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Carlos Bresciani, un jesuita en la frontera: “la fe no se juega en el templo, sino en la vida cotidiana”

9 Enero 2018 a las 13:06

Desde el primer minuto supe que la conversación sería honesta. Carlos Bresciani (45) es así, directo, apasionado, cercano. A propósito de la venida del Papa Francisco y su visita a la Araucanía, es inevitable no hablar del conflicto mapuche, la escasez de católicos y la violencia en la Región del Biobío, donde él es experto, porque habita en la llamada “zona roja”.

Por Matías Concha

El sacerdote jesuita partió a los 33 años a internarse en la comunidad mapuche de Tirúa, poblado costero en la provincia de Arauco, que suele hacer noticia por el tema. “Llegamos sin nada que ofrecer, sólo con la conversación”. De eso ha pasado más de una década. “Hemos ido creando vínculos con gente de religión evangélica, de religión mapuche, sin un catálogo de ofertas, sólo creando lazos”, afirma. Desde la Colonia, que los jesuitas no entraban en esta tierra, hace notar.

-En pocos días el Papa Francisco visitará Temuco, ¿cómo está el ambiente en la región?

-Hay círculos distintos. Desde el mundo mapuche político, lo ven como una oportunidad para poder levantar temas, pero no como un Papa amigo. También está el ambiente parroquial, donde, creo, va a ir mucha gente, porque más allá de lo del Papa, los mueve mucho el mirarse a la cara con otros católicos. Vamos quedando tan poquitos –responde. Y agrega: -Y hay otro grupo importante de personas, que andan diciendo que ya no están los tiempos para los megaeventos, para la cristiandad reunida, gente que prefiere verlo por la tele antes que ir a pegarse esa masividad. Ese es el problema, que al final todo se juega en un mega evento. Ahí quizás estuvieron mal puestas las fichas por parte de la Iglesia.

 ¿Cuál es la postura de la Iglesia sobre los pueblos originarios?

-Hay una postura histórica que tiene que ver con estar junto a ellos. Hay muy buenos documentos acerca de eso. Por ejemplo, acá en Chile, especialmente a finales de los 90, hubo un conjunto de obispos que en el sur hicieron una apuesta muy seria con el pueblo mapuche, que sirvió para abrir la Iglesia, para estar con las comunidades.

-¿Cómo te explicas que en Arauco y también en la Araucania haya más evangélicos que católicos?

-En eso hay que ser bien honestos, eso es porque nosotros los católicos abandonamos a los más pobres y nos subimos a la trinchera de la sacristía de los curas. Por lo tanto, llegamos a los laicos desde esa misma trinchera, diciendo que la fe se juega entre cuatro paredes y no con los más pobres.

-En la Araucanía se ha hablado de violencia terrorista, ¿qué crees tú?

-No existe terrorismo, sí violencia política, represión del Estado, pero terrorismo no existe. Ahora se los trata de terroristas o de ladrones de madera para tratar de amañar, de deslegitimar una resistencia, que es muy legítima. Yo no estoy de acuerdo en que haya que usar la violencia para exigir un derecho, pero a veces ese es el recurso del pobre. Además, es una violencia política que hasta el momento, excepto crímenes como el de los Luchsinger-Mackay y otros que han fallecido, ha sido violencia contra la propiedad privada.

 

-Y la violencia que sufre la naturaleza, ¿de dónde viene?

-Un ejemplo de la “viveza” de las empresas y de la destrucción medio ambiental es que para cosechar árboles, la ley dice que sobre 500 hectáreas se necesita un permiso de autorización del servicio del medio ambiente, entonces las empresas registran todos sus predios en 499 hectáreas. Eso es súper poco ético. Acá todas las violencias están relacionadas unas con otras. Por ejemplo, en  Tirúa las forestales tienen el 44% de la tierra. Entre las dos empresas más grandes, Mininco y Arauco, suman alrededor de 1.500 millones de hectáreas, cuando el mundo mapuche, a través de Conadis, tienen sólo 800 mil hectáreas, vía subsidios de tierra.​

-En medio de tantas tensiones, ¿qué mensaje te gustaría escuchar del Papa?

-Desearía que aliente a los cristianos en su compromiso con la realidad, que diga que la fe no se juega en el templo, sino en la vida cotidiana. Y que haga un llamado de atención a todos nosotros como sociedad para que caigamos en la cuenta de los graves atropellos que están sufriendo las comunidades mapuches. Que pueda visibilizar no sólo “lo lindo” de la comunidad mapuche, porque eso sería folclorizar, sino lo mucho que están sufriendo.

Al igual que la visita de Juan Pablo II, la presencia de Francisco puede movilizar. ¿Qué esperas que despierte hoy su visita?

-Yo era bien joven, pero fue un punto a favor de la democracia, ojalá que ahora pudiera picar también, para terminar con la represión policial, con la exclusión social, con la pobreza, para escuchar de verdad las demandas del pueblo mapuche, que no son solamente “más cursos”, “más talleres,” “más emprendedores”, sino decidir ellos mismos lo que quieren hacer con su propia tierra.

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