“Tengo 89 años ahora, recién los cumplí el domingo pasado”, cuenta Fanny Figueroa, mientras enseña a las residentes de la hospedería de mujeres de Hogar de Cristo en Estación Central, un oficio que desempeñó toda su vida: la costura.
Se declara una apasionada de los talleres y del voluntariado. No en vano es una de las voluntarias más antiguas de la fundación: 31 años de historia que comenzaron en una residencia para 60 personas mayores.
“Estaba ubicado en otro lugar, me acuerdo. Después estuve en otro hogar con cien abuelitos. Me encantaba estar entre tanta gente”, evoca de sus comienzos en nuestra institución.
“Estoy muy agradecida de Dios que me permite hacer esto que me gusta. Siempre he participado en talleres y la artesanía en todo sentido: pinturas, conservas. El oficio de mi vida fue la moda, trabajé en ello siempre y por eso quise traspasarlo a mi voluntariado. Hemos logrado varias cosas lindas”, señala mostrando las costuras hechas con telas de jeans reciclados: carteras, bolsos, monederos.

Fanny Figueroa disfruta cada momento que pasa en la hospedería de mujeres, enseñando manualidades y costura.
Antes de Hogar de Cristo, Fanny fue voluntaria de la Cruz Roja durante 17 años. “Este ya es mi lugar definitivo y quizás alguna vez pueda jubilarme aquí. Las mujeres son atendidas con mucho cariño en esta hospedería”.
Cuenta que su difunto esposo también fue voluntario y la apoyó siempre en el desempeño de esta tarea tan noble, que no es remunerada en dinero, pero sí en muchas satisfacciones:
“Así que eso ha sido mi vida de un voluntariado que me tiene muy plena en este momento. Estoy en una etapa de mi vida esperando lo que venga del Señor”.
-Pero tiene muy buena salud, por lo que veo…
-Sí claro, tengo solo achaques de vieja. Los huesos me duelen y tengo una cadera mala. Me reía mucho ayer que me tocó médico porque me dice: “Uy, aquí hay un daño grande en la cadera derecha que te produce estos dolores”. Ya. Sí le digo yo, pero con una prótesis quedaría como nueva otra vez, pues, doctor, para poder hacer mis cosas. Usted sabe que me gusta salir, porque ahora vivo sola.
Hace tres meses la golpeó el dolor más grande: “Murió mi hijo mayor que vivía conmigo. Esto de venir acá me ha ayudado mucho. Ser voluntaria me ayuda mucho a vivir lo que me queda por vivir. La muerte de mi hijo ha sido un dolor muy grande. Era mi hijo mayor”.
Él iba a cumplir 70 años. “Se había separado hace varios años. Por eso vivía conmigo. Me impresionó porque yo le fui a dar su remedio en la mañana y lo encontré muerto, ¿sabes tú? Entonces, esa imagen todavía la tengo grabada en mi mente, me produce mucha pena, me las lloro todas. Poco a poco lo he ido superando. Venir a la hospedería me llena de energía, por eso me gusta tanto lo que hago”.

Al verla, nadie diría que hace apenas unos meses vivió el dolor más grande: la muerte de su hijo mayor.
A Fanny le quedan otros dos hijos, 11 nietos y 11 bisnietos. “A muchos no los conozco”, admite.
Fanny vive en la comuna de La Florida y toma tres locomociones para llegar cada martes y viernes, a la hospedería de mujeres Anita Cruchaga en Estación Central. Un trajín muy sacrificado.
“Los otros días visito a otras abuelitas que están muy enfermas. Les leo, les canto, conversamos. No son vecinas, también me quedan lejos, pero eso me sirve para salir y acortar el día. Después llego a mi casa a descansar”, cuenta como si no representara gran cosa.

La hospedería de mujeres Anita Cruchaga tiene a 15 residentes a quienes Fanny Figueroa dedica dos días a la semana.
Este 5 de diciembre se celebra el Día Mundial del Voluntariado. Al igual que Fanny, cerca de 90 mil voluntarios pasaron por Hogar de Cristo el año 2024.
“Agradezco a Dios y al Padre Hurtado por permitirme estar aquí, mientras pueda hacerlo, lo haré”.