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Hombres necios que acusáis a la mujer…

Por Ximena Torres Cautivo, publicada el ElDinamo.cl

9 Marzo 2022 a las 14:41

La palabra sororidad tiene una fea sonoridad, aunque aspira a un positivo y necesario ideal: que las mujeres seamos solidarias entre nosotras mismas. Que no compitamos, que nos apoyemos. “Es la amistad entre mujeres que ni siquiera son amigas”, como la definió la escritora y periodista peruana Gabriela Wiener. Es un neologismo, un invento, que fue recién aprobado por la real Academia de la Lengua en 2019, año de gran efervescencia feminista en el mundo y acá también.

La palabra sigue el mismo patrón lingüístico de fraternidad, que parte con la raíz latina frater, que significa hermano, y que ha sido usada históricamente de manera unisex para aludir al “afecto y la confianza propia de hermanos o de personas que se tratan como hermanos”.

En el caso de la moderna sororidad, se toma la voz soror, que en latín significa hermana, y que es la misma que se utiliza en las congregaciones religiosas para aludir a la sor, a la monja, a la hermana, y que no suena precisamente muy feminista, aunque ahora sirva para las disquisiciones y escritos de las intelectuales de la tercera ola del feminismo.

Una sor notable, a la que muchos consideran la primera feminista del nuevo mundo, es la mexicana Juan Inés de la Cruz, una súper dotada poetisa y dramaturga, figura central en la producción literaria hispanoamericana del siglo 71. Famoso es su verso “Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis”. Más o menos lo mismo, aunque guardando todas las proporciones, del famoso “El violador eres tú”, que da nombre a la performance de Las Tesis, el colectivo feminista porteño.

YO, LA PEOR DE TODAS

A sor Juana Inés, a posteriori, obviamente, todos los estudiosos de su obra le han tratado de encontrar las costuras feministas, concluyendo en su mayoría que sí, que lo era, que fue una adelantada a su época y dejó mucho mensaje de género reivindicativo, partiendo por su “Respuesta a Sor Filotea de la Cruz”, donde defiende el derecho de la mujer a abordar temas teológicos.

Afirman que sus sonetos, sus autos sacramentales, sus comedias, sus escritos en prosa y hasta sus villancicos están llenos de alusiones al rol de la mujer, a la igualdad de los sexos y al derecho de la mujer a la educación, mucho más que a lo religioso propiamente tal. Incluso, es un hecho que, al final de su vida creativa, sor Juan Inés tuvo un largo periodo de inactividad creativa. Muchos sostienen que fue un silencio obligado a causa de la misoginia de las altas autoridades eclesiásticas –hombres todos– a las que estaba sometida en la corte del próspero virreinato en que vivió y brilló durante sus 46 años de existencia. “Yo, la peor de todas”, es la célebre firma, que da título a una película sobre esta última etapa en que de alguna manera debe renegar de su talento.

¿Ejerció la sororidad sor Juana entre sus pares? Sí, parece, aunque, sin duda, era una rara avis para sus tiempos y no debe haber tenido muchas amigas. Sí contó con el mecenazgo y la protección de mujeres importantes de la corte, como Leonor de Caneto, a quien dedicó sentidas elegías con motivo de su muerte.

La solidaridad entre mujeres dispares y el mandato cultural de la competencia entre un sexo considerado históricamente débil, sin duda, desafía al moderno concepto de la sororidad. Percibí esta cuestión con claridad hace unos días, cuando unas cuantas jóvenes feministas reaccionaron indignadas en redes sociales frente a un mensaje que usaba el concepto sororidad para hacer conciencia sobre la situación de las mujeres más pobres y vulnerables. Varias consideraron que una cosa no tenía nada que ver con la otra, desconociendo una realidad del porte de un buque: las mujeres pobres son más pobres que los hombres pobres, y más invisibles que las demás mujeres.

Recordé de inmediato una campaña de 2019, lanzada por la oenegé española Manos Unidas que tenía como eslogan: “Las mujeres del siglo 21 no son todas como las imaginamos”. Y en su imagen mostraba mujeres esclavizadas picando piedras en una cantera en la India, a las que podríamos agregar las adolescentes africanas secuestradas por Boko Haram, a niñas venezolanas desescolarizadas porque han vivido años migrando y a una adulta con más de 7 años en situación de calle en Santiago Poniente, deteriorada por el consumo y la violencia sexual.

La sororidad incluye -sin duda- la solidaridad y en grado mayor la de las que tienen más conciencia de género, más educación, más redes, con las que no tienen nada. No se trata sólo de quererse por ser mujeres, es sobre todo cuidarse y apoyarse por el hecho de serlo, pero más cuando muchas tienen menos herramientas, menos teoría. Es finalmente lo mismo que ser humanamente fraternos, aunque con cara y fuerza de mujer. En este Día Mundial de la Mujer las invito a ejercer la sororidad en esos términos.

Si te importan las mujeres en situación de calle, pincha aquí. 

 

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