¿Dónde está el amor de los hijos?
Irma vive en Ancud, de allegada en la casa de su nieta, de apenas 16 metros cuadrados sobre un piso que se está hundiendo. Comparte cama y pieza con su bisnieta de 12 años, pese a que tiene un sitio donde podría levantar una mediagua para vivir más cómoda. ¿Puedes ayudarla a levantar el par de piezas que necesita? Haz #MatchSolidario con ella.
Por María Teresa Villafrade, desde Ancud. Fotografías: Sebastien Verhasselt
10 Enero 2024 a las 19:52
Cuesta imaginar a Irma Astorga Astorga (79) en la gran casa que su marido le construyó, de dos pisos, sobre un amplio terreno en el sector de Fátima al final de la Costanera en la ciudad de Ancud.
“Mi casa la construyó mi finado marido cuando nos vinimos del campo. Él murió de cáncer al pulmón y la casa la destruyeron las termitas. Nos faltaron cuatro meses para cumplir 40 años de casados”, recuerda Irma.
En esa vivienda crecieron todos sus hijos. Hoy ella vive de allegada en la pequeña ampliación hecha por su nieta Ivonne Vargas Barría (38), adosada a parte de la vieja construcción que desbarataron las termitas. Cuenta Ivonne:
–Soy cuidadora de mi abuela, Irma Astorga. Tengo 38 años y dos niños: uno, de tres años y medio, y otra, de 12 años. Mi abuela está en el programa de ayuda domiciliaria para adultos mayores (PADAM) del Hogar de Cristo, aquí, en Ancud. Ha sido de gran apoyo, tanto emocional como de ayudas sociales. Pero lo que más necesitamos hoy es un dormitorio para ella ya que comparte cama y pieza con mi hija Millaray, que es adolescente. Ella hace cosas propias de esa edad: se acuesta tarde, escucha música, habla con sus amigas. Y mi abuela necesita descansar.
No solo eso. En la estrecha pieza que comparten bisabuela y bisnieta, no hay espacio para un clóset ni siquiera para una silla. La ropa se amontona en bolsas de basura que se apilan en el suelo. El desorden es total. Y el olor a pipí lo invade todo, ya que Irma usa pañales. Y son caros y hay que hacerlos durar.
“Yo prefiero tenerla así a que mi abuela esté en otro lado o fuera de la casa”, dice Ivonne, quien apela a la solidaridad de quien pueda ayudarla a levantar un dormitorio para su abuela. “Quiero darle a ella un mejor vivir, un mejor descanso diario. Yo con los dos IFE que dieron en la pandemia pude hacer esta ampliación”, dice, en el terreno que es de su abuela.
Lamentablemente, la mamá de Ivonne e hija de Irma, murió. Al lado de ellas, vive Amanda, la otra hija de Irma y tía de Ivonne. Entre ambas casas, la adulta mayor camina y se desplaza con mucha dificultad.
Irma se declara incómoda de dormir con su bisnieta, pero encuentra que Millaray se queja mucho. “Yo me acuerdo que yo con mi finada mamá, dormíamos mi hermana, ella y yo, las tres en una cama igual que ésta” dice mostrando la que comparte con Millaray.
“Yo llego y me coloco en un lado y de ahí no me muevo, pero ella es una pierna para allá, otra para acá. Deja su celular con una cosa que empieza a chirriar y a chirriar, pero ahora lo aprendí a apagar”, comenta.
-¿Qué necesita en concreto?
-En estos momentos me encuentro sin una casita, vivo en la de mi nieta, pero es muy chica, ya se le fue el piso para abajo. Ella hizo dos piezas, pero no nos da para vivir bien. Vivo, pero con mucho sacrificio. Quisiera una mediagua con dos piezas chicas, una cocina y un dormitorio.
El PADAM de Ancud, formado por la trabajadora social Ruth Caicheo y la técnica Fanny Torres, la visita regularmente y le brinda el apoyo que necesita.
“No se considera que, a medida que la persona envejece, su casa también se deteriora. Llegan a la vejez con problemas de salud. La señora Irma tiene muchas enfermedades y apenas puede caminar”, explica Fanny.
La rutina diaria de Irma consiste en levantarse e ir a la casa de su hija Amanda: “Como puedo camino hasta al lado. Pero resulta que no hay fuego, porque no hay leña. Ahí tomó café con agua que se calienta en un hervidor. Me arropo con una frazada y estoy todo el día así, porque no puedo caminar. Hace dos meses me caí por ir a buscar un tarro de leche y me di un porrazo que jamás en mi vida había tenido”, cuenta Irma.
Para ella que siempre fue muy trabajadora, es una injusticia terrible no poder valerse por sí misma.
“¿Por qué una madre cuando tiene sus hijos y ellos se van, ella queda sin poder hacerse sus cosas sola? Es una ley de Dios mala. Alguien debería quedarse para apoyar a esa madre. Ellas cuando salen me dejan encerrada y yo me quedo en mi cama, porque no me puedo parar y andar. Ese día que me caí, mi bisnieta tuvo que ir a buscar un joven a la pulpería para que la ayudara a levantarme”.
Tiene problemas de equilibrio y se ha caído ¡33 veces! Ignora completamente la razón de ese problema.
“Tampoco puedo decir que necesito ir al médico porque las chicas se me enojan, mi hija dice: Claro, para que me botes a mí y nos caigamos las dos. Un enfermero le preguntó la otra vez, por qué no me andaban trayendo en silla de ruedas y ella dijo no, porque es mucho trabajo”.
La última vez que Irma Astorga intentó cruzar la calle, un perro la quiso morder y ella perdió el equilibrio. Casi la atropella una micro.
“De ahí, nunca más. Pase lo que pase, yo acá tengo que quedarme No puedo salir a la calle porque si me caigo, como me advierten ellas, la gente dirá que andas curada. Si yo quiero un pan, no puedo salir. De ninguna forma. Voy donde la Amandita y mucha gente conocida pasa a dejarme fruta, galleta, bebida, cositas así”, agrega.
Pese a vivir rodeada de gente, se siente sola.
“Si yo no quiero mucho espacio, mi cama, mi baño y nada más. Y que haiga cariño, yo estoy aquí y nadie me conversa, voy donde mi hija y nadie me conversa. Apaga esa tele, me dicen, pero ¿cómo voy a apagarla? ¿Entonces quién me habla? Cuando un anciano lo que necesita es que le conversen, es muy importante una conversación”.
Irma tiene mucha razón. Sentirse acompañada es mucho más que compartir techo y comida.
Si quieres ayudar a Irma, haz Match Solidario con ella aquí