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Mario Pavón, gerente de Fondo Esperanza:

¿Por qué la mujer pobre es más pobre que el hombre pobre”

El ingeniero que dirige esta institución de desarrollo social que apoya a pequeños emprendedores de sectores vulnerables, no es experto en pobreza, pero habla con casos y cifras de las jefas de hogar, con actividades productivas informales, que en pandemia las han visto negras. Ellas son las voces más potentes de los Círculos Territoriales, informe que recoge sentimientos y pensamientos, post estallido social y pre COVID-19, de los más vulnerables y excluidos en un trabajo hecho por Techo, Hogar de Cristo y Fondo Esperanza.

Por Ximena Torres Cautivo

8 Diciembre 2020 a las 11:54

 

-Los créditos que entrega Fondo Esperanza son co-avalados. Nosotros trabajamos con grupos de microemprendedores de entre 15 y 25 personas de un mismo barrio o sector, a esos grupos los llamamos bancas comunales. A cada uno se le entrega un monto de plata y todos adquieren un compromiso de apoyo mutuo y se avalan entre sí. Eso es muy potente. Si uno no puede pagar su crédito, todos los demás se ponen y lo ayudan. Eso, en lo personal, me ha marcado mucho. Una vez una socia fue presa por parricidio. Lo primero que uno piensa es cómo voy a coavalar a alguien que mató a una persona, pero acá no hubo dos pensamientos: todo su grupo la avaló. La presidenta de su banca comunal se hizo cargo de su hija pequeña  y la madre trabajó desde la cárcel para pagarle al grupo que la había respaldado.

El ingeniero comercial de la Universidad de Chile, Mario Pavón (42), gerente general de Fondo Esperanza desde 2014, donde entró en 2011 para hacerse cargo de la administración y finanzas, ejemplifica con casos concretos de qué se trata el trabajo de esta institución de desarrollo social con casi dos décadas de experiencia en el apoyo a pequeños emprendedores que viven en sectores vulnerables. Cree que así se entiende mejor lo que hacen. Y nos cuenta un segundo caso:

-Llevaba apenas un mes como gerente general, cuando me vienen a contar que a una emprendedora con 5 años en Fondo Esperanza, una excelente socia, con un gran historial, una potente líder comunitaria, se la había quemado la casa. Me piden condonarle la deuda. Qué hago, a quién le pregunto, pero la intuición me dijo que su grupo debía coavalarla, que de eso se trataba el sistema. Y así fue. Además de cuadrarse para pagar por ella, le reconstruyeron la casa con rifas y completadas, y le dieron un tremendo acompañamiento humano. Eso es lo potente del sistema, ese es su valor más grande, estar centrado en una solidaridad que esperamos se masifique.

Hoy existen 5 mil bancos comunales en todo Chile. Y Mario, así como el ingeniero civil y director ejecutivo del Hogar de Cristo, Juan Cristóbal Romero, quien participó de la creación y dirigió durante 12 años Fondo Esperanza, creen que su modelo de apoyo y fomento a los microemprendimientos puede generar cambios sustantivos en la disminución de la pobreza.

Ambos fueron los contertulios del programa Hora de Conversar que Hogar de Cristo transmite vía streaming los días miércoles y que durante diciembre seguirá abordando el tema de los efectos de la pandemia sobre la pobreza, con fundaciones que suelen trabajar juntas.

En este caso, coincidió que en la mañana se había presentado un documento con los resultados de los Círculos Territoriales, iniciativa conjunta de Hogar de Cristo, Techo y Fondo Esperanza, además de otras diez organizaciones de la sociedad civil. Después del estallido social del 18 de octubre y antes de la pandemia, en asambleas participativas –los Círculos Territoriales–, de Arica a Punta Arenas, casi 25.500 personas en situación de pobreza, vulnerabilidad y exclusión, expresaron  sus sentimientos, sus reflexiones y sus propuestas de salida a la crisis. El 79 por ciento de ellas son jefas de hogar, socias de Fondo Esperanza, institución que, gracias a lo bien organizadas que están sus bancas comunales, tuvo una masiva participación femenina en estas asambleas.

Aunque no fue intencionado, el texto hace visible a una población que la pandemia ha expuesto, mostrando al mundo la precariedad de sus sistemas de subsistencia. Madres, muchas veces solas, que quedaron sin ingresos, sin escuelas ni jardines para poder dejar a sus hijos y salir a trabajar; que no tuvieron a nadie que comprara sus productos, sus comidas, sus costuras; que esperaron con hambre la distribución de las cajas de alimentos del gobierno o de quien fuera. Su  frustración pero también su esperanza está contenida en ese documento, como la voz escrita de los que habitan Chile en pobreza y exclusión.

 “INFORMAL NO ES IGUAL A DELINCUENTE”

-¿Qué explica, Mario, la alta participación femenina en Fondo Esperanza y, por ende, en los Círculos Territoriales?

-El foco de Fondo Esperanza no son las mujeres, sino los pequeños emprendedores, que no tienen acceso al sistema financiero tradicional. Pero la realidad se explica mejor con cifras. En Chile los hombres ganan 1.9 veces más que las mujeres. Y cuando uno va al segmento de los microemprendedores más pequeños, la participación femenina es altísima, la mayoría son mujeres. En Chile, hay cerca dos millones de microemprendedores. Un millón de ellos son informales. Un millón 750 mil son trabajadores por cuenta propia y 700 mil son mujeres. O sea, el 35% del total, pero si vamos profundizando en características como la informalidad, el trabajo por cuenta propia y los menores ingresos, la participación femenina se dispara. Como ya dijimos, en Fondo Esperanza entregamos créditos productivos y también acompañamiento a estos grupos de vecinos que son microemprendedores y constituyen bancas comunales. Esta estructura de redes, esta capilaridad, nos permite llegar muy rápido a ellos en los territorios, convocarlos y organizarlos. Por eso, en cuestión de un par de meses 20 mil mujeres habían participado en los Círculos Territoriales.

El ingeniero destaca que, post estallido social, estas asambleas permitieron a esas mujeres tener “un espacio de escucha, de generación de propuestas, de contención, donde pudieron verbalizar y compartir sus emociones. Sentirse acompañadas”. Y el otro gran valor que rescata es que el documento recoge sus sentimientos, diagnósticos y propuestas, sin hacer interpretaciones. Simplemente muestra las voces de un grupo que nunca es escuchado, que es invisible. “Ellas son mujeres que no marchan, que no se manifiestan, no porque no quieran o no se sientan interpretadas por las demandas sociales, sino porque no pueden dejar lo que están haciendo: cuidando a sus hijos, a sus padres, trabajando, tratando de sobrevivir y de salir adelante. Ese es el gran valor de este trabajo, que les da voz, las considera”.

ELLAS SON MÁS POBRES

-¿Por qué las mujeres pobres son más pobres que los hombres pobres? –fue una de las preguntas que hizo el público.

Antes de responder, Mario Pavón precisa que él no es experto en pobreza, desigualdad y mujer, que conoce la realidad de las microemprendedoras, a las que sitúa como población vulnerable, no necesariamente pobre. Hecha la salvedad, dice:

-La multiplicidad de roles que deben jugar las mujeres explica en parte que sean más pobres que los hombres. Muchas de las microemprendedoras son jefas de hogares monoparenteles, son ellas las únicas generadoras de ingresos de sus familias. Están a cargo de sus hijos y a veces de sus propios padres o de otros familiares, lo que limita su capacidad de generación de sus negocios. A ellas no les sirve el empleo formal, porque no pueden salir a las 7 de la mañana y volver a las 8 de la noche a sus casas”.

Sostiene que “una de las principales causas de abandono escolar es la ausencia del jefe de hogar, y eso las madres solas lo saben, por eso requieren flexibilidad laboral. Necesitamos una red de cuidado de niños realmente universal, que no esté pensada sólo para las madres con empleos formales. Nos escandalizamos cuando vemos a una mamá con una guagua de diez días vendiendo en la feria con él y no pensamos que si no lleva a la guagua con ella, no come, porque no genera ingresos y no tiene post natal”.

A esto se suma además una larga lista de micromachismos inconscientes que tenemos todos. Las personas prefieren a un gasfíter, a un jardinero a un taxista hombre, y eso reduce las posibilidades de emprendimientos más rentables a las mujeres y, por ende, sus ingresos.

DATOS DEL MICROSCOPIO SOCIAL

Juan Cristóbal Romero hace notar que un fenómeno clave detrás de las mujeres en pobreza es la necesidad de sobrevivir con actividades informales. “Una madre sola, jefa de hogar, a cargo de varios niños, opta por la informalidad. Eso la condena a escasos ingresos, baja productividad, riesgo e incertidumbre frente a cualquier crisis, como hemos visto ahora a causa de la pandemia. Muchas madres solas que lograban sobrevivir, ahora se quedaron de un día para otro sin ingresos. Esto explica por qué Fondo Esperanza se ha expandido tanto. Porque estas mujeres no tienen acceso a créditos, a capital de trabajo, no cuentan con una red de apoyo adecuada”.

Mario Pavón interviene: “Sólo un dato para complementar: otro problema de la informalidad es que estas trabajadoras por cuenta propia no cotizan. Ni hablar en su caso de retirar el 10%; eso no aplica con ellas”.

Y Juan Cristóbal Romero agrega: “A estas mujeres la pandemia las ha golpeado muy duramente, porque son trabajadoras que generan la plata en el día para comer en la noche; así de simple. Las restricciones sanitarias son un privilegio de otros, ellas necesitan salir a la calle a trabajar. Y con los jardines y los colegios cerrados, todo se ha vuelto aún más difícil”. Y le pregunta al actual gerente de Fondo Esperanza cómo han hecho las socias para mantenerse productivas en pandemia.

-Fondo Esperanza trabaja con la Universidad de Harvard y con ellos, cuando llevábamos dos meses de pandemia, hicimos una encuesta entre nuestros socios que reveló que el 80% había tenido alguna afectación en sus negocios. Estos datos coindicen con los de Microscopio Social, que hablan del mismo porcentaje de daño a nivel de microemprendedores en Latinoamérica. Nuestras socias no pueden echar mano a sus ahorros previsionales porque no han cotizado nunca o lo han hecho de tanto en tanto y porque básicamente son informales. No tienen capacidad de ahorro ni nadie que les pague un seguro de cesantía.

EL SUELDO MÍNIMO

El director del Hogar de Cristo, por su parte, afirma:

“Mi impresión es que el Estado no quiere meterse con la informalidad porque siente que es un segmento que está fuera de las leyes, no es responsable y, por eso, no puede hacerlo parte de las políticas sociales. Es un sector que ha crecido mucho y existe la responsabilidad ética de hacerse cargo de ellos. Hay que reconocerlo y registrarlo. La Tesorería, el Servicio de Impuestos Internos, deberían crear una categoría especial para simplemente tenerlos registrados, no para que paguen impuestos, sino para apoyarlos, para hacerse cargo y conseguir que superen su condición con impulso y ayuda estatal”.

Destaca además que “existe un millón de microempresas informales de las cuales no se sabe nada. Creo que aquí hay un mal enfoque del tema, porque se asocia al emprendedor informal con ilegalidad y delincuencia. Hace unos años un ex ministro de Economía me dijo que los informales eran delincuentes, lo que es igual a decir que los pobres son delincuentes”, concluye Juan Cristóbal Romero, apasionado.

Y Mario Pavón plantea:

-Es importante entender y reconocer qué hay detrás de la informalidad. Lo primero es saber que el 75% de los emprendedores informales gana menos que el sueldo mínimo. O sea, ¡aquí no hay nadie que esté evadiendo impuestos! Se trata de actividades de subsistencia a las que se requiere apoyar con herramientas que les permitan aumentar su productividad. De nuevo, voy a un caso: cuando a un jardinero le empieza a ir bien, deja de ocuparse sólo de unos cuantos jardines del barrio y se empieza a encargar del paisajismo de una empresa grande, inmediatamente pasará a la formalidad. No hay otra manera y así prosperará, pero para eso requiere ayuda.

TRES BANCOS PARA UN MILLÓN DE CLIENTES

Y no hay ayuda. Juan Cristóbal Romero destaca que durante la última década la banca tradicional se ha ido retirando de estos segmentos. “Hace 10 años había más dinamismo financiero, hoy los bancos se han concentrado en grupos más seguros, se han vuelto muy conservadores y están desatendiendo a los sectores menos favorecidos de la sociedad. ¿Cómo busca hoy financiamiento un pequeño emprendedor? En los créditos que otorga el retail, que son con tasas de interés altísimas. Para llegar a los microemprendores se requiere creatividad, metodologías de préstamos nuevas, no sirve un crédito normal. Y no hay que inventar nada, porque existen muchos modelos exitosos fuera. En Perú, donde el 80% del país era informal, han hecho cambios muy interesantes.

Mario Pavón, por su parte, sostiene:

“Nuestro crecimiento como Fondo Esperanza no es mérito nuestro; tiene que ver con que en Chile hay un millón de pequeños emprendedores informales y sólo tres instituciones que los atendemos. Ojalá fuéramos más. La competencia ayuda. Nosotros hemos sido autoexigentes, pero lo más probable es que ahora haya mucha más necesidad a causa de la pandemia”.

Afirma que en 2021 y en 2020, los microemprendeores van a aumentar fuertemente y somos pocos los que estamos trabajando con ellos. Están Banigualdad, Emprende Microfinanzas y BancoEstado Microempresas. De nuevo, un dato: el saldo promedio de los créditos que otorga Fondo Esperanza está en torno a los 350 mil pesos; en BancoEstado Microempresas está alrededor de los 4 millones de pesos. Ciertamente, se necesitan más instituciones que lleguen al segmento con que nosotros trabajamos, donde la tasa de pago es muy alta. En 2019, el 99,5% de nuestros emprendedores pagó sus créditos”.

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