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Trabajadores de Sename se capacitan con Hogar de Cristo:

“Lo clave es el vínculo afectivo con los niños”

En 2018, el gobierno resolvió terminar con los CREAD (centros de protección masivos) y reemplazarlos por residencias familiares para niños. Ahora, el Sename está siendo cambiado por otro servicio y sus trabajadores capacitados por especialistas del Hogar de Cristo en un nuevo modelo de trato, centrado en fortalecer vínculos y no sólo dar pan, techo y abrigo.

Por María Teresa Villafrade

12 Agosto 2021 a las 13:52

A fines del año pasado, en la inauguración en Santiago de una nueva residencia familiar de protección para niños, niñas y jóvenes (NNJ) vulnerados en sus derechos, las autoridades informaron que ya se habían cerrado cuatro centros masivos en el país: el 2019 se cerró el CREAD Playa Ancha, en Valparaíso y, durante el 2020, los de Arica, Nuevo Amanecer de Concepción y Galvarino en Santiago.

Para este 2021 se anunció el cierre de otros 4: Pudahuel en la Región Metropolitana, Entre Silos en Maule, Capullo en Biobío y Alborada en La Araucanía. En total, para este año, serán 16 las residencias familiares que estarán en funcionamiento en distintas regiones: 5 en la Metropolitana, 5 en Valparaíso, 2 en Arica, 2 en Biobío, 1 en Aysén y otra en Magallanes.

Las personas que trabajan en este nuevo modelo de acogida y protección a la infancia vulnerada están siendo capacitadas por el área de Asesorías y Servicios Clínicos (ASC) de Paréntesis en Hogar de Cristo desde hace dos años, según explica la psicóloga Catalina Burmeister, coordinadora: “Como área nos interesa asesorar a distintas organizaciones en prevención del consumo de drogas y alcohol, pero esta asesoría la ampliamos a salud mental y todos los factores socioemocionales vinculados a aportar en trayectorias inclusivas. El trabajo con Sename también se enmarca en nuestro interés de transmitir y transferir modelos y herramientas técnicas desde nuestra mirada técnica”.

En cada residencia familiar vivirán no más de 15 niños, niñas, adolescentes (NNA), y el equipo a cargo está compuesto por profesionales y técnicos de diversas áreas de las ciencias sociales y la salud, como trabajadores sociales, psicólogos, técnicos en enfermería, educadores infanto-juveniles, profesores y terapeutas ocupacionales.

Marlene Ruiz Cea, trabajadora social y consultora de ASC  Paréntesis, Hogar de Cristo, cuenta que a todos ellos se les está capacitando en cursos, como “Estrategias de Intervención de Vida Cotidiana en Residencias” y “Experiencias Adversas y Traumáticas en niños, niñas, adolescentes y jóvenes, efectos y lineamientos para el trabajo”.

“Son cursos en línea que fueron diseñados basados en nuestra experiencia de pilotaje con las residencias de protección terapéuticas especializadas, modelo que implementamos, pero también con los lineamientos aportados por el Sename. La trabajadora social y relatora Lorena Ochoa, realizó el diseño del curso Intervención Cotidiana bajo todos los parámetros de exigencias de Sename, por lo que resultó un producto muy acogedor y acorde a las necesidades de los equipos de trabajo. Posteriormente fue revisado en conjunto con la consultora Ana Bárbara Ormeño y conmigo, basándonos en los estándares de calidad de ASC Paréntesis. Debido a que estos cursos son parte del proceso de  Inducción  para equipo de residencias, incluyendo a todos los que directa o indirectamente se van a relacionar con los niños, es decir al conductor a cargo de los traslados, a los manipuladores de alimentos e incluso personal externo. No solo a los monitores, tutores, directores, encargados de familia o las duplas psicosociales””, explica Marlene Ruiz.

Cerca de 25 personas conforman cada equipo de una residencia familiar. “Son muy completos y algunos ya han trabajado en los antiguos CREAD, lo que implica que deben hacer todo un cambio de paradigma. Este trabajo es mucho más en conjunto, y es un modelo 24 por 7”, agrega.

“Desde el Sename insistieron mucho en enfatizar una mirada puesta en el niño y la niña, un trabajo de protección, de cuidado y de vinculación con ellos para que ojalá estén lo menos posible en estas residencias y puedan volver pronto con sus familias. De eso depende mucho el trabajo que haga este equipo. Un niño, niña o adolescente con trayectoria demasiado larga en la institución no es el ideal. La idea es que la residencia sea lo más parecido a un hogar, que cada profesional haga su plan de intervención (PI) basado en la particularidad e individualidad del niño(a), desde su necesidad y las de sus familias”.

Un trabajo que debe desempeñarse con amor, respeto, confidencialidad, en un equipo alineado con estos criterios, “ya que todo es terapéutico. Esa es la clave. La intervención terapéutica no está encerrada entre 4 paredes con una dupla sicosocial, como antes, si no que cada uno desde su función está también haciendo intervención, ya sea al compartir el almuerzo. Por eso, el curso habla de intervenciones cotidianas”, enfatiza Marlene Ruiz.

FOCO EN EL VÍNCULO Y LAS RELACIONES

Lorena Ochoa, licenciada en trabajo social, es la encargada de impartir el curso “Estrategias de Intervención de Vida Cotidiana en Residencias”. Antes había participado en el proceso de pilotaje de las residencias modelo de protección que Hogar de Cristo implementó, con una mirada totalmente innovadora. “La experiencia es fundamental y yo quería aportar a la realidad de la infancia en el nivel proteccional, movilizando cambios. Yo recojo todos estos elementos, los elaboro y armo este curso incorporando la solicitud del Sename de algunos elementos”, explica.

Durante los meses de mayo y junio pasado se realizó el proceso de investigación, elaboración, compartir conocimientos, rectificaciones y ajustes para presentar al Sename el producto final. “Marlene, Anita y yo también investigamos mucho previamente, fue un trabajo muy productivo”.

La ejecución del curso que dura dos días comenzó en julio con dos grupos. Ahora vienen nuevos grupos de aquí a diciembre, un total de 9 equipos que se están preparando para ingresar a las residencias. “Al ser online, sin duda, esta experiencia es distinta, hay que estar mayormente conectado, de 9 a 6 de la tarde, con una hora de descanso para almorzar. Todo esto con el fin de incorporar todos los contenidos”, dice Lorena Ochoa.

-¿Qué es lo más novedoso que destacas del curso?

-Todo es novedoso, es una mirada completamente nueva, partiendo porque son modelos de residencias familiares con un máximo de 12 niños y adolescentes. Este modelo de vida familiar que nosotros empezamos en Hogar de Cristo era una buena forma de cambiar el paradigma, especialmente en las personas que han trabajado en el antiguo sistema de protección. Este enfoque da la vuelta y es todo lo contrario al anterior, porque está basado en las relaciones, en lo afectivo, en apelar mucho al vínculo con los chicos y chicas, y eso implica preocupación a todo nivel del equipo. Es un estado permanente de intervención de todos los miembros del equipo. Si hacemos un paralelo en el antiguo modelo que se focalizaba mucho en la llamada intervención, la psicosocial, donde la hora de terapia con suerte se daba una vez a la semana  con el profesional, ahora el compromiso laboral en este espacio tiene una mirada nueva. Desde que el trabajador o la trabajadora entran a la residencia hasta que se van, son un referente: una persona que todo el tiempo está interviniendo con los niños. Cuando logras que cada uno asuma la importancia de su rol en este espacio, es cuando la intervención empieza a funcionar. Es un modelo bien bonito que si es bien aplicado y todos los integrantes del equipo logran transmitir este cambio hacia los niños, tendrá resultados preciosos.

Se podría decir que antes el espacio se limitaba a brindar pan, techo y abrigo. Pero faltaba cariño, y preocupación. “Se espera que estas residencias familiares vayan supliendo las necesidades afectivas y de vínculo de que carecen los niños, niñas y adolescentes para que puedan generarse los cambios que ellos requieren en sus vidas”, agrega Lorena.

CADA SALUDO, CADA CONVERSACIÓN

Catalina Burmeister, Marlene Ruíz y Lorena Ochoa cuentan que los que se han capacitado con estos cursos han terminado muy satisfechos con los contenidos recibidos. “Ellos tenían claro el enfoque del modelo y nosotros enriquecíamos mucho con ejemplos concretos de experiencias que ellos estaban viviendo”, señalan.

Lo importante es que cada trabajador del equipo sienta la importancia del rol que cumplen, independiente de la función que realizan. “Si logramos que se pregunten para qué estoy acá, cómo aporto cada día, las personas logran hacer ese cambio, empieza a mejorar el vínculo, y los niños y niñas empiezan a sentir afecto y, reconocimiento hacia ese adulto, independiente de su función para la cual fue contratado”, explica Lorena Ochoa.

Además, hay una mirada más horizontal del equipo, porque todos los roles son importantes –auxiliar de aseo, manipulador de alimentos, conductor, monitor–, todos cumplen en algún momento alguna relación con ellos. “Cada saludo, cada conversación, algún detalle que yo hago, genera vínculo. Este enfoque está relacionado con el vínculo y las relaciones. Es tan bonito cuando se logra integrar de forma real y sacar el paradigma al que estás acostumbrado en relación a la residencia, yo creo en el cambio. Soy una convencida de que es posible”, agrega la trabajadora social.

La entrega de estas herramientas incluye a la comunidad y a la familia porque, sin duda, ellos van a retornar a sus espacios familiares. “No se puede pensar en coartar esa relación porque es un derecho de los niños, niñas y adolescentes, hay que aprender a incluirlas en este proceso. Mostrarles que existe otro espacio llamado comunidad en el que deben aprender a desenvolverse: en los centros de salud, en la municipalidad, en el traslado, aprender a pagar la locomoción, cosas básicas para nosotros, pero cuando los tienes en una burbuja con estos modelos paradigmáticos arraigados en lo que es una residencia, donde la preocupación exclusiva era pan, techo y abrigo, eso no funciona. Hoy sabemos que hay otra apertura a sus reales necesidades y cuál es nuestro deber y rol hacia ellos, en la entrega de herramientas está la clave y volvemos de nuevo al vínculo: en la medida que lo fortalezco y mantengo una sana relación con un adulto o varios, es posible entregar más herramientas. Nosotros tenemos que estar a la altura de ellos y de sus necesidades”, concluye la profesional.

La fotografía de la residencia inaugurada en diciembre de 2020 es del Sename.

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