Fueron casi 3 horas, 180 minutos de debate presidencial, donde lo sustantivo en materia de políticas sociales estuvo ausente. Apenas soslayado. Es lo que suele pasar con la pobreza. Nos incomoda, no sabemos qué hacer con ella. Que no se vea pobreza, es un dicho popular.
Tal cual hicimos notar con ocasión de la última cuenta pública, donde en un discurso de 16 mil palabras, el presidente Gabriel Boric dedicó una sola línea al tema, la noche del 10 de septiembre, la única pobreza presente fue la asociada a los migrante. Se les vinculó con inseguridad, ilegalidad, crimen organizado. Era, sin duda, un asunto de primera importancia para abordar en profundidad. Pero al no contar con preguntas profesionales, de periodistas, no de los contrincantes políticos, todo consistía en pasar de una cuestión a otra, distribuyendo los segundos respectivos. En la pauta y en teoría, los temas a tratar eran seguridad, salud, gobernabilidad, relaciones exteriores y economía. Sin embargo y siendo honestos, el formato no dio para profundizar en ninguno.
Efectista y propio de la sociedad del espectáculo fue destinar dos segmentos a un cara a cara entre opuestos. Un recurso digno de un reality show más de que de un intercambio de ideas.
Frente a este duelo, quién se iba a detener, por ejemplo, en que en un país con dos millones de personas sin trabajo; con casi 5 millones de adultos que no han terminado su enseñanza media y que, por lo tanto, ven reducida su empleabilidad dramáticamente; con más de 225 mil niños y jóvenes fuera del sistema escolar, resulta incomprensible que el Estado destine 2 mil millones de dólares anuales a la educación superior y apenas 30 millones de dólares al año para financiar programas de capacitación en oficios.
En el Hogar de Cristo, antes del fragor cada vez más intenso de la campaña, tuvimos invitados a 6 de los 8 candidatos que estuvieron en el debate de este 10 de septiembre. Y les entregamos 20 propuestas de políticas públicas orientadas a abordar la pobreza severa y avanzar en reducirla. Un documento contundente con propuestas concebidas desde la experiencia y presupuestadas en detalle. No hemos sido los únicos en entregar estos trabajos.
Los presidenciables han estado con otras organizaciones de la sociedad civil de manera individual, como Infocap y Emplea. En esas instancias, la sensibilidad fluye, el interés parece genuino, la radicalidad de la pobreza cobra importancia.
Esperamos que en los futuros debates la proporción simbólica de la pobreza supere a la de entender la política como un mero espectáculo y recupere su sentido más noble. Su versión más elevada: un ejercicio ético de servicio, diálogo y construcción de futuro compartido, que apenas vislumbramos en este primer debate presidencial.