Main Donate Form

$ 0

Los Mely-Saravia de Arica:

“Nunca pensé que llegaría al Hogar de Cristo”

Ignacio Mely, soldador independiente, su esposa Mabel Saravia y un hijo universitario, se encontraron de la noche a la mañana con un cambio total en sus vidas, al punto que debieron abandonar su hogar por un par de años. Una cadena virtuosa de ayudas, les ha permitido ponerse en pie, aunque la tetraplejia de Ignacio lo tenga postrado en un catre clínico.

Por María Teresa Villafrade, desde Arica

27 Febrero 2023 a las 07:00

En la puerta de la casa, una placa revela la identidad de sus moradores: “Familia Mely-Saravia”. Mabel Saravia (58) e Ignacio Mely (69) cumplieron 37 años casados y viven ahí junto a su único hijo que estudia cuarto año de Enfermería en la Universidad de Tarapacá y trabaja de cajero en el Jumbo.

Todo muy normal, excepto por un accidente que hace 5 años sufrió el jefe y sustento del hogar al caerse de un andamio desde una altura de apenas dos metros. El hecho tuvo consecuencias fatales para este soldador independiente, que había levantado a pulso su techo, su casa.

“Se fracturó las vértebras C5 y C6, se cercenó la médula. Él pesaba 103 kilos y eso le jugó en contra, porque cayó boca abajo y la cabeza le rebotó”, explica Mabel.

Ignacio quedó tetrapléjico dando un giro en 180 grados a la plácida rutina familiar. “Siempre ha sido un excelente marido, hasta hoy porque no se queja, no exige nada. Al principio lloraba amargamente, no quería comer, porque había que hacerle todo, mudarlo, tiene sonda para hacer pipí. Me salió una hernia por cuidarlo y sufro de dolores de espalda”.

Gracias a las terapias, él puede mover sus brazos y alimentarse, ayudar a afeitarse. “Es como un muñequito de trapo, no puede sentarse ni ponerse las poleras”.

Ignacio Mely lee diariamente la Biblia.

Antes del accidente, Ignacio era un cotizado soldador con mucho trabajo. Fue precisamente trabajando que se cayó. Estuvo 17 días en UCI y los médicos no creían que fuera a sobrevivir.

“El doctor ese día me dijo: Tenemos dos opciones: se nos va o queda tetrapléjico. Sentí que me hundía en un hoyo. Primero, vi todo negro. Pero a nosotros los que nos apoyaron mucho fueron los hermanos de la Iglesia. Nosotros somos cristianos de la Iglesia Evangélica Pentescostal y desde el día uno nos dieron soporte espiritual y económico”.

Mabel, al ver la gravedad del asunto, decidió vender todo lo que tenía en su casa, incluido el auto. Arrendó la propiedad y se fue a vivir con su mamá en el sector del Agro de Arica. Ignacio fue instalado con su cama en el comedor, sin privacidad. “Estuvo un año con diarrea, imagínese. Había que hacerle todo ahí, lo pasamos muy mal”.

-¿Por qué se fueron de su casa?

-Lo hice para pagar deudas en casas comerciales que habíamos contraído porque nuestro hijo había quedado aceptado en la Marina. Yo me iba con él al día siguiente del accidente a Talcahuano. Todo eso quedó en nada. Por eso tomé la decisión de irme donde mi mamá. Incluso pensé en vender la casa, estaba desesperada. Por suerte, mi pastor me aconsejó mejor arrendarla. De lo contrario, ahora estaría peor.

La modesta casa del matrimonio Mely-Saravia.

Cuenta que pasados dos años, una tarde llegaron sus hermanos y cuñados y los sacaron de la casa materna. “Fue increíble, yo había acordado estar con mi mamá tres años, pero ellos nos echaron antes de ese plazo. Mi hermano, a quien nosotros tuvimos dos años viviendo aquí, que sacamos del Cerro Chuño y que apoyamos, fue el que peor se portó”.

Volvieron a su casa con solo unas cuantas cajas. Ella recuerda con agradecimiento al matrimonio que les arrendaba su propiedad pues lejos de poner problemas, se ofrecieron a pagar dos meses de luz y agua, y no aceptaron la devolución del mes de garantía. “Fueron muy generosos”, dice Mabel.

Gracias al retiro del 10 por ciento de las AFP, pudo construir una pieza en el primer piso para su marido. “Arreglamos y compramos algunos muebles y lo mejor es que pudimos pagar todo al contado, sin contraer nuevas deudas”.

También destaca el apoyo de sus vecinos, que le permitían ir a cocinar y le prestaron algunos enseres.

“Ahora nos damos vuelta con la pensión de invalidez de 175 mil pesos, nada más. Lo que gana mi hijo en su trabajo es para sus gastos y su universidad, y si queda algo, nos aporta.

Por eso, para esta familia resulta vital la ayuda del Programa de Atención Domiciliaria Adulto Mayor (PADAM) de Hogar de Cristo que incluye dos visitas a la semana por parte de monitores que ayudan mucho a Mabel en el cuidado de su marido.

“Me facilita poder descansar o hacer mis trámites. Mi hijo estudia y trabaja, es poco lo que pasa acá. A veces se amanece estudiando. Me toca sola y es muy desgastador. Cuando volví a mi casa, caí con psicólogo, por problemas en mi salud mental. Lo que pasó con mi familia me afectó muchísimo”, relata.

NO A LA INSTITUCIONALIZACIÓN

Patricio Moyano, jefe de operación social territorial de Hogar de Cristo en la región de Arica y Parinacota, explica que este PADAM, a diferencia de los otros que la fundación tiene en el resto del país, cuenta con financiamiento del SENAMA en el proyecto “cuidados domiciliarios”.

Consiste en entregar apoyo a 25 personas mayores con dependencia moderada a grave. En su mayoría se encuentran postrados, como Ignacio, en sus casas, ya sea sin cuidadores o con cuidadores en condiciones complejas como Mabel, quien vela sola por su marido.

Mabel Saravia cuida con amor a su marido Ignacio Mely.

“La gracia de este proyecto es que nos permite contar con un monitor por cada cinco participantes, visitándolos dos veces a la semana por tres horas en cada visita. Estos monitores realizan actividades de aseo y confort. Además, cuentan con un kinesiólogo supervisor, lo que es complemento de salud muy importante”, señala Patricio.

A través del PADAM, por ejemplo, le entregaron a Ignacio Mely una silla neurológica en la que, con ayuda del kinesiólogo Ángel Guapano, están intentando que Ignacio pueda sentarse.

“La silla de ruedas normal no le sirve a mi esposo, porque él no tiene control del tronco. Yo no habría podido comprar la silla neurológica, yo pregunté y salía un millón y medio de pesos. Ángel lo está preparando para que la pueda usar. Mi marido sigue en el programa de postrados porque tiene curaciones de escara en el sacro, venimos luchando cinco años contra esa escara”.

Mabel está muy agradecida de la ayuda, pero confiesa: “Nunca imaginamos que íbamos a llegar al Hogar de Cristo, tantas veces pasé por ese lugar que está al lado del hospital Juan Noé donde atendieron a mi esposo, y nunca pensé que llegaría ahí”.

Patricio Moyano estima que dadas las condiciones en que viven muchas personas mayores, es fundamental evitar lo más posible su institucionalización. Permitirles permanecer en sus hogares entregando apoyo a sus familiares que los cuidan, sin duda, es mucho mejor que internarlos.

“Este tipo de programas con una presencialidad importante en situaciones más cotidianas, son muy necesarios. De esta forma retrasamos la institucionalización, que conlleva la pérdida de los vínculos cotidianos y de su entorno barrial”, concluyó el trabajador social.

DONA AQUÍ PARA AYUDAR A LOS DAMNIFICADOS POR INCENDIOS DEL SUR

Cerrar
SOAP