Liliana Olivos cautivó a los participantes de la fonda "La Callejera" de Hogar de Cristo, en Concepción. El evento, un clásico del Mes de la Patria en el mundo de las organizaciones que trabajan con personas en situación de calle en Biobío, había sido suspendido a causa de la pandemia los últimos tres años. Por eso, su regreso, con esta notable artista a la cabeza, fue realmente una fiesta.
Por Matías Concha P.
25 Septiembre 2023 a las
18:54
Casada desde hace 38 años, madre de dos hijos y con una dedicación incansable a cuidar a su esposo aquejado por la diabetes, la vida de Liliana Olivos (63) experimentó un giro trascendental. Su talento fue descubierto en el programa de música “Factor X” de TVN en marzo de 2011. En un abrir y cerrar de ojos, dejó atrás las labores del hogar para destacar como una voz reconocida en la región del Biobío.
“Aparecer en ese programa me cambió la vida“, confiesa, con emoción. “Imagínate, tenía alrededor de 50 años entonces. De repente, tras haber dedicado mi vida a ser mamá, cuidadora y dueña de casa, descubrí que tenía un talento que la gente apreciaba y que me brindaría tanto cariño y reconocimiento. Fue emocionante. Yo que comencé cantando en un grupo folclórico y en el coro de la iglesia, quién diría que sorprendería a Zeta Bosio de Soda Estéreo con mi trayectoria y mi tremendo vozarrón”.
Hace pocos días, la cantante demostró una impresionante versatilidad, paseándose sin esfuerzo por el repertorio de Cecilia, la incomparable. Fue en la fonda “La Callejera“, celebrada en la plaza Padre Hurtado frente a la Casa Central de Hogar de Cristo, en Concepción, donde decenas de personas en situación de calle fueron sus devotos espectadores. El evento era un gran clásico en el mundo de las actividades del mundo social y de voluntariado en la ciudad, pero la pandemia por COVID obligó a suspenderlo durante los últimos tres años. Su regreso, este Mes de la Patria no fue, por lo tanto, una cuestión trivial, como tampoco lo era el artista con que se retomaría la tradición.
-¿Cómo fue la experiencia?
-Me emocionó mucho, como usted podrá darse cuenta, soy bastante sensible. Me senté al lado de un caballero que compartió conmigo su vida, las luchas que había enfrentado y cómo había perseverado hasta llegar al Hogar de Cristo, a una casa de acogida. Fue realmente inspirador descubrir que hay un mundo que no suele verse en la televisión. Te hace reflexionar sobre cómo se puede brindar aún más ayuda.
EL CANTO Y EL CUIDADO
Junto a su carrera musical y las presentaciones en escenarios, Liliana desempeña una labor fundamental al cuidar a su esposo, Guillermo, quien padece diabetes. “Es una labor silenciosa, pero que guarda tanto o más amor que la música. Hace poco mi esposo perdió la visión de un ojo y le amputaron tres dedos, así que necesita mucho de mi ayuda”.
-¿Cómo se las arregla entre las tareas de cuidado y la música?
-La paciencia y la organización son claves. Comienzo a las seis de la mañana y no paro en todo el día. Siempre con determinación, nunca he faltado a un evento y nunca he permitido que mi marido se quede sin su once o sus medicamentos. Así que, como te decía, me las arreglo con paciencia y organización.
Según la OMS, el “cuidador” es la persona del entorno del enfermo que asume voluntariamente el papel de responsable y está dispuesto a tomar decisiones por y para el paciente, y a cubrir sus necesidades. Sin embargo, el cuidador está expuesto a experimentar un estado de profundo desgaste a nivel físico y emocional llamado “síndrome de sobrecarga del cuidador”.
-¿Recibe apoyo de alguien?
–Hace como ocho meses, al principio, cuando recién enfermo mi esposo, había que ir todos los días al hospital y eso me produjo un bajón. Pero, al mismo tiempo, soy una mujer tan activa que no me doy el tiempo de decaerme. Hago manualidades, canto en el coro, voy a la municipalidad y asisto a talleres, me encargo de la casa. Es casi como si se me olvidaran las cosas porque no paro, especialmente cuando canto en el escenario, es como si todo quedara pausado y solo estuviera yo y la música.
Fonda “La Callejera”
-Logra despejarse.
–Es como si entrara a otro mundo, me transformo y me concentro en lo que estoy haciendo, no es por tirarme flores, pero creo que lo hago muy bien. Recuerdo que cuando canté en la fonda del Hogar de Cristo, le dije a mi hijo, llorando: “Esto es como otro mundo”. Para mí, fue una oportunidad que jamás voy a olvidar, que entregó la convicción de entender que las personas más pobres necesitan amor y comprensión por sobre todas las cosas.
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