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Gladys Silva Bórquez y sus 50 años de servicio:

“El Hogar de Cristo fue mi universidad”

Es paramédico y fue de las primeras en trabajar en la sala de cuidados para enfermos del Hogar de Cristo, inaugurada el 18 de agosto de 1973, fecha de la muerte del fundador Alberto Hurtado, en un año icónico también. De sus recuerdos de aquella época y del presente, nos cuenta en esta entrevista en donde celebra 50 años “no oficiales” en la fundación solidaria más antigua y grande del país.

Por María Teresa Villafrade

14 Diciembre 2023 a las 20:06

Como si fuera ayer, la paramédico Gladys Silva (73) recuerda a los dos primeros pacientes que atendió junto a la religiosa belga Emilienne Van Impe en la sala para enfermos terminales:

“Eran una mujer y un hombre. La señora Elena tenía su espalda muy complicada con escaras y Gonzalo, un adulto mayor de ojitos verdes que estaba solito, usaba sonda. A ambos los trajeron para acá y con ellos empezamos. Todavía no se terminaba de construir la sala, por lo tanto, fueron instalados de manera provisoria en otra dependencia”, señala mostrando con su dedo el lugar exacto.

Fotografía de Gladys Silva durante sus primeros años en Hogar de Cristo.

A la antigua hospedería hoy convertida en Casa de Acogida Josse Van der Rest, Gladys llegó tras estudiar como paramédico en la Cruz Roja de Estación Central. La misma religiosa belga, que había sido traída por el jesuita Josse Van der Rest para cumplir esta misión, había estado buscando personal para trabajar en la sala de cuidados.

Gladys Silva ya no trabaja como paramédico sino como persona de trato directo con los 45 adultos mayores de la casa de acogida.

“Llegó a la Cruz Roja junto a una asistente social. Yo en ese entonces trabajaba medio tiempo en el Hospital San José y la directora me dijo que la oferta era para hacer un reemplazo. Lo pensé, porque vivo muy cerca del Hogar de Cristo y para ir al hospital tenía que atravesar todo Santiago hasta la comuna de Independencia”, dice.

Aceptó la oferta junto a otra compañera, sin saber que estaría por cinco décadas en la institución. Su fecha de ingreso: 1 de agosto de 1973.

TODO ME DABA POR LLORAR

La inauguración de la sala de cuidados se produjo el 18 de agosto, fecha del aniversario de la muerte del fundador de Hogar de Cristo, Alberto Hurtado.

“Fue una etapa muy difícil porque cuando recién comencé en esta profesión. Todo me daba por llorar”, agrega.

“No venían sólo personas de 50 años para arriba, venían personas de todas las edades: niños, adolescentes. Incluso recuerdo a una mamá que trabajaba en el hospital José Joaquín Aguirre en la parte de alimentación y que tenía un tumor cerebral. Sus niñitas habían quedado internas con unas monjitas y cuando la venían a ver, se acostaban con ella, una a cada lado. Eso me daba mucha pena”.

Antigua credencial de Gladys Silva, en época en que trabajó en el Hogar Abierto Padre Hurtado.

También recuerda a un joven trabajador de CIC, quien en un paseo de la empresa de fin de año, en el último piquero que se lanzó, se quebró la columna. “Eran casos muy tristes, el joven apenas movía los brazos”.

La sala de cuidados después se transformó en “la sala del buen morir” para enfermos terminales. Por lo que, ella se fue habituando a las dolorosas despedidas.

“Siempre me gustó trabajar más con adultos que con niños. Ahora ya no tenemos el área de salud sino que es un programa social, pero igual nos siguen llegando casos que requieren cuidados sanitarios”, señala. Alude a la transformación que sufrió la hospedería que hoy atiende a 45 adultos mayores, en su mayoría hombres que vivieron en situación de calle.

-¿Y hasta cuándo quiere seguir trabajando?

-Hasta que Dios quiera. Yo me pensioné a los 60 años y por una mala información dejé de trabajar. Me retiré y eso fue un error. Perdí mi antigüedad y por eso oficialmente no tengo 50 años en Hogar de Cristo. Volví hace 7 años.

Cuenta que con todos estos años de experiencia está mejor preparada y sabe más que las TENS.

“Sé instalar sonda, hago todo lo que hace una enfermera. Mi universidad fue el Hogar de Cristo”.

EL PAPA Y CARMEN GLORIA QUINTANA

Actualmente Gladys Silva ya no trabaja como paramédico sino como personal de trato directo.

“Sin el Hogar no sabría qué hacer, este trabajo me llena la vida. Aparte de lo económico, que es necesario. He podido educar a mis cuatro hijos gracias a mi trabajo, solo una hija vive conmigo. Me gusta trabajar. A algunos adultos mayores les lavo la ropa cuando me lo piden, no cuesta nada echarla a la lavadora y después a la secadora”.

Fue la jefa de la línea adulto mayor de la institución, Doris García, quien le pidió volver.

“Vine, porque yo no puedo decir que no. Mi oficio es de trato directo y tuve que postular, ir a las pruebas sicológicas, todo de nuevo”, señala.

Su labor consiste en apoyar a los adultos mayores durante toda su jornada: desde las cuatro comidas diarias hasta hacer las camas a aquellos que no pueden hacerlo.

Sus compañeros de equipo destacan en ella su siempre buena disposición para hacer turnos y suplir emergencias.

“Gracias a este trabajo conocí al Papa Juan Pablo II porque yo trabajaba en la sala y él estuvo adentro con nosotros durante su visita en 1987. También estaba la niña que los militares quemaron, Carmen Gloria Quintana. Recuerdo que él se acercó a ella y le dijo: Hija, sé todo lo tuyo”.

El 3 de abril de 1987, Juan Pablo II estuvo en el Hogar de Cristo, donde saludó a Carmen Gloria Quintana.

Menciona entre figuras relevantes que ha podido conocer en su trabajo a la cantante Gloria Simonetti, madre del ex provincial jesuita Cristián del Campo, y al padre Álvaro Lavín, cuyo nombre se repite en escuelas, salas e incluso en la hospedería más grande de Chile.

-De todos los que conociste, ¿quién te marcó más?

-El padre Josse, porque siempre estuvo con los trabajadores. A mí me quería harto. Le pedí varias veces ayuda con las mediaguas que construían y siempre me las daba. Todo un personaje. Ahora veo a la juventud más despierta que una cuando tenía esa edad. Yo de joven tenía mucho miedo, no tenía idea de las cosas. Ahora los jóvenes saben más, gracias a internet, al celular. Yo todavía no manejo bien el celular, les pido siempre ayuda a mis hijos.

EXIGENCIAS LABORALES

Gladys Silva afirma que en Chile no hay tanta pobreza como antes.

“Yo he sido de población, vi y viví la pobreza. Acá llegaba la gente de la calle a dormir. Me da pena que ya no esté funcionando la hospedería, porque todavía siguen viniendo viejitos en la noche y da mucho dolor decirles que no. Pero si yo antes venía aquí, me insisten. Esta semana vino un hombre de 70 años y me partió el corazón. Hay muchos ladrones, les roban hasta el encendedor. A los Carabineros les ha costado entender que ya no somos hospedería”.

Le preocupa que la gente trabaje más por necesidad del dinero que por vocación.

“Cuando recién empezamos, por ejemplo, llegaban las abuelitas llenas de piojos y nosotras les sacábamos los piojos. No había nada desechable, lavábamos hasta las sabanillas en la tina, sin lavadora. Éramos más pobres. Ahora todo es desechable”.

-¿Han mejorado las condiciones laborales entonces?

-Lo que me da rabia es que los trabajadores exigen mucho, si yo comparo lo de ahora con lo de antes, pienso en cómo son tan exigentes si hubieran visto cómo empezamos nosotros.

De todos los años trabajados, recuerda como el peor el año de la pandemia, el 2020:

Gladys muestra el lugar donde se recuerda la memoria de Claudio Leiva, quien era jefe de la hospedería Josse Van der Rest cuando se produjo la pandemia.

“Ese fue un año terrible. Claudio Leiva, nuestro jefe, murió de COVID porque no quiso dejar de venir a cuidar a los chiquillos (como le dice afectuosamente a los adultos mayores). A mi marido también le dio COVID y quedó con secuela y mi bisnieta estaba con leucemia. Yo quedé a su cuidado cuando mi nieta falleció en un accidente automovilístico. Me hice cargo de mi bisnieta hasta que murió”, relata con tristeza.

Se queda, sin embargo, con lo bueno: “Agradezco a Dios y al padre Hurtado por mi trabajo. Siempre he tenido muy buena suerte con todos mis jefes. Recuerdo con especial cariño a la hermana Emilienne. Trabajamos juntas varios años. El padre Josse siempre me daba noticias de ella. Parece que todavía está viva. Ella era divertida, andaba vestida normal, sin hábito. Tomaba el sol en bikini en el balcón del segundo piso”.

-¿Eres creyente?

-Sí, soy católica. Yo veo, eso sí, que ha cambiado lo religioso. Antes siempre se oraba antes de almorzar, bueno, también había más religiosas. Ahora ya no pasa.

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