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Francisca Parra:

"Yo soy rebelde"

Con 67 años, una artrosis severa de cadera, seis hijos de los cuales uno murió en la calle, viuda y con una pareja “entre comillas”, más que una mujer en situación de calle, es un ser humano que prefiere situarse al margen del sistema y vivir precariamente a su aire. “Yo soy llevada de mi idea”, “no quiero que nadie me controle”, “espero morir con todos mis órganos dentro”, son sus gritos de libertad, que no amilanan a la monitora de Ruta Calle que la cuida y no la juzga desde hace años.

Por Ximena Torres Cautivo

27 Julio 2023 a las 12:38

–Yo tengo quién me ayude, sólo que yo, y no es por orgullo, prefiero ser libre y no recibir esa ayuda. No mirarle la cara nadie. Pasearme en calzones si me da la gana. Cuando viví con mis hijas, me las topé teniendo intimidad con sus maridos y fue fome para mí y para ellas. Cada persona necesita su espacio.

Francisca Parra dice que ella se gana la vida desde los 14 años; hoy tiene 67. Fue mamá de 6 hijos, dos, los mayores, son de un marido del cual enviudó; los demás, fruto de un par de convivencias. Uno de sus hijos murió en la calle, el lugar donde ella vive desde hace 7 años y medio. Se ha movido a ambos lados de la Autopista Central en carpa.

Francisca del Carmen Parra participante del programa Acogida Especializada, durante una Ruta Calle 2023 del Hogar de Cristo, en la comuna de Cerrillos. AGENCIA BLACKOUT

No es amiga de los rucos, como llaman los trabajadores sociales a las precarias construcciones donde se guarecen hombres y mujeres de calle. Cuarenta mil personas, en todo Chile, según cifras oficiales. Ella les dice “rucas”. E Isabel no vive en rucas, como comenta, mientras mira pasar el día nublado y frío junto a la piscina vacía de su actual y peculiar residencia.

Es un lugar distópico. Propio de esas películas en que sobrevivientes post apocalípticos sobreviven como pueden, que es lo que hace ella. Se acompaña de Miguel, su pareja, un hombre agresivo y muy deteriorado por el consumo de pasta base y de alcohol con el que convive desde antes de 2019; su hermano, el que está de “allegado”, en el domicilio; y un montón de perros y una gata.

AMOR VIOLENTO

Francisca tiene su “casa” en lo que fueron los camarines de esta piscina abandonada que pertenece a la Policía de Investigaciones. La ruinosa construcción queda al lado de la Brigada Móvil, que es vecina de la Brigada de Reacción Táctica y de la también cercana de Brigada de Investigación Criminal, que sí funcionan. Todas a la orilla de la Autopista Central, igual que la abandonada piscina, en lo que se conoce como Parque Bicentenario o Parque Cerrillos.

“Esto lo despejaron cuando iban a hacer la COP 25”, nos comenta Carmen Bernal (64), la monitora  a cargo del acompañamiento psicosocial que Hogar de Cristo entrega a Francisca dentro de las Rutas Calle. Gracias a este apoyo, la “dueña” de esta casa con piscina logró obtener su pensión garantizada universal (PGU), ser vacunada contra el COVID-19 y lograr una fecha para operarse las caderas.

Francisca en su casa con piscina, a las que invita en verano, bromeando. Amante de los perros y la libertad. AGENCIA BLACKOUT

Lograr que se vacunaran en pandemia fue todo un parto. Muchos lo descartaron de plano y no lo hicieron. “Tenían todo tipo de teorías conspirativas, los chiquillos. La más común es que les iban a inocular un chip en el cuerpo para tenerlos controlados desde el Estado”, dice Carmen.

Francisca fue de las que sí logró la protección que da la vacuna, pero desperdició la fecha que tenía agendada para operarse y resolver el daño que la artrosis le ha provocado y que la obliga a desplazarse ayudada de un bastón.

“Por esos meses se me perdió. Se fue a vivir en una pieza que arrendó. Nunca supe dónde. Después volvió a la calle. Tampoco quiso ir al departamento que le habíamos conseguido por Vivienda Primero. Estaba lista, calificaba por edad –más de 50 años– y por tiempo de permanencia en la calle –más de 5 años–. Era llegar y dejar esta vida, pero yo creo que no quiso abandonar a Miguel. Él, pese a que hace un tiempo, tienen piezas separadas, como dice ella, es el que la amarra a esto. Es su amor”.

Un amor violento.

VIVIR SIN PUERTAS

–Chiquillos, ¿encuentran que estoy chascona? –pregunta Francisca, coqueta. Y agrega: –No he tenido tiempo de teñirme las canas. Qué pena. Porque arreglada soy bonita, me veo bonita.

Con la boca hace un gesto indicando dónde vive Miguel, su pareja. “Pongan mi pareja entre comillas, porque antes lo era, ya no. Ahora es un hombre que fuma pasta base y toma trago, por eso decidimos separarnos. Él está en esa parte de allá y yo en esta de acá. Y en el medio está mi hermano, que llegó hace poco a vivir conmigo”.

No es coherente para contar su historia. Dice que fue microempresaria de éxito. Que tuvo una casa linda en el sector de La Vara. “Una casa preciosa”, que compró “a lo amiga”. Entonces ella fabricaba buzos de colegio y le iba bien con su taller de costura.

–Me faltó asesorarme con alguien que supiera. Pagué la casa completa, pero el gallo que me la vendió tenía una deuda con BancoEstado y me la quitaron. Quedé loca. Después mi papá se enfermó y nos vivimos para acá. Luego partimos a arrendar a Buzeta, una pieza en una casa tomada. Los carabineros fueron re buena onda cuando nos desalojaron. Nos dijeron que nos lleváramos una pieza de construcción ligera que había ahí. Así fue como llegamos acá, donde antes había un cerro. La PDI pasó máquinas, cuando anunciaron que harían la COP-25 aquí, pero, al final, todo se suspendió y aquí estamos.

–¿No temes que los saquen de aquí también?

–El administrador del Parque Bicentenario nos ha venido a decir: “Chiquillos, se van a tener que retirar de aquí”, pero es buena gente, así es que mientras no nos saque, aquí estamos.

Isabel se siente querida por Dios, amparada por él. Y críitica la indolencia de los chilenos frente a los desvalidos, a los chiquillos que hoy están botados en la calle. AGENCIA BLACKOUT

–¿No quisieras vivir en una casa como la que tuviste y te quitaron?

–Ya les dije, yo tengo dónde vivir, mis hijos tienen casas, uno hasta tiene una casa en la playa. Pero yo soy rebelde. Me gusta ser sola. No quiero vivir en la casa de nadie. Esta es mi casa. Desde aquí salgo, trabajo en la feria, me movilizo. Me siento capaz de hacer mis cosas. La Carmen me conoce bien. Ella me consiguió un departamento de Vivienda Primero, pero no me quise ir; yo no quiero compañía, estoy bien sola. Me dio artrosis y soy mala para ir al médico. Me quiero morir con todos mis órganos dentro del cuerpo. Mi papá se enfermó de un cáncer a la guata. Mi suegro también. Y los médicos no ayudaron; le metieron y le sacaron cosas de dentro. Fue para peor todo lo que le hicieron.

–O sea, ¿tu ideal es seguir acá?   

¿Sabes qué pasa? Yo me tengo fe. Tengo un Dios que me ama. No me ha abandonado nunca desde que vivo en calle. He vivido sin puerta y nunca me ha pasado nada malo. Es que yo soy muy buena onda con los cabros de la calle. Será porque a uno de mis hijos me lo mataron en ella. Fue un 15 de noviembre. Mi hijo era muy lindo, buena persona, pero violento. Eso lo mató.

CASA CON PISCINA

Francisca habla, cuenta episodios desperdigados de su vida, como otra casa que arrendó en la población La Victoria, donde dormía en un colchón tirado en el suelo. “Pero me pude parar, como siempre hago. Yo soy ordenada y limpia, me gusta comer bien: arroz con choritos y pescado frito. Yo no tomo ni fumo pasta ni tampoco marihuana. Amo a mis perros. Son varios. Los gatos, en cambio, no me gustan, salvo la linda. ¿La has visto? Anda por ahí. A esa la lavo con champú”.

Asegura que tiene su relación de pareja suspendida. Pero Carmen intuye que es Miguel quien ata a Francisca a la calle. Pese a la violencia, a la pasta base, al copete.

Pero Francisca insiste en que ella está bien acá:

–Yo no soy gente desvalida, yo tengo quién me ayude. Sé que el Señor me ama y me provee. Quizás porque le entregué a mi hijo, al que murió en calle. Por eso tengo tanto amor por los chiquillos desvalidos. Veo a tanta gente botada en la calle que no le importa a nadie. Eso me afecta. Y me entristece y me importa –dice, despidiéndose, e invitando a venir en verano a su casa con piscina.

Aunque Isabel se resista, Vivienda Primero es la mejor solución para adultas mayores como ella. Involúcrate. 

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