Justo el 2 de octubre de 2022, para su cumpleaños, conversé con Heriberto Cisternas (89). Era un señor flaco, con boina gris sobre una cabeza clara y una memoria fresca. Ayer me enteré de que ese hombre que se enorgullecía de ser “el que está de blanco, parado en un palo, debajo del letrero”, murió en su casa, en Talca, el pasado 9 de agosto.
Hoy habría cumplido 92 años.
Entonces lo entrevisté porque partía el mes de octubre, en que conmemoramos la canonización de san Alberto Hurtado Cruchaga. Este año se cumplen 20 años de ese hecho histórico. Era 2005, gobernaba Chile el presidente Ricardo Lagos, quien concurrió a Roma, donde fue el papa Benedicto XVI, quien concluyó ese largo proceso, que se inició con la beatificación por el papa Juan Pablo II en 1994.
Heriberto Cisternas era uno de los escasos “patroncitos” que iban quedando vivos. Niños abandonados que recogió el padre Hurtado, iniciando así su obra, el Hogar de Cristo. Heriberto vivió en la famosa Escuela Granja, que se inauguró en mayo de 1947, en un amplio terreno “de 12 cuadras”, en Colina. Comenzó albergando a 57 niños. Rápidamente, llegó a acoger a 120 jóvenes en riesgo social.
El padre Hurtado sostenía que “los niños reclamaban campo, espacio y aire puro”. Eso era lo que buscaba dar la Escuela-Granja del Hogar de Cristo a “varones de entre 9 y 14 años”. Allí completarían estudios primarios con talleres que los capacitaban en algún oficio.
Heriberto vivió allí dos años. Y efectivamente era “el que está de blanco, parado en un palo, debajo del letrero” en una foto famosa, que pertenece a la Fundación Alberto Hurtado” y de la que él conservaba una copia como si de un hueso santo se tratara.
La foto famosa: debajo del letrero de la Escuela Granja de Colina, subido en un palo, está Heriberto Cisternas.
Camila, su nieta, quien es fonoaudióloga, nos contactó en 2022 para contarnos que, cuando era niño, su tata había vivido en un hogar de niños fundado por el primer hombre santo de Chile. Ahora nos vuelve a llamar para informarnos que su abuelo murió el 9 de agosto pasado. “Fue durante el sueño. Mañana, 2 de octubre cumpliría 92 años. Se fue durante el sueño. El día anterior había ido a su control médico y estaba todo bien. Nosotros nos consolamos pensando que su cuerpo ya estaba muy cansado y necesitaba parar”.
Bonita y plácida muerte, aunque dolorosa para Elisa, su mujer, que tiene 93 años y extraña a su compañero durante 65 años. “Ella sufre mucho por la pérdida de su gran amor”, nos escribe Camila.
Este mes en que iniciaremos una serie de notas sobre el primer santo de Chile, encaminándonos al jueves 23 de octubre, día de su canonización, recordamos lo que nos contó en vida una de sus queridos patroncitos, Heriberto Cisternas.
“Dejé mi casa a mediados de la década del 40; tenía poco más de 10 años. Vivía en Quinta Normal y mi padre era caído al frasco. Por su culpa, vivíamos en una miseria terrible”.
En su experiencia de niño vago, conoció a muchos como él: huérfanos, “huachos”, abandonados, niños fugitivos de la miseria rural, que preferían huir a la capital antes que ser regalados como mano de obra barata.
Nos dijo que estaba durmiendo debajo de una banca de la plaza Pedro de Valdivia, cuando lo despertó y lo recogió una señora. Lo llevó a su casa y luego hizo los contactos para que lo recibieran en la Escuela Granja de Colina.
En su memoria conserva fresca la imagen de haber hecho una fila para besarle la sotana al alegre padre Hurtado. “Los curitas italianos que nos cuidaban nos dijeron que estaba enfermo, que tenía cáncer, que moriría pronto. Él, que tenía siempre una sonrisa ancha, ese día estaba triste y nosotros también. El primero en la fila fue el Cabeza de Tablón, después pasé yo”, cuenta.
Comenta que más que nombres, recuerda apodos.
Otra anécdota presente en los ordenados recuerdos de este hombre que aprendió en la práctica a trabajar maquinaria pesada y hoy tiene 3 hijos, 8 nietos y dos bisnietos, es una vez en que el padre Hurtado llegó de visita y todos “estábamos vestidos con ropa dada de baja del Ejército. Él se molestó mucho y mandó a comprar ropa decente y digna para todos. Así dijo. Esa instrucción dio”.
Confiesa que de él aprendió un principio clave: “Lo ajeno es siempre ajeno, así nos decía”. No hay que robar ni envidiar.
“Yo nunca lo hice. Ni en mis peores apreturas. Ser honrado es un valor que me hizo ser lo que soy”, afirma orgulloso y nos manda una foto de su torta de cumpleaños: en cuadrados de mazapán se lee: “Contento, Señor, Contento” y tiene una camioneta verde encima.
Contento, Señor, contento, es la máxima que adoptó Heriberto Salinas en su visa. Estaba hasta en sus tortas de cumpleaños, como ésta con la que celebró sus 98 años. La camioneta verde es otro gran detalle.
Este espíritu, que pone a las personas al centro y cree en su capacidad de progresar pese a la desigualdad y a los infortunios, se aprecia en el concepto de educación que tenía Alberto Hurtado. Y que impulsó en la Escuela Granja, que hoy se asimila a la capacitación en oficios que entregan las tres escuelas de reingreso que tiene Fundación Súmate del Hogar de Cristo. Los niños pobres requerían sobre todo educación y un oficio que les permitiera ganarse la vida.
Heriberto nos contó que dejó la Escuela Granja de Colina “por vergüenza”.
-Me peleé por defender al Luisito, un niño más chico que siempre andaba con monedas en los bolsillos. Era chiquitito y pedía en la estación de trenes de Colina. Me agarré a puñetes con el Chupadedos, un grandote que le quería quitar la plata, y yo iba ganando cuando nos sorprendieron los curitas. Yo preferí irme antes que explicar nada.
Se fue, cuenta, donde Carmen Taramilla, la señora que lo había protegido antes y le tenía cariño. Luego decidió hacer el servicio militar y volver donde su madre. “Toqué la puerta y no me reconoció. Se asustó al verme y me dijo que volviera cuando estuviera Eligio, mi padre”.
Elisa, quien se convertiría en su esposa, era hija de los vecinos y da fe de cuánto buscó su madre a Heriberto, cuando él se fue.
“Fueron como unos 7 años de ausencia y ella nunca paró su búsqueda”, asegura. Finalmente, se produjo el reencuentro. “Ella ya no está y tampoco ninguno de mis cinco hermanos; soy el único que va quedando”, dice Humberto, sin fatalidad.
Heriberto y Elisa estuvieron casados 65 años. Ella está ahora viuda, desde hace dos meses, y con 93 años llora la muerte de su gran amor,
Mucha pena, en cambio, sintió al saber que había muerto el padre Hurtado. “Era tan bondadoso, tan generoso, que no me sorprendió que lo declararan santo. Yo siempre supe que era santo”.
Santo o no, según la fe de cada uno, fue un activo promotor del ser humano. En 1947, inmerso el mundo en un contexto de posguerra, publicó el libro “Humanismo Social”, el que él define como “un ensayo de pedagogía social”, que invita a la acción y a preocuparnos por el prójimo. Sorprende el uso de estadísticas, cosa poco común en su tiempo.
Ellas adquieren un gran interés pues señalan con datos objetivos la situación de su época y la evolución y progresos que ha experimentado el país.
Por ejemplo, frente a la realidad educacional de su época, sostiene: “Tenemos para comenzar el hecho de que unos 400 mil niños escapan anualmente a la asistencia de la escuela y que, por tanto, no pueden recibirla”.
El texto refleja también un conocimiento directo de las mejores prácticas existentes, pues señala la visita a numerosos centros educacionales tanto de Europa como de los Estados Unidos.
Hoy los niños, niñas y jóvenes privados del derecho a la educación son más de 227 mil y eso que el país ha duplicado de sobra la población que tenía Chile en 1944, cuando Alberto Hurtado fundó el Hogar de Cristo.
Hoy los “patroncitos” de antaño, como llamaba el jesuita a los niños en situación de calle, en lenguaje inclusivo actual, son menos que entonces y de otro color. Él no conoció el fenómeno migratorio de hoy, ni el narcotráfico, ni la pasta base, ni el individualismo generalizado que algunos ven en la base de la desigualdad.
Esas nuevas pobrezas que sorprenden a los chilenos, incluido Heriberto, para las cuales el Hogar de Cristo sigue buscando soluciones, proponiendo políticas públicas, propuestas técnicas, iniciativas comunitarias sobre la base de la investigación basada en la evidencia para impulsar con el Estado, el sector privado y la sociedad civil organizada salidas que hagan de Chile un país más digno y justo.
Heriberto Cisternas, y varios otros patroncitos como él, encarnan el triunfo de la voluntad y la formación frente a un mundo injusto y desigual. Cuando lo entrevistamos en 2022, él se declaró un afortunado. Quizás, entre otras cosas, porque no todos tienen una nieta diligente y orgullosa de la historia de su abuelo, como Camila, quien ahora nos avisa de la muerte de este notable “patroncito”, que nos pide hacer una nota de él. “Es una manera de honrar su vida y la influencia del padre Hurtado en una persona concreta”.