El desalojo abrupto del campamento Las Zorras en Lo Barnechea, la mala solución dada en San Antonio y la persistencia de más de 1.423 campamentos en Chile, volvieron a instalar la pregunta incómoda: ¿Cómo llegamos a esto?
En un país que hace apenas 15 años estuvo a punto de erradicar los asentamientos informales, hoy más de 120 mil familias viven sin acceso seguro a vivienda, muchas de ellas expuestas a mafias, desastres naturales, incendios y riesgos que ya se han vuelto paisaje.

Benjamín Donoso en su trabajo pastoral como capellán de Techo Chile, organización con más de 25 años dedicada a la buscar soluciones a la crisis habitacional que afecta a los más vulnerables.
En este escenario, conversamos con Benjamín Donoso, sacerdote jesuita y capellán de TECHO, en Ojos que Sí Ven, el programa que hace Hogar de Cristo junto a Cooperativa, para visibilizar los temas sociales. La mirada de Donoso combina diagnóstico, memoria histórica y un recordatorio que suele perderse entre cifras y desalojos: las personas no son el problema, son parte esencial de la solución.
–Benjamín, desde 2010 a hoy pasamos de 20 mil hogares en campamentos a más de 120 mil. ¿Qué explica este crecimiento tan exponencial?
-El fenómeno empezó mucho antes del estallido social y de la pandemia. Ya desde 2015 la curva vuelve a subir, principalmente por razones económicas: las familias simplemente no podían pagar los arriendos. Los salarios crecieron apenas un cuarto de lo que aumentó el precio de la vivienda. Eso te pone inmediatamente fuera del mercado. A eso se sumó la migración, que encontró al país totalmente desprovisto de un stock de vivienda flexible. Después vino el estallido, que distorsionó el valor del suelo, y la pandemia, que pulverizó ingresos. El resultado es lo que vemos hoy.
Mientras hablamos, Donoso recuerda que la cifra oficial -1.423 campamentos- suele engañar. Esto, porque muchos se mueven, otros se fusionan, algunos desaparecen y reaparecen en otro cerro. Lo describe como una “crisis circular”, donde el país muestra avances puntuales, pero no logra alterar el escenario de fondo.
–En los últimos años se han detectado loteos irregulares, especulación y mafias. ¿Cuándo aparece ese fenómeno?
-No es el origen del problema, pero sí es un agravante reciente. La inmensa mayoría de las familias llega a un campamento por necesidad. Pero en paralelo surgieron tomas organizadas con otros fines, donde se especula con el terreno y se vulnera más a los pobres.
La autoridad llegó tarde. Tarde para fiscalizar y tarde para ofrecer alternativas reales.

A 10 días de la devastación que dejó el megaincendio del 2 de febrero en el campamento Manuel Bustos en los cerros de Viña del Mar, hicimos esta foto. El letrero es elocuente de cómo ha sido la reconstrucción de las viviendas arrasadas. AGENCIA BLACKOUT
–Tú has dicho que las vías formales ya no garantizan el acceso a vivienda segura. ¿Cuándo dejó de funcionar la política habitacional para el 30% más vulnerable?
-La política habitacional chilena ha sido robusta históricamente, pero durante la pandemia se encareció todo: materiales, suelo, procesos. El subsidio empezó a cubrir sectores medios, dejando atrás a los más pobres. A esto se suman dos fenómenos invisibles, pero masivos. Los arriendos informales, muy caros, sin contrato; y el hacinamiento crítico, con cinco o más personas viviendo en una habitación. Ambos son parte del déficit habitacional, no solo los campamentos.
–¿Cómo evalúas el desempeño del actual gobierno?
-El Plan de Emergencia Habitacional es de las pocas promesas cumplidas casi al pie de la letra: cerca de 260 mil viviendas en el periodo. Eso hay que reconocerlo. Si no se cumple al ras, van a andar por ahí, y eso hay que reconocerlo. Hoy se requiere además que hay que adaptar las soluciones habitacionales a la realidad social. Hoy son muchos los hogares unipersonales; eso hay que considerarlo. Pero donde falló fue en la reconstrucción post incendios de Viña del Mar.
Esa es una realidad innegable. Yo, como parte del Hogar de Cristo, que entregó kits para habilitar interiormente las casas de emergencia que entregó Techo; Benjamín montando esa solución provisoria, desde el segundo día, cuando todo aún humeaba. Todo el país vio y se dolió con esa tragedia. Las 136 personas fallecidas, el humo tóxico, los cerros quemados, las viviendas destruidas no son un invento y la solución definitiva para los sobrevivientes al desastre ha llegado tarde y mal. O simplemente no ha llegado.
“Y un cuarto de las casas afectadas estaban en campamentos. Eso muestra que proporcionalmente quienes viven allí están más expuestos a riesgos. Creo que la respuesta humanitaria se dio y estuvo bien, pero es un fracaso que las viviendas de emergencia que Techo instaló todavía sigan ahí y no haya una respuesta definitiva. Ese es un fracaso colectivo”, afirma Benjamín Donoso, el capellán de Techo, con genuino dolor.

En la fuerza de la organización comunitaria, de las personas haciendo comunidad, es lo que más esperanza al capellán de Techo. Razones hay por decenas, como la reacción de las dirigentas vecinales del campamento Monte Sinai en Viña del Mar. AGENCIA BLACKOUT
Enfatiza, además, que, pese a la tragedia, muchas familias sí están haciendo el camino para regularizar su sitio. Que hay organización, voluntad y ahorros propios. Lo que falta, dice, es un Estado capaz de responder con la misma energía.
-Pese a todo este escenario, tú te declaras esperanzado. ¿Por qué?
-Porque las personas no son los problemas; son las soluciones. Y porque Chile ya demostró que puede. Las políticas públicas han logrado cosas extraordinarias. Este país logró reducir los campamentos a niveles mínimos para el Bicentenario, en 2010.
Afirma que para volver a ese objetivo, se necesita de estrategias diferenciadas. Menciona la regularización del lote para comunidades que ya están consolidadas; las viviendas nuevas, la autoconstrucción asistida para complementar proyectos y la erradicación de campamentos que están en zonas geográficas muy expuestas. Sostiene:
-El 80 por ciento de las comunidades está bien organizada. Falta la contraparte estatal. Necesitamos volver a políticas como Chile Barrio, que no solo construyó vivienda, sino barrios y oportunidades económicas.