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Erica Urrutia

Una “Tiburona” que sueña con volver a los barcos pesqueros

Erica fue portada en el diario La Estrella de Valparaíso en tiempos de la “guerra de la merluza”. Era pescadora artesanal y su sobrenombre “La Tiburona” aludía a su espíritu luchador. Hizo historia también por abrazar a la presidenta de Chile, Michelle Bachelet. “La apreté muy fuerte. No medí mi fuerza”. Hoy, como beneficiaria del programa Vivienda Primero en Valparaíso, aceptó contar su historia.

Por María Teresa Villafrade

17 Febrero 2025 a las 18:52

Erica del Pilar Urrutia (63) abre las puertas de su departamento en Avenida Colón de Valparaíso, donde llegó a vivir en 2024 después de seis años de consumo problemático de pasta base y casi toda una vida en situación de calle.

Hay resabios todavía de la aguerrida pescadora artesanal que fue en los tiempos de la llamada “guerra de la merluza” en el puerto. Erica, junto a sus compañeros del rubro, habían paralizado durante horas la célebre Avenida España, en protesta por la Ley de Pesca.

Con orgullo, nos muestra la portada del diario La Estrella de Valparaíso de julio de 2012. La vemos allí luciendo como una Juana de Arco chilena, enarbolando en su mano izquierda una improvisada bandera en medio del humo de los neumáticos quemados y gritando a viva voz.

Portada La Estrella de Valparaíso con La Tiburona.

¡Qué gran fotografía! Le comentamos y nos muestra otras, publicadas en el diario Las Últimas Noticias en marzo de 2018. Leemos: La Tiburona y su efusivo abrazo a Bachelet. Dijo entonces y nos repite ahora riendo: “La apreté muy fuerte. No medí mi fuerza”.

Erica había asistido a un desayuno en La Moneda con la Presidenta en el Día internacional de la Mujer y a codazos se abrió paso hasta llegar a ella para saludarla estampándole en la mejilla un apretado beso.

“Fui representando a las mujeres pescadoras de la región de Valparaíso”, señala de aquella época de gloria en su vida. Se necesitaba realmente mucha fuerza y coraje para trabajar en medio de puros hombres en alta mar por días.

DE PEJERREY A TIBURONA

“Mi hermano mayor –el finado- era pescador y le decían El Tiburón, yo empecé limpiando los barcos”, dice y nos muestra un video de hace poco tiempo realizando esa dura labor. “Cuando él murió me empezaron a decir a mí primero la Pejerrey y después La Tiburona”.

Poco a poco, comenzó a realizar más tareas hasta convertirse en una más de la tripulación.

Erica, La Tiburona, muestra videos donde se la ve limpiando los barcos pesqueros.

“Es una pega súper esforzada y me siento orgullosa de ser pescadora. Hacíamos pesca de arrastre, aprendí de todo, a tejer redes, a sacarles las vísceras a los peces, a clasificarlos. Había que levantarse a las cinco de la mañana para la choca (comida) y a las seis ya tenías que estar en la cubierta trabajando con tu ropa de agua”.

Por 10 días solo veía “agua y cielo, ballenas y buques”. Nada de tierra por ningún lado.

-¿Se ganaba buena plata?

-Sí, con la albacora. Ya está por comenzar la temporada. Había días muy buenos y otros malos, por culpa de las marejadas. Pero no me quejo, daba para vivir bien.

Pero así como ganó, después todo lo perdió al caer en el consumo de la pasta base que la tuvo atrapada durante seis años.

“NO TUVE INFANCIA”

Erica nació en su casa el 28 de diciembre de 1961 en Valparaíso. “No tuve infancia, porque yo tenía ocho años cuando murió mi madre, después mi papá se fue y se casó. Éramos cuatro hermanos hombres y tres mujeres”, recuerda.

Hoy sobreviven solo tres: dos hombres y ella.

“Estudié solo hasta segundo básico, desde pequeña salí a ganarme la vida a la calle. Acarreaba agua en el cementerio, me mandaban a comprar a la feria”, relata al tiempo que confirma que no sabe leer ni escribir.

Su hermana mayor postuló a Erica para ingresarla a un internado. “Me llevó, era bien bonito. Fuimos pero no me aceptaron”, dice relatando el instante en que su historia podía haber sido otra.

En su departamento de Avenida Colón, Erica reconstruye su vida con esperanza y fe en Dios.

“Me fui de la casa porque desde los ocho hasta los catorce años fui abusada por uno de mis hermanos. Me aburrí, ya no aguanté más. Le conté a mi papá pero no me creyó, él hacía su vida aparte”, revela enrabiada.

Se quedaba a dormir en los vagones de los trenes, al igual que muchas personas en situación de calle hacían en aquellos años.

“Fue una mala experiencia, algo que ninguna niña debería vivir”.

MATERNIDAD TRUNCADA

A los 16 años, Erica conoció a José y quedó embarazada de mellizas.

“No fue por amor sino porque buscaba protección, quería que alguien cuidara de mí. Él arrendaba una pieza en una residencial y después nos fuimos a una casa, vivimos juntos un año y tanto, me separé, no lo soporté”, confiesa.

Sus hijas nacieron en el antiguo Hospital Deformes. “Entonces mi papá y mi madrastra se enteraron y cuando nacieron se preocuparon. No supe ser mamá por todo lo que había vivido, aunque eso no lo justifica tampoco, pero así fue”, reconoce. Era solo una niña que debía hacerse cargo de dos guaguas.

Se arrepiente de haberle dado la tuición de sus mellizas a una prima que estaba casada y que se las llevó a vivir a Canadá. “Cuando quise recuperarlas me dijeron que ya no se podía, que había firmado los papeles. Lo bueno fue que mi prima siempre les dijo que yo era su madre”.

-¿Qué ha sido de ellas?

-La Kathy vive en Canadá y ya es mamá, tengo dos lindos nietos. Me vino a ver. La Andrea, vive aquí en el puerto. Me llama siempre. Las dos se alegraron mucho cuando dejé la droga y la calle. Gracias al Señor me recuperé”, dice mostrando la Biblia que tiene en su mesa de comedor.

EL PEOR ERROR DE SU VIDA

Tras su separación, Erica trabajó de ayudante en el comercio y cargando cajas en el mercado. Hasta que un día se fue a trabajar a las caletas y nació La Tiburona.

“El peor error de mi vida fue caer en la pasta base. Estuve seis años atrapada. Siento que he vivido siempre en la calle. Estuve en la hospedería del Hogar de Cristo, me apañaron mucho”.

Le ofrecieron ingresar al programa Vivienda Primero y aceptó. Hace un año que vive sola en un departamento de Avenida Colón.

“Aquí aprendí a ser persona y a quererme. Pasé demasiados años en rucos. Me cambió la vida, ahora duermo en una cama, es algo hermoso. Aprendí a preocuparme de mí, a bañarme dos, tres veces, vestirme bien”.

En el diario Las Últimas Noticias, Erica hizo noticia por su efusivo abrazo y beso a Michelle Bachelet. Todo esto, ella lo atesora en su celular.

Erica trabaja actualmente los miércoles y sábados en la feria de avenida Argentina, vendiendo cigarrillos o calcetas, “lo que venga pues me sirve para pagar mis gastos”.

Para ella su gran lucha ha sido dejar el consumo de droga. “Perdí el trabajo de la pesca, no me embarqué más. Ahora cuando puedo, voy a lavar botes a Quintero, eso nada más” dice y muestra el video donde aparece haciendo esa dura labor, escoba en mano.

Insiste en contar que está por comenzar la temporada de la albacora y pese a que dejó de salir a la mar hace cerca de una década, sueña con volver a embarcarse.

“Quiero ir a la caleta El Mebrillo para intentarlo otra vez”.

Para Javier Binimelis, jefe de programa Vivienda Primero en la región de Valparaíso, tan importante como acompañar en el proceso de reinserción a personas como Erica, es no matarles los sueños.

“Sabemos que las recaídas son normales y en el caso de Erica, lo importante es que ella siempre vuelve a su departamento y no ha regresado a la calle”, explica.

La lucha contra la adicción a la pasta base es difícil, principalmente por el contexto en que viven ya que los traficantes les ofrecen gratis las dosis, para después empezarles a cobrar. Erica asiente.

Erica nos comparte esta foto de ella en la playa de Quintero. Es feliz cerca del mar.

“Yo estoy muy agradecida del Hogar de Cristo, me recibieron en la hospedería cuando estaba con consumo y ahora tengo esta vivienda a la que considero propia, aunque sé que no lo es”.

Ella es uno de los 22 participantes del programa Vivienda Primero que Hogar de Cristo gestiona en la región con financiamiento de los ministerios de Vivienda y de Desarrollo Social. Este programa, pionero en Latinoamérica, entrega desde 2019 techo y acompañamiento sicosocial a personas mayores de 50 años que han vivido en situación de calle.

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