Contra molinos de viento en Punta Arenas
Pocos saben que el primer hombre santo de Chile, elevado a los altares en 2005, estuvo dictando una magistral conferencia sobre la familia en el Teatro Cervantes de la capital de la región de Magallanes. Fue en 1943, un año y unos pocos meses antes de que fundara una causa colosal: el Hogar de Cristo, que este 2024 cumple 8 décadas trabajando por hacer de Chile un país digno y justo para todos.
Por Ximena Torres Cautivo
8 Octubre 2024 a las 21:49
El viernes 19 de febrero de 1943, a las 6 y media de la tarde, con el elegante y moderno Teatro Cervantes de Punta Arenas, abarrotado de unos 700 interesados asistentes, el sacerdote jesuita Alberto Hurtado, con su voz aguda pero convincente, daba inicio a una conferencia titulada “La Familia”.
Había llegado tres días antes en el navío Alondra, tras cuatro jornadas de navegación desde Puerto Montt, Venía con una misión muy específica: fundar la Acción Católica en Magallanes. También tenía planeado ir a Puerto Natales y Porvenir, pero partió su visita por Punta Arenas. Lo recibieron el obispo Vladimiro Boric, tío abuelo del actual presidente Gabriel Boric; monseñor Pedro Giacomini; varios otros sacerdotes salesianos y un simpático grupo de jóvenes, que luego se iría engrosando. Esa tarde visitó el diario “El Magallanes”, donde se reunió con señoritas de la Asociación Juvenil Católica Femenina. Y en la noche con jóvenes varones. El jueves 18 tuvo un encuentro con señoras y, a partir de las 8 y media de la noche, expuso en una “asamblea para caballeros”. Ambas charlas se desarrollaron en el Teatro Fagnano, fundado en 1908, con una arquitectura que mezclaba características de barraca con salón de baile.
Para la conferencia estelar y más concurrida, el viernes 19, se eligió el Teatro Cervantes.
Inaugurado 5 años antes de esta importante visita, en 1938, era, por lejos, el cinematógrafo más importante de la ciudad. Con una pantalla panorámica y una decoración interior con ocho lienzos pintados con motivos cervantinos, reflejaba el momento de apogeo de una ciudad que prosperaba.
El conocido escritor de novelas policiales magallánico Ramón Díaz Eterovic ha recordado esa sala de cine. En ella atisbó el mundo de Alonso Quijano antes de extasiarse con las películas de vaqueros. “Solía dejar correr mi imaginación por entre los molinos, bosques, adargas y rocines propuestos por algún pintor de nombre desconocido para mí. Parte del placer de ir a ese cine era llegar temprano a la sala y recorrer los murales intentando adivinar las historias que cada uno representaba, ejercicio nada despreciable para alguien con aspiraciones de escritor”, ha confesado.
Alberto Hurtado, quien por esos años ya luchaba contra sus propios molinos de viento –algunos le criticaban su “falta de espíritu jerárquico, ideas avanzadas en el campo social y una cierta independencia respecto del resto de las ramas de la Acción Católica”–, habló en la capital de Magallanes frente a una platea repleta de padres y madres de familia rodeados de las imágenes de don Quijote y Sancho Panza.
“Los niños serán ineludiblemente lo que sean sus padres. Un padre no educa por los consejos que da sino por el ejemplo de su vida cotidiana”, decía entonces sobre la enseñanza familiar.
Y agregaba:
“Que cada uno de los miembros del hogar trate a los demás con el mayor respeto y delicadeza. El marido que trata con poca consideración a su mujer, que le echa la culpa de todo, ¿cómo va a formar un hogar cristiano? ¿Palabras altas en la mesa, delante de los hijos… cómo van los niños a respetar a su madre si no la respeta su propio marido? Del fracaso de la educación de los hijos que no culpe a nadie el padre que no supo respetar a su mujer. Esta educación del respeto debe irse adquiriendo desde la primera infancia: respeto de los hermanos entre sí, respeto con los empleados, respeto a los pobres, los mendigos y hasta a los borrachos”.
Ideas avanzadas, pero sospechosas para algunos, como lo fueron para su amigo ultra conservador, monseñor Augusto Salinas, quien se convirtió en su más acérrimo contradictor.
Alberto Hurtado inspiró con sus conferencias a la sociedad de la región. Se ha dicho que “la fecundidad de esa visita permitiría la celebración posterior de un Congreso Eucarístico y un cambio de ambiente en relación con la Iglesia en Magallanes”.
Fueron 16 días intensos, que dejaron una marca indelebe en el corazón y la conciencia social de muchos magallánicos. Al año siguiente, en noviembre, el padre Hurtado renunciaría a su rol de asesor de la Acción Católica por divergencias con quien fuera inicialmente su amigo, Augusto Salinas.
Un mes antes, en octubre de 1944, a poco más de un año de su paso por el teatro Cervantes de Punta Arenas, funda el Hogar de Cristo, obra a la que muchos consideran “su milagro cotidiano”. Ese que lo elevó a los altares en 2005 y lo convirtió en el primer hombre santo de Chile. Este 2024, ese milagro cumple 8 décadas trabajando por un Chile sin pobreza.