La imagen de Arnold Abbott, un anciano de 90 años con delantal blanco, sirviendo platos de pollo guisado y papas gratinadas a personas sin hogar mientras la policía le notifica una infracción, recorrió el mundo en noviembre de 2014. Abbott, veterano de la Segunda Guerra Mundial y chef de larga trayectoria, llevaba más de dos décadas alimentando a quienes viven en las calles de Fort Lauderdale, Florida, a través de su fundación Love Thy Neighbor.
Imagen de AP de cuando fue detenido Arnold Abbott.
El conflicto comenzó cuando el concejo municipal aprobó una ordenanza que obliga a quienes deseen repartir comida al aire libre a contar con permisos especiales, instalar baños portátiles y respetar distancias mínimas respecto de viviendas. La norma buscaba, según las autoridades, “ordenar” el uso de los parques y resguardar la salud pública. Abbott consideró que se trataba de una criminalización de la caridad. “No puedo mirar a otro lado mientras ellos pasan hambre”, dijo al ser detenido por segunda vez en cuatro días.
El caso generó protestas en Estados Unidos y reavivó un debate global: ¿Pueden las ciudades restringir iniciativas solidarias en nombre del orden urbano? Organizaciones como la National Coalition for the Homeless acusaron a Fort Lauderdale de aplicar políticas “hostiles” hacia las personas sin techo, similares a las que en otras urbes prohíben dormir en plazas o instalar carpas en la vía pública.
En Chile, aunque no existen normas tan estrictas como la de Florida, sí ha habido controversias sobre el uso del espacio público y la atención a quienes viven en la calle. Desde municipios que retiran colchones, carpas y rucos para “recuperar” plazas, hasta regulaciones sobre dónde pueden operar los comedores abiertos o las “rutas calle”, la tensión entre seguridad, convivencia y derechos humanos está presente.
El Hogar de Cristo y otras organizaciones sociales insisten en que la solución no pasa por prohibir la ayuda, sino por fortalecer políticas de vivienda, salud mental y acompañamiento, así como garantizar espacios donde la solidaridad sea bienvenida y segura.
Abbott, por su parte, siguió defendiendo su causa hasta su muerte en 2019, con 94 años, convencido de que alimentar a quien tiene hambre es un deber moral. Su historia recuerda que detrás de cada debate normativo hay vidas concretas que dependen de gestos solidarios, y que las leyes, en cualquier país, deben equilibrar convivencia y compasión.
En el Censo de Población y Vivienda 2024 se registraron 21.750 personas en situación de calle a nivel nacional, lo que representa aproximadamente el 0,12% de la población censada. Sin embargo, las organizaciones sociales que trabajan con personas en situación de calle como Hogar de Cristo y otras, estima que la cifra supera las 50 mil personas en todo el territorio nacional.
Del total, el 81,7% son hombres y el 18,3% mujeres.
La edad promedio de las personas censadas en esta condición es 43 años, cifra mayor que la edad promedio nacional, 38 años.
En cuanto a su distribución territorial, la Región Metropolitana concentra el 39% de quienes están en situación de calle (8.458 personas), seguida por Valparaíso, Tarapacá y Antofagasta en número de personas.
No existe una ley que prohíba entregar comida en plazas o calles, pero algunos municipios han cuestionado comedores improvisados o carpas instaladas en parques, alegando problemas de higiene o seguridad.
La futura Ley de Calle, en discusión parlamentaria, busca establecer derechos y deberes para las personas en situación de calle, además de lineamientos para los municipios y organismos de apoyo.
Fotografía de 2014 de Arnold Abbott con voluntarios de su fundación. Crédito: New Herald File
Especialistas recomiendan coordinar las ayudas con organizaciones sociales para asegurar calidad sanitaria y la continuidad.
Para Hogar de Cristo, la prioridad debe ser avanzar hacia soluciones de vivienda y acompañamiento, evitando medidas que puedan “invisibilizar” o expulsar a quienes no tienen un hogar. Con el déficit de viviendas sociales, la situación solo promete empeorar.
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