Ana Carlina no tiene a nadie en la isla de la fantasía
Tiene 67 años, pero su deteriorado estado de salud la hace ver mucho mayor. Prácticamente no come, está desnutrida y pierde el equilibrio. Es viuda y sin familia que la apoye. Tiene mucha dificultad para moverse y, al parecer, requiere de una pronta cirugía. Si quieres ayudarla, necesita cambiar el piso de su modesta vivienda.
Por María Teresa Villafrade / Fotografías: Sebastien Verhasselt
3 Enero 2024 a las 16:32
Ana Carlina Aravena (67) vive en una pequeña y humilde casa de la población Goleta Sebastiana de la ciudad de Ancud. Siendo oriunda de El Quisco, llegó a la isla de Chiloé en 1993, acompañando a su esposo, quien hace cinco años murió de un infarto. Ese golpe aún no lo supera y puede ser el detonante de una depresión aún no diagnosticada.
Ruth Caicheo, jefa del Programa de Atención Domiciliaria a Adultos Mayores (PADAM) de Ancud, al cual Ana Carlina pertenece desde el 2022, dice que no hay suficientes especialistas de salud mental en la isla de Chiloé. Cuenta que cuando Ana se casó, era una artesana muy activa, pero desde la muerte de su marido está muy triste, muy deprimida.
“Si antes de la pandemia teníamos un grave problema con la salud mental, ahora es doblemente mayor. El otro día entre colegas hicimos una reunión de evaluación y comentamos que mucha gente de otras ciudades piensa que acá en Chiloé todo es felicidad, y se quieren venir aquí para relajarse, pero esa es una utopía. Esta no es la isla de la fantasía”, afirma la trabajadora social, quien además es activa concejal de la ciudad.
La historia de Ana Carlina partió mal.
“Mis padres eran alcohólicos, nunca los conocí. Cuando tenía 5 meses se hizo cargo de mí un tío a quien siempre llamé papá Luis, pero yo no tuve buena relación con su mujer, mi madrastra. Cuando él murió, yo tenía 14 años y ella me echó a la calle. No tenía dónde vivir. Yo quería que ella me mandara a un internado, por último, para poder seguir estudiando. Para sacar en la nocturna el cuarto medio, pero sólo llegué hasta octavo básico”.
Para sostenerse desempeñó muchos trabajos, entre ellos, el de empleada doméstica puertas adentro. Esporádicamente, vivió en situación de calle. Fue madre soltera de dos hijas. La mayor vive en Constitución y la tuvo a los 15 años. La segunda, a los 23. Ambas quedaron al cuidado de su hermana en el norte. No tiene ningún contacto con ellas.
Ruth Caicheo explica que han hecho todos los esfuerzos por vincularla nuevamente con su hermana y sus hijas, pero no ha sido posible.
“Nuestro principal objetivo por el alto grado de desnutrición que presenta Ana Carlina es conseguir que mejore su condición de salud tanto mental como física. Ella requiere de una operación de caderas y de tratamiento para la depresión”, explica.
Ana Carlina recuerda que con su marido, que no es el padre de sus hijas, pololearon tres años. Lo conoció trabajando en la recolección de fruta en Rancagua.
“Vivíamos en situación de calle. Yo hice una carpa con trozos de una parka vieja, nos bañábamos en el río y a las ocho de la mañana ya estábamos en pie, trabajando. Soy bien ahorrativa, postulé a un subsidio y obtuve una casa que vendí para venirme a Ancud con mi marido”, relata.
La familia de él estaba radicada en la isla. Con mucho esfuerzo, habilitaron un pequeño taller para que él trabajara confeccionando muebles. Pero a ella nunca le ha gustado el sector donde compraron su casa. “Es malo. Hay muchas balaceras”, explica.
Tiene un vecino, Ubaldo, que siempre la visita y le ayuda con la compra de leña. Además, el personal de la Ruta Social del municipio le lleva almuerzo y el PADAM le entrega mercadería, ropa de cama y útiles de aseo.
Ana Carlina pareciera que se está dejando morir. Nada queda de aquella talentosa artesana media hippie, admiradora de Bob Marley, y cuyos trabajos todavía es posible encontrar en su deteriorada morada, junto al par de gatos que fielmente la acompañan.
Ruth Caicheo cuenta que el techo se gotea y por eso la ayudaron a mover su cama que ahora está en el living frente a un enorme televisor.
“Es algo que se repite en muchas viviendas. Las ves cayéndose a pedazos pero casi todas tienen su pantalla de plasma gigante. ¿Quién es uno para juzgar? Ella dice que se lo regalaron”, comenta Ruth.
Ana Carlina pasa sola todo el día y su única entretención es mirar la televisión. Más que mirarla, oírla. Sentir que no está sola.
-¿Qué necesita en concreto?
-Necesito cambiar el piso de mi casa que en realidad cuando me la entregaron era una simple caseta sanitaria. Está en muy malas condiciones. Mi esposo arregló una parte para hacer su taller, pero él hace cinco años que ya no está conmigo”, responde casi llorando. El llanto definitivo le brota cuando comenta que pasó sola esta Navidad y que no hay nada más triste que eso. Ya es su quinto año en soledad.
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