“Cada día tengo menos hilo en el carrete de la vida, pero fíjate que no me asusta”, nos dice el psicoanalista argentino Alberto Chab, desde Buenos Aires, a través de la pantalla. Lo contactamos de manera virtual para el programa “Hora de Conversar”. Con 98 años, es el creador del podcast “90 y contando”. El espacio permitió lo que buscaba: armar un grupo con una decena de “gerontes, como yo” -esa es la palabra que usa como sinónimo de viejos-, para hablar de la vida y alejar la soledad.
Así, en 2024, terminó siendo personaje del año en el diario La Nación de Argentina.
-En nuestro grupo de nonagenarios, donde somos exactamente once personas, hemos hablado mucho del temor a la muerte y a nadie le importa morir. Esa es una realidad biológica. Lo aceptamos. Qué se le va a hacer: la biología manda. Lo que a mí preocupa, aflige y asusta, y que hemos abordado muy a fondo, es la cuestión de la lucidez.
-¿Eso sí te atemoriza?
-Sí. Me asusta mucho más perder la lucidez por una demencia senil que la muerte misma. Por mi trabajo he tenido contacto con pacientes que se fueron deteriorando inevitablemente y llegaron o al Alzheimer o a la demencia senil, que es un poco menos grave. En ambos casos, cuando ya no se reconoce el entorno o se habla con un hijo y después se pregunta: “Y éste, ¿quién es?”, realmente es muy dramático. Perder la lucidez no es vida; es un lamentable persistir biológicamente.
-¿Qué piensas de la eutanasia?
-Creo que habría que aceptarlo como recurso, cuando la persona ya no tiene ninguna conexión, ni psíquica ni emocional. Ni una memoria, ni un reconocimiento. Cuando es un vegetal. Ahí me parece válido, legítimo, perfecto.
“Disculpa la inmodestia, pero hoy no existe antecedente en ninguna parte del mundo de un grupo de nonagenarios que se reúna sistemáticamente como nosotros, cada quince días”, nos dice, orgulloso, al hablar de su vida actual. Esa que revolucionaron las redes sociales.
En mayo de 2024, fue su nieta -que ahora tiene 18 años-, quien le propuso grabar un video y difundirlo en Tiktok. Él quería convocar a nonagenarios con él a juntarse regularmente para conversar de todo. “Mi tema era la soledad de los gerontes. Subir el video provocó un verdadero tsunami. El primer día había miles de personas interesadas. Es lamentable que no podamos difundir más estas reuniones porque hoy tenemos 350 mil seguidores en Instagram y 2 millones de visualizaciones en TikTok. Es muchísima gente a la que le serviría participar, pero yo no puedo gestionar eso”.
Hoy cuenta con apoyo profesional para manejar “90 y contando”, el podcast resultante del consejo de su nieta. Es una periodista llamada Guadalupe Camurati, que acaba de cumplir 27 años. “Está súper vieja, la Guada”, bromea Alberto, con su ironía característica. “Yo me defino como un analfabeto informático, así es que la necesito a ella”.
Pero igual, insiste, no dan abasto.
-¿Cómo seleccionaste a los diez gerontes que hoy se reúnen presencialmente?
-Como era un encuentro presencial lo que buscaba, descarté a la gente del exterior, del extranjero. A los del interior del país, a los que eran menores de 90, a los que escribían a nombre de otra persona, los descarté a todos. Así quedaron entre 60 a 70 personas aptas como para integrar este grupo. Ahí tuve que hacer de tripas corazón, cerrar los ojos y decir: “Este sí, este sí, este sí”. Fue un proceso muy doloroso, porque tuve que eliminar a personas que perfectamente podrían haber ingresado al grupo.
-¿Es verdad o fábula que en ese grupo encontraste a tu actual pareja?
-No. No. Yo soy viudo desde hace 5 años y mi actual pareja, Mari, lo es desde hace 7. Hará unos tres que nos reencontramos porque nos conocíamos hace 50 años. Dejamos de vernos muchos años. Pero al enviudar los dos, a instancias de mis hijos y de las hijas de Mari, nos reencontramos. Para ser breve en la historia, te digo que hemos coincidido en todo y ahora convivimos felizmente.
Alberto Chab en su departamento del barrio Belgrano en Buenos Aires. Desde ahí conversó con nosotros este octubre, mes de las personas mayores.
-Te hablo de tu compañera Mari por un tema que se asocia mucho al envejecimiento, que es la soledad. ¿Crees que eso es lo que tenían en común todos los que respondieron a tu video en TikTok?
-Mira, la soledad es una de las mayores, abro y cierro comillas, “enfermedades de la vejez”. Porque, cuando uno envejece, la gente más querida, cercana, conocida, se va muriendo a tu alrededor y uno se va quedando solo. Pasa que dudas de llamar al amigo al que hace tiempo que no ves, por temor a que te digan “ya no está más”. Pero ese no fue nuestro caso con Mari. Ella tenía y sigue teniendo una vida familiar muy intensa.
Alberto, por su parte, ha escrito muchos libros en su vida. Cuenta que esos “amigos inmortales” le permitieron mantenerse activo al enviudar. “Releí todos y actualicé algunos. Tengo además muchos amigos porque juego golf. ¿Qué te quiero decir con esto? Que yo no sufrí la soledad. Y mucho menos ahora, que convivo en pareja y que además soy coordinador de este grupo de los ´90 y contando´. Yo me podría extender mucho acerca de la soledad y el estrés. Son dos aspectos unidos y que deterioran gravemente la vida de una persona mayor”.
El psicoanálisis es tan porteño como el tango. Tan argentino como el mate. Es una práctica cultural profundamente arraigada en Argentina, influenciada por la llegada de inmigrantes psicoanalistas europeos en la década de 1930, del siglo pasado. Alberto Chab, quien es psicoanalista, nació en 1927, así es que sus reflexiones se basan en su experiencia y en su formación profesional. Por eso cuando pregunta si puede alargarse sobre la relación entre vejez y soledad, le decimos por supuesto que sí.
-Para explicar esto tengo que empezar por hablar del estrés. El estrés no es una cosa negativa, sino que es una reacción natural frente a un determinado peligro. El cuerpo y la mente se preparan a través del cortisol, que activa un mayor caudal de sangre cuando la tensión psíquica es muy grande. Así se activan el cuerpo y la mente para el ataque o la huida. Pero una vez que transcurrió eso, que se diluyó el peligro, el nivel del cortisol debe bajar a través de los neurotransmisores. Sin embargo, en ocasiones, el organismo no permite que trabajen adecuadamente esos neurotransmisores y así surge un estrés permanente, que es totalmente destructivo. Eso significa que la persona se siente incapacitada de hacer nada, se siente sola frente a algo que le pasa y no comprende.
Así afecta la soledad a las personas mayores. “Esto provoca que un octogenario, una nonagenaria, se pasen 10 horas al día mirando televisión tóxica. Viendo una seguidilla de asesinatos, crímenes, robos, sintiéndose solos, impotentes y de más en este mundo. Despertar a las 3 de la mañana, sintiéndose mal, sin tener a quién llamar, es tremendo. Nosotros en nuestro grupo hablamos mucho de esto, y de lo sano y bueno que es contar con amigos”.
-¿Podrías, Alberto, resumir en un consejo tu experiencia para las personas mayores que podría ayudarlos a combatir la soledad?
-El consejo que podría darles es que repliquen esto que estamos haciendo nosotros ahora: conversar, reunirse. Yo me pude reunir con 10 nonagenarios. Yo digo un poco en broma que entre todos sumamos más de mil años, pero calcula la cantidad de experiencias que podemos compartir. A mí me resultó genial lo que hizo mi nieta: grabarme en TikTok para que pudiera juntarme con gente y enriquecer la existencia.
Alberto Chab con Mary, su mujer.
El terapeuta hace notar que el grupo “90 y contando” no se reúne a tomar el té ni a compartir un trago. Lo que hacen es conversar. Así lo explica: “Nos juntamos a hablar de nuestras experiencias infantiles, juveniles, de adultos. De cómo nos ha cambiado la vida al envejecer. De temas muy profundos, como la amistad y la soledad. Uno se complace en escuchar a los que tienen tanta experiencia”.
Hace notar un aspecto que nos sorprende y hace sentido: “Es importante hablar con la gente mayor; no se parece en nada a conversar con gente de 30 años, que no tiene ni idea de lo que le puede estar pasando a uno de 90. Nosotros compartimos experiencias de nuestra edad, lo cual es algo completamente distinto a lo que me andan pidiendo ahora: convertir esto en encuentros generacionales. No creo que yo pueda servir para eso. tengo experiencia con algo intergeneracional, salvo que todos nosotros nos hemos contactado con nuestros hijos, nuestros nietos y a veces con bisnietos de una manera completamente distinta a lo que se hacíamos antes de tener este grupo hace un año y medio atrás.
-¿No crees que hay algo medio edadista en eso de que uno de 30 no entiende a uno de 90?
-Esa palabra nueva, edadismo, no me gusta. Me parece un término muy difuso. No precisa a qué edad se es viejo. ¿A los 70 se es viejo, a los 80, a los 98 se es viejo? Eso no lo define. Yo prefiero denominarme nonagenario, que es muy preciso. Tampoco me gusta cuando voy a un negocio y me dicen: “Hola, abuelo, ¿qué tal?”. Oye, yo no soy tu abuelo. Hablarte así no es amable. Es un concepto casi de marginación. Como decirte: “Hola, caduco, qué tal”.
-¿Cuál es el mayor aprendizaje que has logrado con “90 y contando”?
-Lo bueno, y lo resumo ultra sintéticamente, es que ahora todos somos amigos. Si alguno está enfermo o si alguien viaja o le pasó algo al hijo, nos podemos comunicar y ayudar fraternalmente. Yo no no soy el terapeuta en este grupo, soy el coordinador. Nada más. Hay una diferencia muy grande entre ser terapeuta y coordinador, porque cualquiera que se haya sicoanalizado sabe que en un diván la relación paciente terapeuta es asimétrica. Acá no hay tal asimetría. Todos somos iguales y es tan importante lo que pueda decir Marta o Felipe o Gregorio o Leonor, tanto como lo que yo pueda decir. Aquí, soy sólo un integrante más.
-¿Cómo sintetizarías qué es lo mejor y lo peor de tener 90 años?
-Bueno, lo mejor es seguir teniendo proyectos. Todos los del grupo tienen un proyecto, mayor o menor. Yo, por ejemplo, estoy retomando un libro sobre psiquismo fetal que escribí hace muchos años y que en ese momento no me lo quisieron tomar en la editorial que me publica porque no había suficiente experiencia neurocientífica. Ahora, a través de la consulta con el chat GPT, cuento con 25 o 30 trabajos de investigación. O sea, puedo retomar ese libro como proyecto y mandarlo a la editorial. Otros estudian italiano; otros empezaron a aprender a tocar un instrumento que siempre habían querido y nunca lo pudieron hacer; un tercero escribe cuentos. Cada uno tiene un proyecto, como el que estudia alemán, aunque sabe que quizás no use nunca ese idioma, pero goza y se esfuerza aprendiéndolo. Ese proceso es el logro.
-Nos falta mencionar lo peor…
-La mayor frustración es saber que la vida tiene un límite. Todos sabemos que, en algún momento, si bien ninguno de nosotros en un año y medio de relación ha dado el adiós definitivo, eso va a ocurrir.
Alberto Chab es afortunado. Dice que a sus 98 años tiene una economía personal sana, pero que le duele la situación de los pensionados de su país. Nos cuenta un episodio que vivió hace poco:
-Estaba yo comprando algunas cosas en el supermercado. En la caja del lado había una viejita, que tal vez tenía 10 años menos que yo, pero era una viejita que, después de haber marcado productos, los separaba y la cajera se los iba a descontando. Tuve la intención de acercarme y decir: “Dele todos los productos y cárguelo en mi cuenta”, pero, para alivio mío y por pudor también, hizo eso mismo una mujer que estaba detrás de ella. La señora nos miró a todos muy agradecida, porque se ve que o compraba esos alimentos o compraba su medicación. Esta historia no es única: se repite en todos los comercios del país. Acá en la Argentina cada vez cobramos menos. Yo como médico aporté más de 40 años para pensiones y cobro la mínima. La mínima, que no alcanza ni para pagar las expensas (gastos comunes).
-¿Cómo se resuelve esta situación tan crítica?
No se resuelve. No está resuelta y cada vez más los comedores para personas indigentes se llenan más y más de gente mayor. Familias enteras van ahí a comer diariamente. Es muy tremendo, muy muy doloroso. Duele hasta el infinito realmente.
-Entre Milei y el kichnerismo, ¿con qué te quedas?
-Con ninguno. En campaña, parecía que Milei iba a resolver la crítica economía del país, pero ha ido impidiendo que se actualicen los ingresos de los jubilados. Cada vez, por mala suerte para el gobierno, somos más las personas jubiladas que tenemos que cobrar del Estado. Y como somos más, cada vez cobramos menos. Mira, ya te lo comenté: yo tengo una economía sana a los 98 años, porque sigo trabajando. Atiendo pacientes. Son alrededor de diez horas semanales las que hago. No diez al día como era hace 20 años atrás. Esas diez horas mensuales me permiten vivir adecuadamente, pero ¿qué pasa con un obrero municipal o de la construcción o con un mecánico…?
Antes de terminar le comentamos de las famosas “zonas azules”, regiones del mundo donde la gente es longeva y sana, y que quizás con su ejemplo Buenos Aires se convierta en una de ellas. Nos sorprende con su respuesta: “Habría que hablar mucho de Dan Buettner, inventor de esa patraña total de las zonas azules, una investigación mal hecha, pero que le ha dado fama y riqueza. Tal vez en otro momento, si me llamas, te diré en detalle lo que opino de él”.
-De todas maneras, te llamo…
-Okey. Llámame el próximo 26 de julio, ese día cumplo 99.