“Un corazón gigante y una mente súper abierta”
Este estudiante universitario de Trabajo Social define así las condiciones que requiere la carrera que escogió. Tras cuatro meses de práctica profesional en los hogares protegidos para personas con discapacidad mental que Hogar de Cristo tiene en Conchalí, dice que ha sido su experiencia académica más enriquecedora. Aquí cuenta el por qué.
Por María Teresa Villafrade
30 Enero 2025 a las 16:30
Pedro Alejandro Hermosilla (23) pasó a cuarto año de la carrera de Trabajo Social en la Universidad Bernardo O´Higgins. Son en total cinco años y, en cada uno de ellos, su alumnado debe realizar prácticas profesionales de distinto tipo.
En 2024, le tocó el turno a la etapa que denominan en su universidad como “grupos y redes” y así llegó, junto a otros compañeros de carrera, a las residencias protegidas de Hogar de Cristo en Conchalí, para personas con discapacidad mental.
“De las cosas que más me impactaron de mi práctica en el Hogar de Cristo, fue encontrarme con una persona, beneficiaria del programa que, con alegría, me decía que estaba embarazada. Claramente no era posible por tratarse de una mujer mayor. No le dije nada, porque la veía contenta. Al terminar ese día el trabajo, uno de los responsables del programa me dijo: ´Ella se imagina que está embarazada, o que viene a verla un hijo; y eso la alegra mucho, aunque claramente no es así´, cuenta Pedro.
Durante la Pastoral del Postre, Pedro Hermosilla relató al padre Nano su experiencia de niño en una residencia para adultos mayores.
Ese hecho, le hizo recordar una experiencia semejante que vivió cuando era niño y estudiaba en la escuela de los Hermanos Matte, en Franklin.
“Del colegio nos llevaron a visitar un hogar de la Fundación Las Rosas. Allí nos encontramos con una adulta mayor que estaba muy bien vestida y arreglada como si fuera a salir. Al saludarla nos decía: ‘Estoy arregladita porque pronto vendrá mi hija a visitarme en unos minutos más’. Terminamos nuestra actividad y la hija no llegó”, relata.
Pedro Hermosilla durante su práctica profesional en hogares protegidos de Hogar de Cristo.
Lo cierto es que nunca nadie venía a visitarla, pero ella lo imaginaba y esperaba esa visita con ilusión. Todos los días era lo mismo.
“Las cuidadoras nos explicaron que no querían matarle esa esperanza porque se la veía siempre contenta. Ese comentario que escuché de niño, nunca se me olvidó. En ambos casos, el de la fundación Las Rosas y en el Hogar de Cristo, es lo mismo: esperar contra toda esperanza. Eso las alegra y las mueve a estar listas para cuando nazca el niño, para cuando llegue la hija”.
Pedro Hermosilla tiene vocación para trabajador social. Dice que al principio dudó en estudiar esa carrera porque no faltó quien le dijera que solo iba a terminar entregando cajas de ayuda en las municipalidades.
“Hay un campo laboral muy amplio y no tengo duda que mi labor será mucho más que entregar cajas. Nosotros podemos aportar a producir cambios sociales importantes. La gente no sabe todo lo que hace un trabajador social. De partida, cuando entras a un hospital, la primera persona que te atiende es una de ellas”, reflexiona.
Una gran cantidad de comentarios estigmatizadores de las personas con discapacidad mental, recibió Pedro al contar de su trabajo.
Agrega que cada vez que contaba que estaba haciendo su práctica en una residencia protegida para discapacitados mentales en Hogar de Cristo, lo primero que recibía era comentarios estigmatizadores.
“Hay todavía mucho prejuicio. A mí me destinaron a trabajar en la casa Altona, donde estaban los casos más severos y fue una experiencia muy enriquecedora. Me recibieron muy bien, tanto los acogidos como los profesionales de la fundación. Me sorprendió mucho para bien, me recibieron con mucho cariño, como si me conocieran de toda la vida”.
Durante los cuatro meses que duró la práctica profesional, Pedro y sus compañeros de carrera realizaron una gran cantidad de actividades entretenidas y paseos con los participantes de las casas de acogida. Los llevaron a conocer el Museo Nacional de Historia, visitaron los parques O´Higgins y Quinta Normal, entre otras cosas.
En el Parque Quinta Normal disfrutaron de un lindo paseo.
“En el parque O’Higgins, por ejemplo, hicimos un lienzo representativo donde todos dibujaron lo que los representaba. Luego, caminamos por todo el parque con el lienzo. ¡Fue hermoso!”.
Todos los participantes se abocaron a pintar el lienzo con mucho entusiasmo.
-¿Qué requisitos se necesitan para ser trabajador social?
-Hay que tener un corazón gigante y una mente súper abierta para tratar de entender las distintas realidades que viven las personas. A medida que pasa el tiempo, más me gusta la carrera de Trabajo Social. Gracias a ella, he descubierto que yo vivía en una burbuja.
-¿Qué quieres hacer cuando seas profesional?
-Quiero ser un aporte para el país, ser alguien con el que se pueda contar para producir cambios sociales. Somos agentes de cambio, tenemos que estar disponibles para ello.
La primera práctica que tuvo que realizar Pedro, la hizo en una residencia protegida para mujeres adolescentes del Servicio Nacional de Protección Especializada (ex Mejor Niñez).
Jugar a disfrazarse fue otra de las actividades entretenidas que realizaron los alumnos de Trabajo Social de la Universidad Bernardo O’Higgins.
“Fue una experiencia muy fuerte, no la puedo olvidar. De partida sus historias de vida eran tremendas y eso explicaba el fuerte carácter de las niñas. No había respeto hacia los profesionales que trabajaban allí. Todo el día se peleaban por distintas cosas”, recuerda.
Luego estuvo en una escuela de la que no sacó gran cosa en limpio. El joven universitario admite que entró a hacer su práctica a la fundación creada por Alberto Hurtado sin grandes expectativas:
“La verdad es que de todas mis prácticas, la mejor lejos fue la de Hogar de Cristo. Tiene excelentes profesionales que te enseñan y de hecho, me gustaría que todas las personas se dieran cuenta de cómo son ellos y también las personas con discapacidad mental con las que tuve el privilegio de estar. Ellos me decían todos nos tratan como locos y yo opino que son maravillosos”.
Pedro concluye: “Ojalá el mundo en algún momento se dé cuenta de eso, porque son muy simpáticos y empáticos, además de muy cariñosos. Merecen todo el reconocimiento y respeto que reciben en Hogar de Cristo”.
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