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María José y Jessica:

“Trabajamos por integrar a las personas mayores y que no se autodiscriminen”

La primera es trabajadora social y jefa del PADAM de Pichilemu que atiende a 30 personas mayores, muchas aisladas en la ruralidad de la comuna Cardenal Caro, región de O’Higgins. La segunda, técnico social, se sumó al trabajo en 2017, incentivada por su madre, que aún es voluntaria del Padam. Fuerza femenina al servicio de hacer visibles a los que nadie ve: esos campesinos añosos que muchas veces no leen ni escriben y se marginan.

Por María Teresa Villafrade

7 Julio 2022 a las 15:15

“Trabajar con adultos mayores es un desafío constante; ellos tienen un sistema de vida muy distinto al nuestro. Uno tiene que conocer sus carencias, sus alegrías, conectarse con las historias de ellos para poder lograr ayudarlos de la mejor forma. Por lo general, son súper desconfiados, pero cuando ya logran vincularse con nosotros, con el Hogar de Cristo, pasamos a ser parte fundamental de sus vidas”, dice María José Guevara (40), jefa del Padam de Hogar de Cristo en Pichilemu.

La trabajadora social y jefa del Padam, María José Guevara.

Reconoce que nunca pensó trabajar durante tantos años en esta área. Partió en 2007, cuando existía la oficina de atención social y estaba solo ella junto a un grupo de voluntarios. A contar de 2017 se integró la técnica social Jessica Díaz, conformando esta dupla que atiende a 30 personas mayores vulnerables en el área.

“Me encanta lo que hacemos, siento que es un desafío que en pandemia ha sido muy demandante, pero la alegría que transmiten, esa conexión que tenemos con ellos es fantástica. Hoy, en Chile, los adultos mayores están un poco abandonados, pero Hogar de Cristo les está entregando el espacio que necesitan, hacerlos visibles en la comunidad”, agrega la trabajadora social.

Para los que viven en localidades rurales más apartadas, el trabajo que realiza esta dupla es más que indispensable. Los visitan al menos una vez al mes y les llevan una caja con mercadería y pañales para adultos, por  lo que son trasladadas a menudo por voluntarios, como Ariel, en su camioneta 4×4 o por el matrimonio formado por Jaime y Rosita, que estaban antes que María José llegara a vivir a Pichilemu y eran recaudadores de socios en la fundación. También las apoyan como voluntarias las profesoras jubiladas Elena y Clemencia e incluso la mamá de Jessica, Elba, técnico paramédico jubilada del hospital de Pichilemu. Un grupo diverso y multigeneracional, aunque dominan las personas mayores.

Entre los adultos que han atendido, muchos no saben leer ni escribir, jamás en su vida han celebrado un cumpleaños e ignoran los beneficios sociales a los que tienen derecho.

“Es todo un desafío que tenemos como dupla de trabajo, conectarlos con las redes, con el servicio social y mejorar su calidad de vida con las herramientas que tengamos: voluntarios, colegios y empresas que en algún minuto han conectado con la historia del Padam de Pichilemu. Así logramos cumplir la misión que nos dejó el padre Hurtado y que, en realidad todos los días, va cambiando en sus expresiones concretas, pero el  sentido es el mismo: dar una atención efectiva, con impacto hacia el adulto mayor y su familia”, resume María José.

PICHILEMINOS VERSUS SANTIAGUINOS

Ambas trabajadoras de Hogar de Cristo vienen impulsando hace tiempo que se realice un catastro de la población adulta mayor de la comuna pues saben que hay muchos que viven en absoluta soledad y abandono, y deben ser visibilizados.

La técnica social Jessica Díaz.

Cuentan que el nuevo alcalde, Cristián Pozo, desde la oficina de adulto mayor, propuso hacer este año un catastro de las personas mayores, iniciativa que se llevará a cabo con las juntas de vecinos y las organizaciones sociales.

“Nosotros enviamos el listado que tenemos, porque atendemos a personas mucho más excluidas de lo normal. Una persona que participa en un club de adulto mayor, por lo general, es más activa, tiene otras herramientas sociales, ha tenido estudios y se inserta con mayor propiedad. Los adultos mayores con que trabajamos a menudo se sienten menoscabados al no saber leer ni escribir, se preguntan qué voy a opinar yo si me preguntan. ¿Qué voy a decir?”.

María José y Jessica los motivan a participar pero se encuentran con barreras. “Lamentablemente igual existe discriminación entre ellos mismos, entre sus grupos de pares. Por ejemplo, hay un grupo que se forma con puros pichileminos nacidos y criados, y así lo declara; y otro integrado por  afuerinos, porque hay muchos que se han venido a vivir su vejez en Pichilemu. Eso pasó mucho a causa de la pandemia. Igual se da esa rivalidad entre ellos mismos, y ahí, entre medio, las personas que atendemos no encajan”.

Jessica Díaz, quien se sumó hace cinco años al Padam de Pichilemu, comparte que, si bien ella nunca había trabajado antes con adultos mayores, ellas les han dado un apoyo fundamental sobre todo en lo que tiene que ver con los servicios sociales, ya sea en pandemia o no. “Eso sí, se acostumbraron a que los llamáramos por teléfono y son súper demandantes porque nos ven como un miembro más de su familia. Eso me enriquece como persona. Siento que estamos haciendo un súper buen trabajo”, cuenta.

Las acompañamos  a visitar a Luis Enrique Calderón a quien conocieron cuando aún usaba bastón ortopédico pero hoy está postrado y a Nur Cumsille, una mujer de 72 años que cuida como mejor puede a su esposo Mario Torres, también postrado.

Jessica, ¿qué has aprendido de ellos?

-Una tiene una vida tan distinta; ellos han pasado por tantas cosas y, a pesar de las dificultades que han tenido, le han puesto una fuerza y una garra a luchar por sobrevivir. Ellos me enseñan que cada día se aprende algo nuevo.  De los 30 que tenemos a cargo, de cada uno, aprendo y quiero ser como ellos cuando tenga su edad: alegres, optimistas, batalladores. Para mí esta tarea es enriquecedora. Una tiene una vida de mejor calidad que la que ellos tuvieron y, por eso, mismo espero el día de mañana no ser una persona complicada, ser abierta de mente, no quedarme atrás, porque a veces el avance tecnológico genera eso en los mayores. Me gusta visitarlos y llamarlos, espero que nunca se acabe este programa.

MÁS QUE UN ABRIGO ES AYUDARLES A SOBREVIVIR ESTE INVIERNO

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