Main Donate Form

$ 0

Hospedería de Valdivia:

¡Al rico pastel de choclos!

La donación de 150 choclos humeros puede hacer la diferencia entre un día cualquiera y la felicidad. Eso lo que vivimos una mañana de febrero en este programa que acoge a 29 hombres y una mujer en situación de calle. Cinco de ellos no sólo pernoctan en esta casa, sino que permanecen todo el día en ella, dada su avanzada edad, problemas de salud y/o de discapacidad. Cálida, aireada y con olor y sabor al verano chileno resultó está visita.

Por Ximena Torres Cautivo / Fotos: Mauricio Hofmann

10 Febrero 2025 a las 19:19

Mientras Osorno acaba de inaugurar 1.200 metros cuadrados de moderna Hospedería para personas en situación de calle; en Valdivia, 30 hombres de profunda vulnerabilidad cuentan con la casa de siempre para guarecerse noche a noche.

Este es el ingreso a la Hospedería de Valdivia. El sitio baldío de adelante, hoy colonizado por bandurrias, será próximamente una avenida.

Acá, en la capital de la región de Los Ríos, la vivienda donde funciona la Hospedería del Hogar de Cristo es antigua. Muchas veces reparada, de un piso. Pero tiene una particularidad que gratifica: huele a casa y a esmero femenino. Es limpia, ventilada y acogedora. Quizás se deba a que es verano, hace calor y la lluvia valdiviana se ha tomado vacaciones y a que en la cocina se prepara pastel de choclos.

En una mesa aledaña, junto a la puerta de la cocina, dos hombres mayores pelan choclos con un empeño y seriedad dignos de la tarea asignada. Tiene un pallet lleno de choclos pelados y un saco de choclos por pelar. Les donaron ayer 150 unidades y están felices de contribuir a las ricas comidas que planificó la manipuladora de alimentos, Pamela López. Al pastel de choclos de hoy, agregarán humitas la semana próxima, y congelarán los granos de lo que quede para futuros menús con sabor a verano.

LA ESPERANZA DEL SUBSIDIO

La monitora de día Bernardita Cabrera y la jefa de operación social de la región de Los Ríos, Claudia Ruiz, junto a Eugenio Ovalle y Hugo Rudolph, a quienes encontramos abocados colaborar con el pastel de choclos del almuerzo.

Eugenio Ovalle tiene 84 años. Es alegre, no le queda ningún diente y eso dificulta entender lo que dice. Aunque los que lo conocen, ya comprenden su media lengua. Aunque al verlo trabajar con los choclos no se nota nada, Eugenio perdió hace ya muchos años dos dedos de una de sus manos.

Patricio Bórquez, el trabajador social de la Hospedería, quien lleva 15 años trabajando aquí, dice que no tiene claro si fue en un accidente de trabajo o cortando leña. Eugenio es el mayor de los residentes y uno de los cinco que por razones de edad, problemas de salud o de discapacidades diversas, permanecen todo el día en la casa.

Los demás, de mayor a menor, son Daniel Pérez (76), gran conocedor del quehacer de la tradicional ferial fluvial de Valdivia, donde trabajó durante años vendiendo pescado. “Era una bala para montar y desmontar puestos en el mercado”. No se le conoce familia y es un personaje de gran personalidad.

Hugo Rudolph es discreto y de pocas palabras. Ahora se apronta para recibir la visita de su hija después de muchos años alejados. Y a aportar con trabajo para el pastel de choclos.

Famosas son sus peleas a bastonazos con Adolfo Maureira (65), camionero de oficio, quien ha sido víctima de sucesivos accidentes cardiovasculares en el último tiempo, lo que lo obliga a permanecer de día en la Hospedería. Y ha dificultado su vida. “A veces, sale y se extravía, pero siempre regresa. Ha perdido la capacidad de manejar dinero. Paga y no espera el vuelto, por ejemplo. Por suerte, la comunidad lo conoce y sabe de sus problemas, pero hay que estar atento a sus salidas”, explica el trabajador social Patricio Borquez.

Adolfo Maureira a veces se pierde, pero siempre regresa. Fue camionero y ahora deben cuidar sus salidas.

Hugo Rudolph (63) es otro residente estable que no deja la casa en el día. Muy discreto y celoso de su privacidad, se pensaba que no tenía familia, pero ahora existe la expectativa de lograr que se reencuentre con su hija, quien vive en Santiago. “Eso fue gracias a la gestión de una alumna en práctica y la visita podría producirse en marzo. La semana pasada, padre e hija ya conversaron por teléfono”.

 

Juan San Martín era conductor del Transantiago. Perdió la vista a causa de una pedrada en uno de sus ojos durante el estallido social.

El quinto hombre que permanece en estos espacios ventilados y pulcros a diario, es Juan San Martín (46). Su historia es propia de estos duros tiempos recientes. Patricio la resume con simpleza:

–Juan San Martín llegó a la puerta de la Hospedería desde Los Lagos en taxi. Lo habían mandado directo desde la Municipalidad de Los Lagos para acá. Afortunadamente, teníamos cupo y pudimos recibirlo. Él era chofer del Transantiago para el estallido social y sufrió un accidente: recibió una pedrada en el ojo. Hoy tiene discapacidad visual prácticamente total, aunque se moviliza bien. Conoce y está familiarizado con el espacio de la Hospedería. Se las arregla.

–¿Cuál es su futuro aquí, porque la Hospedería no debería ser el lugar para él?

–Juan ya tiene adjudicado el subsidio para la vivienda. Son unos 36 millones con los que cuenta y la idea es que pueda mudarse a su casa propia pronto.

Joven, trabajador, sin experiencia de vida en calle, poco se sabe por qué llegó a la región de Los Ríos, después de lo sucedido durante el estallido. Es solo. No tiene familia y, por ahora, en este lugar ha ido tirando para arriba de a poco.

PELAR EL CHOCLO

La trabajadora social Claudia Ruiz es la jefa de operación social del Hogar de Cristo en la región de Los Ríos y también es responsable de la Hospedería. Esa “doble militancia” la hace conocer bien el detalle de la vida y circunstancias de quienes pernoctan aquí, y que, en general, suelen ser siempre los mismos. Hay poca rotación.

Es cercana a los que permanecen ahí de día y bromea con ellos. En especial, con los mayores. “Nuestros adorados dinosaurios que se agarran a bastonazos y luego están desayunando juntos como los mejores amigos”, comenta, risueña, respecto de Daniel y Adolfo.

De los 30 participantes, sólo una es mujer. “La señora Alejandra es de Santiago. No tiene hijos ni pareja y lleva muchos de sus 60 años viviendo en situación de calle. Está acá desde mayo de 2021, cuando llegó desde Santiago, aunque sabemos que es valdiviana de nacimiento”, explica la trabajadora social Berta Catrileo, quien es la segundad de a bordo.

Las habitaciones tienen un aspecto de hangar, ya que son forradas en lata galvanizada,  y la ventaja de que se pueden abrir hacia el jardín mediante una puerta de corredera. Cuentan con rampla para quienes tienen movilidad reducida.

Como todos los que trabajan aquí –un equipo eminentemente femenino en el día y en la semana hábil–, se muestra feliz cuando le celebramos lo aireada y grata que luce la casa. Los dormitorios, donde encontramos a Adolfo y a Juan, son para tres personas y se abren completamente a un jardín extenso, donde hay pájaros y gatos, que son amigos de los residentes.

Entre la casa que alberga a la Hospedería y la casa donde funciona el programa calle y el programa domiciliario para adultos mayores –en la región hay dos: uno en Valdivia y uno en Futrono, junto al lago Ranco–, existe un sitio vacío que han colonizado las bulliciosas bandurrias. Es una ancha franja de pasto, que el gobierno local expropió para prolongar una avenida diagonal que cruza la ciudad. Pronto habrá una calle entre ambos dispositivos. Todos están expectantes. Además, la expropiación del terreno significó un inesperado ingreso para la fundación.

Pamela López, la manipuladora de alimentos, tiene clarísimo que hará con la donación de choclos. Hoy el menú es uno y delicioso: pastel de choclos.

Tal como inesperados y bienvenidos están siendo los choclos, que pelan –entre broma y broma– Eugenio y Hugo.

Si quieres contribuir a que estas personas recuperen sus vidas, involúcrate. 

 

 

 

 

Cerrar
tienda