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La cuarentena terapéutica de 4 hombres en situación de calle

Cuatro integrantes del comité de emergencia Covid-19 que son además participantes de la hospedería de hombres del Hogar de Cristo en Concepción, fueron entrevistados por el capellán del Hogar de Cristo en la región, el jesuita Andrés Lira, para que contaran su experiencia de cuarentena y su transformadora experiencia de servicio.

Por María Teresa Villafrade

6 Mayo 2020 a las 15:03

Richard tiene 52 años y desde que empezó la cuarentena, es el encargado de la portería y de la barrera sanitaria. Nada ni nadie entra ni sale sin ser debidamente sanitizado por él, que de estar en situación de calle y ser asiduo participante de la Hospedería de Hombres de Concepción, con capacidad para 40 personas, hoy asume con total seriedad su nueva labor.

“Estoy feliz pese a lo preocupados y nerviosos que estamos, estoy contento porque podemos ayudar. Los hospedados que usamos la chaqueta verde (distintiva del Hogar de Cristo) prestamos ayuda en lo que sea: en alimentación, en hacer aseo, en todos los ámbitos que una casa necesita”, dice hablando con elocuencia y buen vocabulario. Se ha reencontrado con su familia y se emociona al hablar de su hijo que vive en Medellín, Colombia, donde también están en cuarentena.

Su compañero Rodrigo Pozo (49), nacido en Valparaíso, está a cargo de la alimentación y cuenta que su misión es preocuparse del abastecimiento y de racionar las comidas. Lleva un mes compartiendo el aislamiento social y lo asume como una terapia que le ha ayudado a mantenerse alejado de la calle y de las drogas.

“Este trabajo es gratificante y, aunque no tiene pago monetario, cada noche al acostarme me siento mejor. Antes lo que ganaba trabajando me lo gastaba todo en consumir. Me gusta ayudar y hasta de peluquero he hecho. He bañado a Luciano, que es un abuelo que tiene Alzaheimer y lo hago porque podría ser mi papá”, dice reconociendo que el voluntariado ha sido su mejor terapia de desintoxicación.

Roberto Cifuentes ayuda especialmente a los adultos mayores más frágiles, a los más ancianos: les lava la ropa, les lleva la comida, los atiende con cariño. “He reflexionado mucho por la pandemia y aunque es algo muy complejo, con la fe en alto vamos a salir algún día, ojalá cuanto antes pero la última palabra la tiene Dios”, afirma.

Pedro Carrillo (52) tiene a su cargo la ropería y asegura que desconocía el talento que tenía para esa labor. “Como persona me siento orgulloso, porque estuve en la calle, a veces sucio, sin comer, bien dejado. Consumía de 10 a 12 papelillos de pasta base al día. Me ha servido ser de ayuda, el que hayan confiado en mí, le doy gracias a Dios por el encierro, porque el problema principal del drogadicto es la calle. La droga es una pandemia mundial que nadie ha querido parar”, relata convencido.

UN ENCUENTRO TRANSFORMADOR

El jesuita Andrés Lira es el coordinador pastoral del Hogar de Cristo sede Biobío y lleva cinco años trabajando a tiempo completo en la región. Ahora sumó a sus funciones el turno de monitor de día para apoyar en la Hospedería en tiempos de cuarentena por el Covid-19.

“La verdad es que me impresionaron mucho los chiquillos del comité de emergencia, sienten una gran gratitud y alegría por el encuentro transformador que están viviendo. Creo que ha sido clave asumir responsabilidades. Los cuatro están cumpliendo funciones muy importantes para el funcionamiento cotidiano de la Hospedería y se han sentido restaurados en sus procesos. Hasta diciembre, varios estaban metidos en la adicción, la pasta base, entonces que alguien confíe en ellos ha sido muy sanador”, asegura el capellán.

Lo sorprende además la generosidad que han demostrado al ir más allá de lo que corresponde. “Estas historias parten en que alguien confío en mí para poder ayudar a otros, es una experiencia de servicio, de sanación que les ha despertado un interés por ayudar en otras labores con mucho amor”.

Para mantener la mística entre los 300 trabajadores del Hogar de Cristo en la región, a Andrés Lira se le ocurrió enviar cápsulas diarias motivacionales. “Me puse a aprender a hacer videos y fue así que salieron las entrevistas a los cuatro integrantes del comité de emergencia. Escucharlos me conmovió. La jefa de unidad, Vicky Fierro, fue la que asignó las responsabilidades. Como monitor de día en la Hospedería, me quedo solo con los 40 chiquillos, algunos tienen más de 80 años pero les llamamos así por cariño. También vienen los profesionales a cargo de los procesos”, explica.

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A su juicio, el grupo que mejor lo pasa es el comité de emergencia. “Están ocupados haciendo un servicio, los demás se aburren un poco más. De repente, organizan bingos para entretenerse”. Como anécdota cuenta la escapada de Nelson, un hombre de 70 años de pocas palabras, quien durante una sanitización del recinto dijo que la hospedería era una cárcel y se fue. “Lleva ocho años llegando siempre a las 7 de la mañana a la hospedería. Después de irse volvió y entonces activamos el protocolo para esos casos. Regresó ese mismo día, pero debimos dejarlo en aislamiento para proteger a los demás. Le salió peor el escape”.

LAS OTRAS PANDEMIAS

Para Andrés Lira, a diferencia de lo que sucede con el coronavirus, hay muchas pandemias de las que nuestra sociedad no ha querido hacerse cargo ni verlas. “Están la pandemia de la violencia intrafamiliar, la de la droga. El estallido social nos mostró que hay muchos virus presentes que tienen en jaque a la sociedad chilena y que durante mucho tiempo nos hicimos los tontos. Las pandemias son innumerables”.

Las personas en situación de calle que acuden a la Hospedería y que ahora están en cuarentena, tienen por el momento sus necesidades básicas cubiertas: techo, comida y vestuario. “Los que han tenido la oportunidad de servir a los demás sienten otra necesidad satisfecha, la espiritual, además de la seguridad de contar con lo básico. Pero la vida cotidiana no ofrece esas dos posibilidades juntas tan fácilmente. La sociedad da pocas oportunidades para servir a los demás. La humanidad está ahora desesperada, angustiada por la incertidumbre de perder el trabajo, y cuando uno les ofrecía antes la oportunidad de hacer un voluntariado, un servicio, no tenían tiempo”.

Según el capellán, el estallido social nos enseñó que no podemos estar desconectados de lo que le pasa al otro: “Si yo no me preocupo del otro, la barca entera se hunde. Aquí tenemos que estar conectados, en tiempos de pandemia nos damos cuenta que ningún país puede salvarse solo. Me temo que si no nos preocupamos de los más vulnerables, el estallido social va a reaparecer con más fuerza. Tenemos que aprender del estallido social y de la pandemia”, concluye Andrés Lira.

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