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Sandra Bruno:

“Uno ve a vecinas que caminan en estado de shock”

Para esta voluntaria del Comité Villa La Pradera, el principal problema que ve en su campamento afectado por el mega incendio del 2 de febrero, es el sicológico. “Estamos todos choqueados, no hemos procesado aún lo que pasó, lo que vivimos”. Su terapia es cocinar de lunes a sábado en el comedor solidario, pero sabe que, tarde o temprano, el dolor escondido le pasará la cuenta.

Por María Teresa Villafrade/ Fotografías: Agencia Blackout

14 Febrero 2024 a las 16:26

Sandra Bruno (47) no ha parado desde el domingo 4 de febrero cuando se pudo finalmente volver a abrir el comedor solidario del Comité Villa La Pradera que funciona desde la pandemia. Ella es voluntaria en la cocina desde entonces. Y trabaja allí de lunes a sábado dejando solo el domingo para atender a su esposo y a sus cuatro hijos.

“Estoy apoyando a la señora María, nuestra líder vecinal, desde el comienzo cuando empezamos a ofrecer almuerzos a los adultos mayores y a todo el que necesite en el campamento”, dice refiriéndose al asentamiento Manuel Bustos, uno de los más grandes del país, con 1.600 familias.  Villa La Pradera agrupa solo a 148 de ellas.

Ella no está sola, es parte de un gran equipo conformado mayoritariamente por mujeres. Todas muy esperanzadas de este 2024 que prometía grandes avances en el campamento.

Pero llegó el trágico 2 de febrero.

“Era un viernes normal. Nosotras bajamos al centro a comprar para la sede y hacía mucho calor. De repente, mi hija mayor me llama para decirme que se está quemando hacia abajo. No debe ser nada grave, pensé. Subimos, pero como a las 6 o 7 de la tarde, la situación era impresionante. Yo fui una de las últimas en evacuar porque mi hijo que tiene hidrocefalia y asperguer se encontraba en la casa de mi suegra. Ella vive cerca de aquí y corrí a buscarlo”.

Sandra tiene con su esposo cuatro hijos. La menor, de 9 años, y el mayor va en cuarto año de la carrera de enfermería. Ese viernes ella estaba sola porque tanto su marido como su hijo mayor andaban en sus quehaceres.

Voluntarias de Villa La Pradera revisan estado de la ropa donada para los damnificados del campamento.

“Al momento de evacuar, les puse a todos trapos húmeros en la boca y la nariz, arrancamos cerro arriba hacia la Villa Rucán. El humo ya lo invadía todo y el fuego nos perseguía. Corríamos con mis tres hijos, mis tres perros y un gato. Dejamos todo botado. Solo pensé en salvar nuestras vidas. Si se tiene que quemar la casa, que se queme, eso me dije”, agrega.

Todos sus vecinos evacuaron con lo puesto.

“NO QUISE MIRAR; NO QUERÍA VER”

Tres horas duró la caminata hacia la vía de evacuación. Pero ella no aguantó y a las cuatro de la mañana volvió con su hijo que estudia enfermería y que también es voluntario del comedor.

“Fue terrible. Era como si hubiese caído una bomba. Autos y casas calcinadas y personas dentro de los autos fallecidas. Yo no quise mirar mucho; no quería ver”, dice. Pese a que su casa no se quemó, el impacto de ver viviendas de sus vecinos y amigos totalmente destruidas, además de las incontables muertes, la conmocionaron.

El sábado se fue a la casa de un familiar que vive en la población Gómez Carreño. Y desde el domingo 4 de febrero, cuando ya el fuego estaba controlado, no ha parado de trabajar por los demás.

Sandra Bruno y el equipo de cocina, no han parado de trabajar y preparan a diario almuerzos para los vecinos y adultos mayores del campamento Manuel Bustos.

“Nuestra sede vecinal no se quemó gracias a Dios. Acá estamos trabajando, cocinando, repartiendo comida, ayudando en lo que más se pueda a los vecinos afectados. Hacemos bolsas, repartimos agua. Mi esposo parece ambulancia de Villa La Pradera, porque con mi hijo salen a atender, a visitar a los que no pueden salir, a las personas mayores. Acá es muy difícil moverse de un lugar a otro”, explica

-¿Cuál es el principal problema que les está afectando?

-Más que nada lo sicológico. En lo personal, estamos todos muy choqueados. Todo esto ha sido tan de repente. Nosotras apoyamos en lo que podemos, pero tampoco nos hemos tomado el tiempo de procesar lo que pasó, lo que vivimos. Me ves aquí trabajando y de repente riéndome, pero hay momentos en que me bajoneo. No me lo permito porque de repente llegan vecinas a las que se les quemó la casa y una las abraza, y te vas para un lado a llorar y secarte las lágrimas. Hay que seguir, el trabajo es una terapia, pero como familia no hemos hecho duelo de lo que vivimos.

Para ella ha sido tremendo ver a “vecinas que caminan por inercia, en estado de shock. Yo dejé mi casa botada, ya habrá tiempo para limpiar. Ahora hay gente que me necesita, mis vecinos me necesitan ya sea con un plato de comida o con una palabra de aliento. Qué mejor ayudar que con lo que uno sabe hacer”.

– ¿No crees que esto era una tragedia anunciada?

-Yo siempre veía los incendios en Valparaíso, en el sur, y como familia hablábamos y nos decíamos gracias a Dios no nos ha tocado. Y nos tocó. Con mi esposo conversábamos y él me decía que estaba admirado de mi valentía y entereza para evacuar con mis hijos. Yo estaba sola. La verdad, no se lo doy a nadie.

Tu donación urge. Marca la diferencia en la vida de las personas damnificadas en la cuenta corriente 1000-6 Banco Estado | RUT 81.496.800-6

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