la pobreza, ¿ves posible poder terminar con ella?
-Veo muy complejo que se pueda resolver el problema de la desigualdad y también el de los problemas de pobreza, no sólo los económicos, sino los asociados a la soledad, al abandono, a los estigmas, que muchas veces hacen la gran diferencia. En la medida que podamos ir avanzando en ese tipo de solución –a los problemas de salud mental, a la discapacidad intelectual, al consumo de drogas, a la violencia–, creo que se van a ir superando las barreras sociales que aumentan la pobreza en los distintos segmentos.
MORIR COMO DIOS MANDA
-Las personas mayores han sido las que más han padecido las consecuencias de la pandemia, ¿qué avances percibes en esta línea de trabajo del Hogar de Cristo?
-Nosotros estamos muy empeñados en potenciar la innovación entre quienes están buscando soluciones para mejorar la calidad de vida de los adultos mayores; así nace justamente Piensa en Grandes. Eso fue antes de la pandemia, tiempos en que no había una sensibilidad tan visible como la que ha ido generándose a causa de los estragos que provocó el COVID-19 entre los mayores en todo el mundo, sobre todo en sus inicios. En Chile, la población está envejeciendo, aumentando más que cualquier otro grupo etario y la calidad de vida de las personas mayores está muy por debajo de las expectativas que todos tenemos sobre esa etapa de la vida, por eso es imperativo pensar en grandes.
-¿Cómo se piensa en grandes en un país que tiende a invisibilizar a las personas mayores, que es viejista, porque pareciera que nadie quiere ser viejo en Chile…?
-Sí, es cierto, nadie quiere ser viejo hoy, porque por una parte se advierte que el llegar a viejo implica un alto riesgo de caer en la pobreza. Se dice que en Chile la pobreza tiene fecha de inicio y en la mayoría de los casos esa fecha coincide con el término de la vida laboral: 60 años, en el caso de las mujeres, y 65, en el de los hombres. Esto porque no se cuenta con pensiones adecuadas, ni con un sistema de protección social general que permita dar apoyo a los adultos mayores. Estamos a años luz de los estándares de los países de la famosa OCDE, donde los sistemas entregan no sólo apoyo básico, sino que vivienda adecuada, apoyo en alimentación, medicamentos, acceso a la red pública y también espacios de fortalecimiento de la autonomía. El deterioro que se produce al dejar de trabajar y ver reducidos los ingresos es brutal, además de que no existe una cultura que integre a las personas grandes adecuadamente a la sociedad.
-¿Cuál es tu mirada respecto del bajo nivel de las pensiones en Chile?
-No tengo una opinión experta respecto del tema de las pensiones. No sé qué sistema es mejor o peor. Lo que sí sé, como todos sabemos, es que las jubilaciones son bajas, que cerca del 50% de los pensionados en Chile recibe montos que están por debajo de la línea de la pobreza. En el Hogar de Cristo constatamos eso a diario. Las personas mayores necesariamente tienen que buscar ingresos alternativos y por necesidad deben mantenerse trabajando. Ha habido mucha polémica por esto en el último tiempo. Creo que la decisión de seguir trabajando debe ser voluntaria, no por necesidad, sino porque es una manera de fortalecer la autonomía, de conservar las redes, las amistades, de sentirse activo y útil. En el primer caso, el de la necesidad, seguir trabajando puede ser incluso atentatorio contra la integridad de la persona. Creo que las bajas pensiones son un tema, pero hay varios otros: la vivienda, el acceso a la salud, las residencias. Chile hoy no cuenta con una red de residencias de adulto mayor adecuadas.
El ingeniero-poeta comenta que, como en 2020, a causa de la pandemia, no hubo concurso para postular al fondo Piensa en Grandes, la alianza trabajó con la Municipalidad de Puente Alto y también se sumaron a la iniciativa SENAMA, Simón de Cirene y Compromiso País. ¿El tema? “Dar apoyo concreto para lograr la formalización de establecimientos de larga estadía para adultos mayores, los llamados ELEAM, ya que actualmente más de la mitad de los que existen en Chile no están acreditadas ni regularizadas. Lo que hicimos fue ayudar a 18 ELEAM de Puente Alto con apoyo económico y capital humano para que pudieran nivelar las brechas que tienen y acceder a la formalización, lo que va en directo beneficio de las personas que atienden. Dos ya lo están logrando, y se desarrolló un piloto replicable en otras comunas”, explica.
-¿Quién se hace cargo de los adultos mayores en Chile?
-En nuestro país el cuidado de los adultos mayores se le asigna a la familia y eso es parte de las muchas trampas que nos impone la pobreza, porque finalmente un adulto mayor en casa implica que algún miembro de la familia tiene que renunciar al trabajo y abocarse a su cuidado. Esa persona generalmente es una mujer y la familia en condiciones de pobreza ve limitada la posibilidad de tener doble ingreso, porque uno de sus integrantes trabaja y el otro debe quedar al cuidado de un adulto mayor, cuestión que se agrava cuando son familias mono parentales. Detrás de la protección del adulto mayor no sólo está el cuidado de la persona en sí misma, sino el apoyo a la familia completa. Eso es lo que hacen nuestros programas de atención domiciliaria, llamados PADAM.
-¿Cómo ha golpeado la pandemia a los adultos mayores del Hogar de Cristo, cuánto los ha perjudicado el encierro obligado, la falta de interacción, incluso con los voluntarios que están impedidos acompañarlos de manera presencial?
-Donde más se ha visto el efecto de la pandemia ha sido en los programas domiciliarios que tiene el Hogar de Cristo. Más de la mitad de las personas mayores que atendemos lo hacemos en sus domicilios, a través de los PADAM, un programa muy grande y moderno del Hogar de Cristo, que evita la institucionalización, que es hacia donde debe tender la política pública para las personas mayores. Se trata de entregar cuidado domiciliario en visitas semanales mediante duplas de profesionales sicosociales, como terapeutas ocupacionales y psicólogos, tratando de evitar la internación entre quienes todavía tienen la capacidad de estar en sus casas y valerse por sí mismos. Pero ahí, en algunos casos, la pandemia ha generado un mayor abandono. Las barreras sanitarias han impedido tener una interacción física con ellos, estamos limitados al contacto telefónico, que aunque es con mayor frecuencia, tiene menor profundidad y calidad. Eso ha sido muy terrible para ellos, porque no sólo nuestros servicios se han alterado, sino que han perdido contacto con sus familiares, han estado impedidos de salir, han perdido a sus redes. Realmente, ha sido devastador.
-¿Cómo imaginas la vejez de tu generación, de los que hoy tienen 40 y tantos, en 30 años más?
-Como Hogar de Cristo, lo que nosotros desearíamos es que las personas, en la etapa de vida que corresponda, logren tener autonomía plena, incluso las que están en cuidados paliativo al final de su vida. Que no sean tratados como niños, que sean respetados en su dignidad. Creo que eso es fundamental para lo cual, yo esperaría que a estas alturas del siglo XXI tengamos identificadas claramente las etapas de la vejez, porque no hay una sola. Están la temprana, la intermedia y la final, cuando empiezas a perder capacidades cognitivas y motrices, y para cada una de ellas habría que entregar apoyos que permitan compensar esas falencias adecuadamente y detener el deterioro lo más que se pueda. Yo incluyo en estas etapas el fin de vida, un tema que hoy está en plena discusión a partir de la famosa eutanasia. En este punto, a mí me parece que lo más acertado es la forma como la abordamos nosotros en las salas Padre Hurtados, que son lugares humanos y preciosos, donde se entregan cuidados paliativos y donde a mí me gustaría morir. En ellas las personas mayores están siendo tratadas no sólo con apoyo médico paliativo, sino con un trato individual y personalizado que permite que en esa última etapa de vida puedan sentirse queridos, dignificados, reconocidos. Esta es un área donde el Hogar de Cristo está más avanzado que otros programas de todo el sector salud de Chile y que se conoce poco, pero creo que es uno de los lugares donde mejor estamos haciendo la diferencia.