“Se ha combatido la pobreza; no la desigualdad”
En el aniversario número 78 de la fundación creada por Alberto Hurtado, su líder explica la estrategia social con que la causa que dirige afronta este nuevo Chile, “un país que tiene una mayor pobreza, mucho más diversa y compleja”. Y concuerda con que el modelo neoliberal permitió mejorar los niveles de ingreso, pero no las diversas inequidades que nos aquejan.
Por Ximena Torres Cautivo, publicado por ElDínamo.cl
22 Diciembre 2022 a las 16:00
“Precariedad que esconden tantos bienes
adeudados. Hogar de las más pobres
hipotecas. Serán los avatares
del tiempo con sus públicos vaivenes
los que salden mis cargos y recobren
la paz de mis burgueses bienestares”.
Busco un verso que hable sobre pobreza y desigualdad en “El Índice Expurgatorio” de los libros escritos por Juan Cristóbal Romero entre los años MCMXCVIII y MMXX. Esa es la materia de la cual se compone la pega del ingeniero y reconocido poeta, que –desde 2014– dirige el Hogar de Cristo, luego de haber estado a cargo de Fondo Esperanza por más de una década.
La ensayista Adriana Valdés, quien presentó esta última obra –“El Índice Expurgatorio”– y le prologó otra –“El Soneto Chileno”–, nos sopló el verso que antecede este par de párrafos y que alude con humor a su auto declarada incapacidad doméstico financiera, y no a la titánica tarea que aborda desde hace 8 años a cargo del Hogar de Cristo.
Juan Cristóbal Romero (48) lleva todo lo que va del siglo 21 dedicado a combatir la inequidad. Y la mayor parte del tiempo, dirigiendo una causa que anualmente atiende a casi 34 mil personas en situación de pobreza y vulnerabilidad y que se financia casi en un 50 por ciento con el aporte de socios. Son hombres y mujeres comunes y corrientes que hacen una donación promedio mensual per cápita de siete mil pesos. El otro 35 por ciento proviene de aportes del Estado y el resto de ingresos propios.
El incremento de los gastos de los programas sociales a causa de la pandemia y la inflación han golpeado duramente, “no sólo a quienes atendemos, sino que también al Hogar de Cristo, que es como una familia más, pero a gran escala”, sostiene Juan Cristóbal Romero.
En este complejo contexto y a propósito de su análisis del estudio hecho por el académico de la Universidad de Harvard, Michael Walton, presentado en Espacio Público el mes pasado y que denuncia la enorme desigualdad que hay en Chile, el director del Hogar de Cristo sostiene:
“Nosotros llevamos un tiempo largo trabajando en temas de pobreza desde la sociedad civil y hemos constatado el poco acento que se ha puesto en reducir las inequidades en comparación con el esfuerzo hecho en materia de disminución de la pobreza monetaria. Da la impresión de que hasta hace muy poco, eran caminos independientes, donde el esfuerzo del Estado, de la sociedad en general y del modelo económico, estaba puesto en reducir la pobreza por ingresos y se veía a la disminución de la desigualdad casi como “una externalidad positiva”. Las consecuencias están a la vista: el modelo con que hemos operado, más allá de la definición política que cada uno tenga, ha mantenido intacta la desigualdad”.
-¿En qué ámbitos es más llamativa esa desigualdad?
–En muchos, porque la desigualdad económica es síntoma de muchas otras inequidades. En materia de educación, por ejemplo, tenemos la espeluznante cifra de más de 224 mil niños, niñas y jóvenes que están fuera del sistema escolar, los que son en su mayoría pobres y vulnerables. Y el gasto en educación per cápita está directamente asociado al estrato social; así, el de los colegios privados es de 400 mil pesos mensuales por alumno; el de la educación pública, 147 mil pesos; y el de los establecimientos que hacen esfuerzos para re-escolarizar a jóvenes y adultos, 75 mil pesos. Una muestra de desigualdad evidente en cuanto a la contribución del Estado a la educación de niños, niñas y jóvenes menos favorecidos económicamente.
–Sin duda, no es el único ejemplo…
–Sin duda, el presidente del Metro durante el gobierno de Piñera hacía notar que en Cerrillos la gente duerme cuarenta minutos menos que en Las Condes por tema de tiempo destinado al traslado al trabajo. Eso es desigualdad territorial, segregación urbana. Y podemos seguir: el 50 por ciento de los pensionados recibe una pensión bajo la línea de la pobreza y, de acuerdo a datos del INE del año 2017 en relación al trabajo digno, la mitad de los chilenos recibía un sueldo de 180 mil pesos mensuales. Esas son todas desigualdades que se van sumando.
Uno de los datos del trabajo de Walton que más impresiona a Romero es que 50 grupos económicos concentren el 90 por ciento de la riqueza del país. “Eso da cuenta de un mercado poco competitivo, lo que se traduce en baja productividad y en que un millón de los dos millones de microempresas que existen en Chile, sean informales”, hace notar el ingeniero.
–El Hogar de Cristo junto a otras fundaciones que trabajan en materia de pobreza, en 2020, indagamos sobre las percepciones de las poblaciones más pobres y vulnerables del país: adultos mayores, mujeres jefas de hogar, personas en situación de calle, habitantes de campamentos.
Fueron los Círculos Territoriales, donde buscamos respuestas al origen del estallido social de 2019 y a los posibles caminos de salida a la crisis. Conversamos con 35 mil personas personas a lo largo del país sobre distintas problemáticas sociales y la conclusión fue muy similar a la que se mencionó en el seminario, aunque no con la sistematización de la investigación del profesor Walton.
Romero habla de las tres A que surgieron de esos Círculos: Abuso, Abandono y Angustia.
–El Abuso tiene que ver con las desigualdades antes señaladas y tantas otras, el Abandono con que el Estado observa cómo Chile está dividido en dos; hay una mitad del país donde funciona el Estado de Derecho y otra mitad que no tiene protección y está hoy día a merced de ser captada por el narcotráfico, y la autoridad no hace nada por combatir esa desigualdad. Y la Angustia, que es la rabia que surge del sinsentido de la vida, del esfuerzo, del trabajo.
–Walton habla en su estudio de que los gerentes, los CEO, dice él, de las principales empresas chilenas consideran que la desigualdad se concentra en la clase media y, al parecer, no es así. La desigualdad afecta mucho más a los pobres.
–Efectivamente, lo que revela un desconocimiento enorme de las elites sobre la realidad de la pobreza. Para una mejor toma de conciencia es vital el conocimiento, sacarse los prejuicios y romper supersticiones respecto a cómo vive el país la desigualdad. A todos debe dolernos la inequidad, la injusticia.
–¿Cómo debería colaborar la empresa privada para disminuir la desigualdad?
–Desde el punto de vista normativo, las empresas mayores y los grupos económicos tienen que aumentar la competitividad, porque este es un país muy raro: su matriz es supuestamente neoliberal, pero la competitividad es muy baja. Eso no es neoliberalismo, es algo que no opera bien y que no ha logrado construir una política social que compense la excesiva concentración del capital.
Es fundamental disminuir la rentabilidad del capital, que es otra de las cosas que menciona el estudio, somos un país que tiene muy altos niveles de retorno de la inversión, lo que desincentiva la eficiencia y la productividad de las empresas. La elite tiene la posibilidad de incorporar prácticas nuevas, innovación, pero hoy la ganancia es muy alta y no ven la necesidad de hacer esfuerzos en ese sentido. Y, aunque no soy economista y no sé hasta qué punto un impuesto al capital podría ayudar, lo único que veo es resistencia por parte de las élites a este punto.
–¿Y cómo ves la actitud del mundo político frente a estos temas?
–Creo que el voto voluntario limitó la política a un cierto segmento que participa más y tiene cultura cívica, pero masas importantes de la población fueron marginadas y dejaron de ser “clientes” de los políticos. Esa es una de las conclusiones que saco cada vez que visito a los responsables políticos locales, ellos se concentran en nichos que son de su interés y que los mantienen en sus puestos de poder. Por eso, hay sectores completos que quedan marginados.
Lo segundo tiene que ver con los grupos de presión: los adultos mayores no marchan, los desescolarizados no marchan. Los que han guiado las reformas son grupos de interés masivos, grandes, que mueven la agenda a través de manifestaciones multitudinarias. Existen poblaciones que requieren soluciones urgentes pero que no protestan ni se movilizan como hacen los camioneros.
Por eso, las personas mayores abandonadas deberían contar con un sistema de protección a la altura del de la infancia, pero ambos segmentos, que son muy vulnerables, no están en la agenda, porque no salen a protestar y no se ven. Yo temo que en unos pocos años, veamos una crisis del Senama (Servicio Nacional del Adulto Mayor) tan grave como las que hemos vivido con el Sename (Servicio Nacional de Menores) en tiempos recientes.
Sólo como referencia, hace notar que las personas mayores en situación de abandono son unas 400 mil en todo el país, pero, como no se ven ni salen a hacer barricadas, a nadie le importan, y debería ser el Estado quien se ocupe de ellas.
Los adultos mayores de extrema vulnerabilidad representan más del 10 por ciento de las personas que atiende el Hogar de Cristo cada año. Un porcentaje importante de ellos está en residencias de larga estadía, que inevitablemente terminan convirtiéndose en dispositivos clínicos, ultra especializados, tarea que no le corresponde al Hogar de Cristo. Romero lo explica así:
–Para un trabajo social adecuado a los tiempos que corren, y tomando la experiencia de países que nos llevan la delantera en sistemas de cuidado, es necesario transitar hacia programas más personalizados y preventivos, priorizando modalidades de atención domiciliaria y ambulatoria, para así retardar el ingreso a instituciones residenciales de larga estadía. Sea cual sea la población atendida: jóvenes, mayores, adultos con problemas de salud mental o discapacidad, con consumo problemático de sustancias, personas en situación de calle, la modalidad residencial debiera ser la última opción. En este sentido, durante los próximos dos años, el Hogar de Cristo irá transformando sus residencias en una red extensa, personalizada y diversa de servicios de cuidados domiciliarios.
–Algunos atribuyen esa decisión a que al Hogar de Cristo y a todas las fundaciones, la inflación y la crisis económica generada por la pandemia las está golpeando duro. ¿Cuánto hay de eso?
–La inflación que está viviendo el país nos está pegando duro como a todas las familias chilenas, obligadas a ajustar sus presupuestos para lograr salir adelante cada mes. Nosotros estamos en ese mismo esfuerzo de ajuste, pero la transformación de la estrategia social del Hogar de Cristo es anterior a esta coyuntura y fruto de una decisión largamente razonada.
Desde antes incluso del llamado estallido social de 2019, cuando se instaló la frase “Chile cambió”, nos veníamos preguntando qué Hogar de Cristo, para qué Chile. ¿Cómo debemos ser para atender las demandas y necesidades del país actual y futuro? Y vino la pandemia con todas sus consecuencias sanitarias y económicas, además de un nuevo ciclo político y social. Hoy nos parece que avanzar hacia un Estado Social de Derecho es un camino inevitable. Las personas creen y demandan principios esenciales para el desarrollo: dignidad, solidaridad, igualdad sustantiva y justicia social, junto con un Estado más comprometido con la provisión de recursos esenciales para el bienestar.
El director del Hogar de Cristo cita a Diderot, el filósofo de la Ilustración francesa, que acuñó la expresión “hacer bien el bien” para reforzar que el imperativo de excelencia social que mueve al Hogar de Cristo debe ajustarse a las necesidades de este nuevo Chile con una mayor pobreza y una mayor conciencia de diversidad.
–Por eso hemos reorientado nuestra estrategia social sobre algunas definiciones bien concretas. Lo central es que hoy los ciudadanos, de todo estrato socioeconómico, quieren involucrarse en las decisiones. Nosotros creemos que no puede haber real inclusión sin una participación incidente de todos. Las mujeres son parte esencial de ese involucramiento activo, que les ha sido negado históricamente, lo mismo que las personas de la comunidad LGTBIQ+. Esto implicar trabajar con una perspectiva de género. Y con una mirada intercultural, además. En 2006, la población extrajera en Chile era de 154.643 personas; hoy son cerca de 1,5 millones las personas migrantes en Chile. Y, de ellas, el 17 por ciento vive en situación de pobreza.
Traductor de las “Epístolas” de Horacio, usa la frase “nada sobre nosotros sin nosotros” (“Nihil de nobis, sine nobis”), para relevar que no corresponde tomar una medida política sin la participación completa y directa de los miembros del grupo afectado por esa decisión. La expresión en latín se utiliza desde el siglo 16 y en este siglo 21 ha sido tomada por los activistas que luchan contra la discriminación de las personas con discapacidad para promover su inclusión.
Pero la idea incluye naciones, estados, grupos étnicos y demás poblaciones consideradas marginales en cuanto a oportunidades políticas, sociales y económicas. Y es lo opuesto al paternalismo o a la caridad. Las personas en pobreza y vulnerabilidad social son capaces de superar esa situación sólo si se les hace participes activas de las soluciones.
–Nosotros creemos firmemente en eso, así como en construir estrategias amplias de trabajo integrado e intersectorial que den cuenta de los factores que originan y mantienen comportamientos problemáticos, como el consumo de alcohol y otras drogas. Trabajar con población en situación de pobreza debe centrarse en el fortalecimiento de su desarrollo, eso que los sociólogos llaman “capacidad de agencia”, y el reconocimiento de sus derechos requiere acciones de prevención, promoción y restauración –sostiene, convencido.
Otra definición a partir de un concepto que está en todo, absolutamente en uso: territorio. “Hoy debemos comprender la interacción de las personas con el medio en el que viven. Debemos responder a las necesidades de los territorios, reconociendo los recursos y sistemas sociales públicos y privados disponibles en cada uno. La complejidad social del Chile actual nos obliga a ser más ágiles y flexibles, a centrarnos en las personas y sus comunidades, convencidos de su capacidad de salir adelante, haciendo realidad aquello de ´nada sobre nosotros sin nosotros´”, concluye el ingeniero-poeta que tiene la responsabilidad de mantener viva una causa que este 2022 cumplió 78 años buscando hacer de Chile un país más digno y justo.