En el invierno, el Código Azul se activa cuando se anuncian pronósticos de 0 grados Celsius o menos o de 5 grados con lluvia o aguanieve. Ahora, en pleno verano, la definición habla de temperaturas sobre los 33 grados Celsius durante tres días seguidos. Un infierno, sin duda, que pone en riesgo la vida de quienes viven en situación de calle.
Ayer, Senapred activó para hoy y hasta el miércoles la Alerta Roja en la región Metropolitana y en las de Maule y Ñuble. “Cuando el calor se vuelve extremo, para quienes viven en la calle el riesgo es vital. Por eso nosotros activamos Código Rojo: para cuidar, acompañar y proteger a las personas en situación de calle, reforzando apoyos básicos como agua, atención y espacios seguros. En temperaturas extremas, prevenir puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte”, señala Solange Veloso, directora de Operación Social Nacional del Hogar de Cristo.
Leonardo (54) vive en las inmediaciones del Hospital Félix Bulnes. Ahí acomoda autos. “El agua la consigo al frente del hospital. Pero a veces no nos dan y debo ir a una plaza a sacarla, en los grifos, llenando algunas botellas de agua. Con esto me las arreglo. Tomo harta agua para hidratar el cuerpo. De repente, es bueno mojarse el pecho o los brazos, nunca el pelo, ya que haciendo eso se caldea bastante y se generan dolores de cabeza. Tampoco nunca me desabrigo de forma repentina”, dice.

Morir de calor no es una metáfora en este contexto. Por ello, Hogar de Cristo lleva a cabo rutas calle. El objetivo es distribuir implementos esenciales, tales como agua, protector solar y alimentos, a las personas en situación de calle durante este tórrido verano. AGENCIA BLACKOUT
El hombre, de tez morena que usa una camisa celeste, dispone de sólo un metro cuadrado para acomodarse. Los trozos de cartón no alcanzan a cubrir del todo la tierra del suelo. Y los trozos de policarbonato que le sirven de tejado no logran protegerlo de los rayos del sol”.
Históricamente, la situación de calle ha estado asociada en la opinión pública a los meses de invierno, cuando el frío, la lluvia y la humedad provocan muertes por hipotermia o enfermedades respiratorias. Sin embargo, desde hace más de una década, las olas de calor —intensificadas por el cambio climático y la urbanización— han convertido el verano en un período igualmente peligroso.
Dormir a la intemperie, bajo estructuras de cemento recalentado, rucos de lata que concentran el calor, autopistas y asfaltos hirvientes, expone a las personas a un estrés térmico constante. Sin acceso asegurado a agua potable, sombra, duchas o espacios ventilados, el cuerpo no logra recuperarse.
Estudios internacionales advierten que el calor extremo puede provocar deshidratación severa, agotamiento por calor y golpes de calor, con síntomas como confusión, mareos, dolor de cabeza, delirio y, en los casos más graves, daño neurológico y falla multisistémica. Las cifras muestran además que las muertes asociadas al calor han aumentado de forma sostenida en distintos países, afectando con especial fuerza a adultos mayores.

Imagina cómo será dormir sobre el asfalto recalentado, bajo una fonolas ardientes. AGENCIA BLACKOUT
En Chile, el 43% de las personas en situación de calle tiene más de 50 años, lo que incrementa aún más el riesgo.
Ante la alerta decretada por la autoridad, Hogar de Cristo refuerza su presencia en terreno y ajusta sus dispositivos de atención para enfrentar la emergencia climática. El foco está puesto en prevenir riesgos graves para la salud y proteger la vida, fortaleciendo apoyos básicos como:
Todas estas acciones de desarrollan temprano por las mañanas, para proteger también a los equipos de trabajadores y voluntarios del calor extremo.
Otra medida de utilidad es favorecer un adecuado manejo de los residuos y de la basura en zonas donde habitualmente hay rucos. El calor acelera la descomposición y aumenta eliminación de gases y malos olores, junto con la proliferación de moscas e insectos. La autoridad sanitaria de las comunas debería preocuparse de este aspecto.
“Nuestro foco está en prevenir riesgos graves para la salud, fortaleciendo el acceso a hidratación, sombra y espacios de resguardo, porque nadie debería enfrentar temperaturas extremas en soledad”, enfatiza Solange Veloso.

Distribuir implementos esenciales, tales como agua, protector solar y alimentos, a las personas en situación de calle puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. AGENCIA BLACKOUT
La activación del Código Rojo no recae solo en las organizaciones sociales. También lo es la colaboración ciudadana: ofrecer agua, facilitar el acceso a espacios frescos, alertar a los servicios de emergencia (SAMU 131) ante signos de golpe de calor —como confusión, desorientación, vómitos, piel seca y caliente o pérdida de conciencia— puede marcar la diferencia.
Las olas de calor ya no son excepcionales. Son parte de una nueva realidad climática que exige respuestas coordinadas y una mirada social. Para las personas en situación de calle, el calor extremo no es una molestia pasajera: es una amenaza directa a la vida.
Activar el Código Rojo en verano es reconocer que la emergencia no ocurre solo cuando baja la temperatura. Es asumir que cuidar a quienes viven sin techo es una responsabilidad colectiva, hoy y durante todo el año.
Porque el clima golpea más fuerte cuando encuentra a alguien sin dónde resguardarse.