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La soledad de Nur Cumsille en Pichilemu

Al igual que muchas mujeres mayores en nuestro país, cuida sola a su esposo postrado, de 86 años, y diagnosticado con demencia senil. Hace ocho años que lo hace sin ninguna ayuda, pese a que él tiene tres hijos y ella, ocho hermanos. Lo único que Nur sabe con certeza es que, a sus 71 años, no puede enfermarse. “Si yo me enfermo, ¿quién nos cuida a los dos?”

Por María Teresa Villafrade

2 Junio 2022 a las 19:42

Nur Cumsille, al igual que su pariente lejano el emblemático dirigente gremial Rafael Cumsille, es hija de migrantes palestinos. Conoció a su marido, Mario Torres, en la Plaza de Armas de Santiago, y vivieron felices en Renca por 40 años. Hoy duele verla compartir su vida diaria con un hombre que físicamente está postrado y que mentalmente ya no está.

La dupla conformada por la trabajadora social, María José Guevara, y la técnico social, Jessica Díaz, del Programa de Atención Domiciliaria para Adultos Mayores (PADAM) de Hogar de Cristo, se dirige con caja de alimentos y bolsa de pañales hacia el sector de cerro La Cruz en Pichilemu, donde viven Nur (71) y su marido Mario (85).

En su modesta vivienda ubicada en calle Santa Teresita, en los faldeos del cerro, donde hay en su mayoría casas de veraneo, este matrimonio de adultos mayores las espera ya que forman parte de los 30 personas vulnerables mayores que ellas atienden en la comuna, en áreas tanto urbanas como rurales.

María José Guevara, Nur Cumsille y Jessica Díaz.

Nur cuida a su esposo postrado en la misma cama en la que ella duerme cada noche. Se la ve feliz de recibir visitas, ya que la mayor parte del tiempo lo pasa sola, sin nadie con quién conversar. Para distraerse escucha música o ve alguna telenovela. Cocina para ambos, como hoy que tiene berenjenas rellenas de almuerzo, plato muy árabe, muy suyo, que nos explica en tres pasos. Cuando debe salir, deja solo a “el marido” –como lo llama solemnemente- y cuenta que una vez pasó un susto tremendo:

“Salí a comprar y al regresar no encontré al marido en la cama. Se había levantado y estaba en la otra pieza, casi morí de espanto porque se podía haber caído”, narra atribulada.

Para la dupla social de Hogar de Cristo, este tipo de situaciones se da con mucha frecuencia entre los participantes del PADAM.

“Está el caso de don Francisco, que vive camino a Cahuil. A su señora le dio Alzheimer y él necesitaba apoyo, porque ella se le arrancaba y  vivían muy cerca de la laguna. Nos pidió ayuda para internarla en un hogar ya que él no la podía cuidar todo el tiempo, tenía que trabajar. Milagrosamente -yo lo atribuyo al padre Hurtado-, se abrió un cupo social en un hogar privado y así pudo ingresar Erika, su esposa. Para ellos era imposible pagar algo así, porque según la pieza cobran 400, 500 o 600 mil pesos  mensuales. Este cupo social es uno al año”, explica María José Guevara.

Una dramática realidad que viven actualmente en Chile 180 mil personas que presentan Alzheimer u otra demencia, como es el caso de Mario. En 2050, se estima que la cifra se elevará al 3,1% de la población, es decir, a unas 626 mil personas.

TRES MESES DE POLOLEO

Mario Torres, esposo de Nur, era oriundo de Cauquenes, región del Maule, pero como maestro carpintero trabajó toda su vida en Santiago. Ambos se conocieron en la Plaza de Armas. Ella era soltera y él estaba separado y tenía tres hijos. Pololearon tres meses y se casaron pero no tuvieron hijos propios.

“Dígame, ¿quién pololea ahora tres meses y se casa? Nadie, ahora ni siquiera se casan, viven juntos”, exclama Nur, que se declara católica.

“Vivimos 40 años en Renca, pero Santiago se puso malo y por eso nos vinimos a Pichilemu, donde vive mi familia. Éramos nueve hermanos, pero murió una hermana y quedamos ocho”, dice mientras nos muestra fotos de su juventud junto a su madre y a su esposo. Alta y delgada, le ganaba a él en estatura por varios centímetros. Nur sigue contando entusiasmada: “Fuimos donde Luis Pérez Molina que vende parcelas, sitios y casas, de todo. Le dijimos que queríamos un terreno para construir una casa. Nos costó seis millones de pesos este terreno, ahora no encuentras nada por ese precio”, agrega dando cuenta del alza del precio de los terrenos y, para qué decir, de las casas.

Nur se emociona al mostrar esta foto de ella con su mamá.

El 2014, sin embargo, su vida cambió rotundamente. Ese año había venido desde Estados Unidos la hermana de Nur cuando los síntomas de la enfermedad de Mario aparecieron.

“Recuerdo que fue la doctora Morales, alta y rubia, del hospital de Pichilemu, que primero me preguntó qué era yo del caballero, soy su señora, su esposa, que es lo mismo, le dije. Entonces ella me dijo que él tenía demencia senil, imagínese cómo quedé yo, sentí que se me cayó el mundo. Pensé que iba a tener que cuidar al marido hasta que Dios no dijera otra cosa. Y así ha sido los últimos ocho años”, cuenta resignada.

Ella lo baña, lo viste y lo alimenta porque ahora ya no puede comer solo. “El marido tiene su mente en blanco, no sé si me conoce, a veces creo que todavía sí. Le tomo la mano, le hago cariño en su cabecita, lo cuido bien, pero él me mira nada más. De repente, tiene un poco de lucidez. La otra vez me habló de su hermana en Santiago, que fue profesora, y se acordó que tiene tres hijos”.

Ninguno de ellos lo va a visitar ni tampoco llaman a Nur para saber cómo se encuentra.

“Somos los dos solos, la única que lo cuida soy yo. Tengo varios hermanos y nadie me llama para ofrecerme ayuda si tengo que salir, ir a la feria, al supermercado. Tuve tres sesiones con una sicóloga muy buena, porque me deprimí y ella me dijo que yo no podía enfermarme. Y es verdad, si yo me enfermo, ¿quién nos cuida a los dos?”.

Nur Cumsille y su esposo Mario Torres.

A María José Guevara y Jessica Díaz las considera su gran apoyo. “Les agradezco en el alma, porque siempre me están llamando para saber cómo está Mario y cómo estoy yo. Por suerte del hospital siempre vienen a verlo, ya no tengo que llevarlo como antes.  Al marido lo inscribí como postrado y si hay que hacerle examen, del hospital vienen para acá. El otro día vinieron a ponerle la cuarta dosis de la vacuna del Covid”, dice mientras señala que ya es hora de darle el almuerzo.

Nos muestra su dormitorio, la cama que comparte cada noche a su lado. Pero Mario, aunque está, ya no es su compañero. Nur se da fuerzas cada día, pero le duele mucho su soledad.

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