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Serie 8 Mujeres/ 8 Décadas

Gregoria Ciccarelli: La mamá del Sida

En 1984, murió el primer enfermo de Sida en Chile. Eran tiempos en que el prejuicio campeaba. Diez años después, en 1994, esta monja italiana, avecindada en Coquimbo, creadora de su propio carisma –las Hermanas Misioneras de Jesús–, abre una Casa de Acogida para los niños contagiados con VIH. La bautiza Santa Clara de Asís y parte atendiendo a 12 pequeños de hasta 5 años y sus familias, en una vivienda cerca de la Vega Central. Es nuestra líder femenina destacada en los años 90 para nuestra serie 8 Mujeres, Décadas, en el marco de nuestro aniversario número 80.  

Por Ximena Torres Cautivo

6 Marzo 2024 a las 08:51

“Murió paciente del cáncer gay chileno”. “Murió el paciente de la enfermedad rara”. Así informaron el jueves 23 de agosto de 1984, los diarios La Tercera y Las Últimas Noticias, respectivamente, la muerte de Edmundo, el primer chileno fallecido a causa del VHI SIDA. Rápidamente, el encargado de bodega del Hospital Clínico de la Universidad Católica, quemó el colchón y todo lo que había tocado el fallecido profesor de castellano de 38 años. Había estado ahí dos veces, largamente internado.

La conmoción nacional y la de su familia fueron totales.

El Sida era una enfermedad “rara”, desconocida, asociada a grupos fuertemente cuestionados por su condición sexual, su estilo de vida, su promiscuidad. La rodeaban, el prejuicio, el estigma la discriminación.

Por eso es tan notable que una monja católica de 66 años,la madre Gregoria Ciccarelli, italiana, avecindada en Chile desde los años 50, asumiera la tarea de acoger a los hijos de estos enfermos absolutamente marginados en una casa de acogida, que se llamó Santa Clara de Asís.

Pasquina Cicarelli Salone nació el 6 de enero de 1928, en San Pelino, pueblo ubicado a menos de 100 kilómetros de Roma. Sus padres, profundamente católicos, tuvieron cinco hijos, todos imbuidos de una genuina caridad en favor de los más pobres.

En la Región de Coquimbo, donde hizo su vida, la madre Gregoria Ciccarelli no trepidaba en salir a hacer colectas a favor de los niños más desfavorecidos del puerto.

A los 17 años, Pasquina ingresa a la Congregación de Santa Marta. En paralelo, se desempeña como enfermera en el Hospital Pediátrico Bambino Gesú, de Roma. Tras dos años de formación religiosa se convierte en “la madre Gregoria”. Y en 1952 es enviada a Chile a trabajar en colegios de la congregación en Talca, Curicó y Quinta de Tilcoco.

Pero es en Coquimbo, como profesora en el Colegio Santa Marta, donde se “halla”.

En ese puerto del Norte Chico, encuentra su norte y desarrolla su vocación por los más pobres y vulnerables en la parte alta de la ciudad.  Aconsejada por Juan Francisco Fresno, el arzobispo de La Serena de entonces, inicia una experiencia extra-claustro en el cerro El Calvario de Coquimbo. E inspira a otras. A mujeres jóvenes que quieren seguir su ejemplo. Así, con cinco muchachas, en 1979, inicia el instituto Hermanas Misioneras de Jesús.

Antes de eso, había fundado el Hogar Redes, que acoge a niños abandonados, una de las grandes inquietudes sociales que orientó desde siempre su acción. Desde cuando era una joven enfermera en el Hospital Bambino Gesú. Ese trabajo la hace ampliamente conocida y querida en la región de Coquimbo.

Lo creó cuando descubrió que muchos niños de la zona alta del puerto “hacen sus tareas en el suelo, colocando sus cuadernos sobre las piedras, y siempre están solos puesto que sus madres trabajan”, como contó en una entrevista hecha en 1975. Ya entonces era plenamente consciente de lo negativo que era el abandono escolar para el futuro de esos niños, que terminaban atrapados por la droga y la vagancia.

Con ocasión de su muerte, en enero de 2019, la superiora de la congregación que ella misma fundó, dijo de ella: “En su trabajo con los niños, siempre miró más allá de su estado corporal, porque miraba con los ojos de Jesús. Así ella descubrió a Jesús en el niño, en el pobre, en el joven, en el adulto y en el más necesitado. Y en todos ellos fue capaz de reconocer a Jesús. Ese es el legado que nos deja, ir a su encuentro y acogerlo es la misión que nos deja a todos nosotros”. Y resumió la gran enseñanza que les legó en una simple frase: “No hay que hacerle el quite a las dificultades”.

SIN MIEDO AL CONTAGIO

La hermana Gregoria es la versión femenina de su compatriota, el conocido sacerdote Baldo Santi. O viceversa. Italianos ambos, fueron destinados a Chile por sus respectivas congregaciones; se llevaban por unos diez años. Él fue amigo de Alberto Hurtado, ya que llegó al país en 1946 y se alcanzaron a conocer con el jesuita que lo llamaba “mi amigo cura italiano”. Santi trabajó en Caritas Chile durante 47 años. En 1989, partió trabajando con la Clínica Familia, una fundación para prevenir y cuidar enfermos de VIH y responder a las necesidades de las personas pobres afectadas por esa enfermedad. Por esto, recibió amenazas, incluso de parte de su feligresía.

Baldo Santi tiene muchas similitudes con la madre Gregoria Ciccarelli: italianos, enviados a Chile muy jóvenes, con sensibilidad misionera y evangelizadora. Ambos acogieron a los enfermos de Sida, cuando el virus era considerado apocalíptico. Murieron en Chile nonagenarios.

“´Ahí va el padre del Sida´, me decían. También me ofendían y empujaban. Eran otros tiempos cuando existía mucho desconocimiento y temor respecto a la enfermedad”, contó en una entrevista al diario La Cuarta.

Cinco años después que él, en 1994, las Hermanas Misioneras de Jesús inauguran la Casa de Acogida Santa Clara de Asís, lideradas por la madre Gregoria. Estaba en una vivienda cercana a la Vega Central de Santiago, atendía a 12 niños, de hasta 5 años y a sus padres.

La gente se refería a ella como “el sidario”, lo que a la madre Gregoria Ciccarelli le parecía pésimo.

En esos años, dio varias entrevistas, que, con ocasión de su muerte, ocurrida en enero de 2019, a los 91 años, el diario El Día de La Serena recordó. Recogemos aquí algunas de esas reflexiones.

“Pronto podremos conversar con las autoridades respectivas para realizar las gestiones pertinentes para contar con una casa similar a la de Santiago que atienda a los niños con este problema”. No era fácil, incluso parecía harto más complejo que en la capital.

“En la Región de Coquimbo hay personas portadoras del Sida, pero el rechazo que tiene en general la comunidad por esta enfermedad, no les permite a los afectados manifestarse como debería ser y solicitar la ayuda necesaria. A los enfermos, en este sentido, les falta el valor necesario para confiar en las instituciones  o centros que les puedan orientar y mantienen en secreto su problema. A quienes tienden Sida les diría que deben ser valientes y enfrentarse a la sociedad. Ustedes tienen derecho a ser respetados por sus semejantes como cualquier ser humano. Ante todo son personas y creo que es importante que sepan que nosotras realmente los queremos”.

En otra entrevista, hecha en 1996, la madre Gregoria afirma: “Hay que abrir una instancia en que los enfermos de Sida, tengan donde reunirse, ya que viven en una soledad tremendamente grande y mueren  en una soledad peor todavía”. Agregó que urgía abrir un centro para niños con Sida en Coquimbo. Y concluyó: “Hoy no podemos decir que se respeta al afectado cuando se teme al contagio. Se tiene temor porque se piensa que te contagiará con puro mirarlo. Este es el tabú que es necesario eliminar. Es por ello que nosotros estamos trabajando con los adultos, niños y no tenemos miedo de contagiarnos”.

Pasquina Cicarelli Salone, la madre Gregoria Ciccarelli, murió en Coquimbo, reconocida, querida y homenajeada.

Tenía 91 años.

El Virus de Inmuno Deficiencia Humana (VIH) sigue siendo un problema de salud pública en Chile. Más de 90 mil personas han sido con diagnosticadas desde que fuera hallado el primer caso, el de Edmundo, en 1984. Entre 1985 y 2021, según el Ministerio de Salud, hubo 12.536 defunciones por Sida. Socialmente, la enfermedad ha ido perdiendo el estigma del mal finisecular que tuvo en los 80 y 90, pero sigue siendo un te,a complejo.

La fundación Santa Clara de Asís sigue trabajando por los niños que viven con el VIH-Sida.

 

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