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Sandra Rider: “Me motiva enseñar danza a jóvenes vulnerables”

3 Septiembre 2019 a las 15:29

Hija de la famosa bailarina de danza moderna y ex Miss Chile, Gloria Legisos, heredó su talento y su belleza y por décadas se dedicó a dar clases a adolescentes y jóvenes en la conocida Escuela Moderna de Música. Hoy quiere entregar su arte a quienes nunca tuvieron esa oportunidad en el programa Mapumalén del Hogar de Cristo, que atiende a jóvenes con consumo problemático de alcohol y otras drogas.

Por María Teresa Villafrade

Sus primeros pasos en la danza empezó a darlos a los 7 años y a los 9, ya estaba en clases de intérprete en danza en la Universidad de Chile, donde su madre, la famosa bailarina Gloria Legisos, quien fue pionera en traer a Chile la técnica de Martha Graham, enseñaba a las nuevas generaciones.

“Estuve cuatro años estudiando con ella en la universidad, me faltaron sólo dos años para entrar al Ballet Nacional, pero mi padre no quiso que me sacaran del liceo Manuel de Salas para dedicarme de lleno a la danza y en esa época una obedecía nomás”, dice Sandra Rider Legisos, madre de cuatro hijos, de 29, 27, 20 y 17 años.

Al finalizar su enseñanza media decidió estudiar Educación Física en el ex Pedagógico y paralelamente daba clases de danza en la escuela artística Abadía. Una vez titulada ingresó a la Escuela Moderna de Música como ayudante de su mamá, pero a poco andar le pidieron que enseñara a las adolescentes que estudiaban en los colegios cercanos.

“Fue una época muy hermosa que se prolongó por diez años, tenía alumnas del Santiago College y otros establecimientos privados. Entré a estudiar Licenciatura en Danza en la Universidad de Chile cuando mi segunda hija tenía dos años, pude convalidar muchos ramos por mis estudios anteriores, pero no terminé la carrera. Mi ex marido viajaba seis meses al año, entonces no quise delegar a mis hijos al cuidado de otras personas”.

Luego empezó a dar clases de expresión corporal en Pedagogía de la Universidad Andrés Bello hasta que quedó embarazada de su hijo menor. “Paré durante algún tiempo, después llegué a la escultura y expuse en una galería de Alonso de Córdova, pero hace cinco años que me dedico a la orfebrería”, agrega.

Este año Sandra, quien fuera finalista del concurso Miss Chile en 1986, se ofreció como voluntaria para dar clases de danza a las jóvenes del Programa Terapéutico Residencial Infanto Adolescente Femenino Mapumalén, ubicado en la comuna de Independencia, el único de esta naturaleza en el país dedicado a mujeres que necesitan la rehabilitación por consumo problemático de drogas y/o alcohol. Este tipo de programas es muy escaso en el SENDA, por ejemplo, donde sólo el 12,5% está orientado a las mujeres. La capacidad de atención mensual para ellas en la oferta de tratamiento SENDA es de 798 usuarias, mientras que para hombres es de 5.758 usuarios.

-¿Cuál es tu motivación principal para querer enseñar tu arte en el único programa residencial para infantoadolescentes y jóvenes que existe en el país?

-Hace tiempo tenía ese anhelo, me considero muy agradecida de lo que la vida me ha dado y quiero aportar un granito de arena. En mi experiencia pasada con las alumnas, aprendí que a través del movimiento y del ritmo se produce una energía especial que permite una relación maravillosa con ellas, hay una apertura del corazón y se crean lazos y vínculos muy importantes que van más allá de la clase. Podría contar muchas historias al respecto. Por ejemplo, me impresionaba mucho la comunicación y la verdad en la expresión de las niñas de lo que sentían. Algunas llegaban llorando porque se habían sacado un 6,5 en un examen pues sus padres eran muy exigentes. Otras tenían problemas como la anorexia. Había mucha competencia y el físico importaba mucho. Entonces yo no planificaba mis clases, primero observaba en qué estado llegaban y en base a eso adecuaba la jornada a sus necesidades.

-¿De qué manera crees que ayudará la danza a las jóvenes de Mapumalén?

-Pensé primero en averiguar con alguien experto en el tema de la rehabilitación, pero después me di cuenta de que no era necesario, porque lo esencial que es entregar tu arte con amor, eso ya está y creo que será suficiente. Siento que lo que puedo aportar es abrir una vía en su sanación, pienso que ellas como todos los que han sufrido vulneración, y eso lo tengo clarísimo, lo que necesitan es expresar sus emociones a través de un camino distinto. Yo no voy a hacer terapia sino a posibilitar que tengan otra disposición hacia sus emociones y que ello les ayude en su proceso de sanación. Estuve en el programa y las conocí, me encantaron y estoy ansiosa por empezar las clases. Las encuentro valientes y resilientes”.

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