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Viaje al interior de una residencia en cuarentena

31 Marzo 2020 a las 13:18

Villa Giacaman del Hogar de Cristo, ubicada en Hualpén, alberga a 55 adultos mayores en abandono, de extrema vulnerabilidad y pobreza, una población de alto riesgo a la que el equipo liderado por Benito Montecino, su director, está dispuesto a defender a sangre y fuego del coronavirus. Aquí, desde dentro, explica en qué consiste esa defensa férrea.

Por Ximena Torres Cautivo

 

La semana pasada murió un residente de Villa Giacamán, establecimiento de larga estadía mixto para adultos mayores no valentes, abandonados y de extrema pobreza y vulnerabilidad, que se ubica en un apacible barrio de la comuna de Hualpén, en Concepción.

Óscar tenía 57 años. Era querido y alegre. Murió por un deterioro progresivo el mismo día en que se dio a conocer el primer fallecido por coronavirus en una residencia, en Biobío.

Óscar Mena Monroy, de apenas 57 años, “un lolo” para el promedio de edad de la casa, que es 77, en el caso de los hombres, y 81, en el de ellas. “Pero arrastraba enfermedades crónicas que lo mantenían con cuidados especiales. Lo suyo obviamente no fue por coronavirus, sino por el avance de sus patologías que se habían agudizado en las últimas semanas. Óscar tuvo la asistencia de un médico, el que, al igual que un familiar suyo, pudo entrar a la residencia de manera excepcional, porque estamos en cuarentena y con estrictos resguardos de seguridad sanitaria. También vino el padre Andrés Lira a entregarle la extremaunción, cuando Óscar entró en estado agónico. Fue muy fuerte para todos, porque ya no se puede velar a los residentes aquí por protocolo sanitario. Lo queríamos mucho y fue un golpe durísimo, al que se sumó el mismo día la impactante noticia del primer fallecido por corona virus en la región del Biobío, un hombre de 79 años que vivía en un hogar de ancianos privado”, explica Benito Montecino (31), trabajador social y director de Villa Giacaman.

Benito, que en condiciones normales desborda entusiasmo, está apesadumbrado. Dice que la muerte de ese adulto mayor por coronavirus los sensibilizó aún más respecto de la tremenda responsabilidad que tienen como equipo y los obliga a extremar aún más las precauciones de seguridad sanitaria.

Benito y parte de su equipo en tiempos más felices.

Villa Giacaman, del Hogar de Cristo, funciona con 49 técnicos y profesionales que atienden a 32 hombres y 23 mujeres. Son 55 seres humanos en inminente riesgo si el virus del coronavirus llega a entrar a la residencia, hoy en estricta cuarentena. “Nuestros usuarios están casi todos en abandono, muchos vivieron 10, 20, 30, 40 años en situación de calle, tuvieron consumo problemático de alcohol y/o de drogas, y, por un infarto, una fractura, un accidente cerebrovascular que los inhabilitó, llegaron acá. Están postrados en su mayoría, con una gran desconexión cognitiva, lo que los libra de las alteraciones ambiente, aunque hay algunos que sí comprenden lo que está sucediendo y están asustados”, explica Benito.

Justo después del estallido social del 18 de octubre pasado, habíamos hablado sobre lo desesperanzador que parece trabajar con adultos mayores tan frágiles y dañados. Entonces Benito nos dijo: “Esta es una realidad muy cruda. Los adultos mayores de esta residencia se quedan con nosotros hasta que fallecen. No hay final feliz. No tenemos egresos favorables, y esa es parte de la historia. Nosotros aquí trabajamos con la muerte, la muerte es una presencia con la que vivimos día a día, y eso genera un conjunto de emociones intensas, que nos hace desarrollar vínculos muy poderosos con nuestros adultos mayores. Nos esforzamos porque su existencia sea digna, sean respetados en su condición de seres humanos y los queremos. Como equipo, hemos aprendido a apoyarnos unos a otros. Nos conocemos, nos cuidamos, lloramos juntos cuando hay que llorar y nos alegramos cuando hay que hacerlo”.

TELEMEDICINA Y CONCURSOS DE CHISTES

Pero ahora, en que el trabajo no da tregua, en que los equipos están menguados y estresados, dice que las energías, las motivaciones y las emociones, han cambiado.

La edad promedio de las mujeres residentes en Villa Giacaman es 81 años.

Hogar de Cristo ha instruido a todos los programas residenciales para que sus trabajadores que tienen patologías crónicas no asistan al trabajo por el riesgo de contagio por coronavirus, que en ellos se agudiza. La instrucción es teletrabajo. Las universidades que los apoyaban con alumnos en práctica han dejado de hacerlo por seguridad. Eso ha obligado al equipo a reorganizar los sistemas de turnos; se quedaron con dos cuidadores menos de día y con uno menos de noche, y a que todos –técnicos y profesionales– se capaciten en todas las tareas de trato directo, desde mudar a los adultos mayores hasta alimentarlos.

“Estamos pasando por distintos estados anímicos. Motivados, comprometidos, pero con miedo, porque esto es inédito. Nunca visto. Nuestro empeño central es evitar el contagio de nuestros residentes, trabajadores y voluntarios, que en su mayoría son adultos mayores, que han debido quedarse en sus casas. Estamos conectados con las Seremías de Salud, de Desarrollo Social, con el Servicio de Salud de Talcahuano y con el centro de Salud Familiar de Talcahuano Sur, quienes a diario nos ayudan para la atención de nuestros residentes. Juntos, estamos tomando todas las medidas de resguardo con una población que es la de más alto riesgo”, confiesa el siempre incombustible Benito, a quien el cordón sanitario establecido en San Pedro de la Paz, donde vive, algunos días le ha dificultado la llegada a Hualpén.

Eduardo remenda y modifica a diario sus pantalones; en eso se entretiene.

Una vez en la residencia, todos los trabajadores deben tomarse la temperatura, luego hacerse un lavado clínico de manos y cambio completo de ropa por el uniforme sanitizado. Recién ahí entran a trabajar, manteniendo la distancia social entre ellos y usando mascarillas y guantes, lo que está haciendo crisis en todos los programas del país, dada la escasez de estos insumos básicos. Esto se ha traducido en un desesperado llamado las autoridades sanitarias del director social nacional del Hogar de Cristo, Paulo Egenau: “Nuestros trabajadores son tan relevantes como cualquier trabajador de la salud, pública o privada. Cumplen las mismas funciones, atienden y trabajan con personas vulnerables, enfermas, y necesitan protegerse para no convertirse en vectores de contagio dentro de nuestros programas”.

Precisamente para evitar ese riesgo, Benito explica que están “evitando al máximo las derivaciones a los servicios de urgencia y a los servicios de salud de nuestros residentes, porque el hospital base que nos corresponde, el Higueras de Talcahuano, tiene colapsado su sistema de urgencia, salvo que se trate de riesgo vital. Lo mismo pasa con los Centros de Salud Familiar y los de Atención Primaria”, precisa el director de la residencia.

Frente a esta realidad, lo que sí están haciendo es recurrir a la telemedicina frente a cualquier problema o alteración en el estado de salud de los residentes. Así, la cotidianidad de Villa Giacaman hoy transcurre entre el envío de videos, audios y fotos del personal con los médicos destinados a este servicio por las autoridades de salud. “Se escuchan conversaciones sobre sintomatologías y diálogos con los geriatras que nos han designado para la atención virtual de nuestros acogidos”. Y también contactos vía Skype o por WhatsApp de los que están más conectados con la realidad con sus familiares o figuras significativas, dado que las visitas se prohibieron por disposición de las autoridades sanitarias hace más de una semana. Allí son los trabajadores quienes ayudan a los adultos mayores con la tecnología para que puedan producirse las conversaciones. “Diálogos que los alegran, gratifican y hacen más satisfactorio su día a día”, hace notar el trabajador social.

Los que están más conectados y son valentes tienen miedo, por eso se dosifican los noticieros en televisión.

A la hora del almuerzo, se sintonizan canales de noticias, pero sólo en ese horario. “Los que comprenden lo que pasa estaban siendo aterrorizados con que son la población de mayor riesgo, así es que decidimos dosificarles ese contenido. El resto del tiempo se exhibe películas y programas de entretención, alegres, que nos bajen a todos el nivel de estrés. Aunque ya no contamos con voluntarios, igual hemos hecho actividades como concursos de chistes y de baile para mantener la moral en alto. Y así vamos superando las dificultades”, cuenta Benito.

Eso, mientras Luis Villagrán Agurto (73) da una entrevista en video a la fonoaudióloga de la residencia, donde se manifiesta “confiado”. Desde su silla de ruedas, reflexiona: “Si otros años hemos superado variaciones del virus de la influenza, por qué no vamos a sobrevivir ahora… aunque lo que más me llama la atención de esta enfermedad es la velocidad con que se expande”.

Revisa el video de Luis aquí

 

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